Opinión

En algún momento escribí, en pleno debate sobre el tema: “en Loma Miranda fallaron todos”. Quisiera corregir, porque la verdad, en “Miranda fallamos todos”.

Acusé a los ecologistas que con falacias engañaron a gran parte del pueblo, metiéndole miedo sobre una supuesta desaparición de cientos de especies de nuestra biodiversidad y sobre la crisis alimentaria que sobrevendría ya que según ellos desaparecerían los ríos y no habría agua para regar cientos de miles de tareas del valle de la Vega Real. En este aspecto del caso Miranda, varias instituciones del gobierno, tales como el INDRHI y los ministerios de Agricultura y de Medio Ambiente, entre otras, no debieron permitir ese embuste colosal ya que sabían y podían explicar que ambas afirmaciones no eran más que inventos y elucubraciones de un ambientalismo irracional y enfermizo.

Acusé a la Academia de Ciencias y a la UASD de alejarse de su Misión, pues en vez de hacer ciencia o al menos rendirle culto a la ciencia, sin estudiar ni investigar se sumaron a sectores radicales sin espacio, que todo el mundo sabe que lo que buscan es pescar en río revuelto. Esta falta de criterio llegó tan lejos, que el Coordinador de la Comisión Ambiental de la UASD afirmó sin más allá ni más para acá que Loma Miranda tenía que ser declarada parque nacional porque era un sentimiento nacional. ¡¡¡Válgame Dios!!! Con sentencias de ese calibre no hace falta Constitución, ni Ley General de medio Ambiente (64-00), ni mucho menos la Ley de Areas Protegidas (202-04), incluso no haría falta la UASD si permite que así hablen sus representantes.

Acusé a la empresa Falconbridge de fallarle a este país pues si algo está completamente reconocido por todo el que tiene ojos para ver es que ellos no han realizado la recuperación ambiental de las áreas minadas en el tiempo razonable que corresponde. Pero también acusé a dicha empresa de no hacer nada para defenderse de las mentiras puestas a correr sobre Loma Miranda, como si hubiera sido verdad la denuncia que circulaba de que era un plan de sí misma, ya que buscaba excusas para retirarse del país cobrando en grande un arbitraje internacional a su favor.

Acusé a dos senadores de usar a Miranda en su estrategia para lograr la reelección en el 2016. Pero debo admitir que en este caso me quedé chiquitito, pues no eran dos, eran todos, o casi todos, y no solamente los senadores sino también los diputados. No tenían opción me dijo uno de ellos, porque se trataba de “un sentimiento del pueblo”, y ellos se debían al pueblo.

Acusé a la iglesia de adherirse a cursos de acción que por el Concordato deberían estar fuera de su agenda. Pero no hay que generalizar, pues era solo una parte de ella; mayormente un grupo de curas díscolos y algún obispo que se presentó a pelea porque tenía que “defender” el territorio de sus fieles. Nada más. La mayoría respeta la democracia y se acoge a las decisiones de Estado.

No obstante, entre quienes debo acusar de fallar respecto al caso Loma Miranda hay alguien que no había incluido. Se trata de mí mismo y me acuso de no haber hecho lo suficiente para convencer al liderazgo de mi Partido de tomar posición temprana en el caso Miranda, antes de que el sistema mediático lo convirtiera en político. Quien suscribe, y otros más, que tenemos los conocimientos profesionales y técnicos del caso, sabíamos perfectamente que se le mentía al país y pudimos haber usado un método más convincente en estos tiempos, como por ejemplo, habernos encadenado o “crucificado” frente a la Casa Nacional para que se nos hiciera caso. En eso fallamos.

Pero si el partido de gobierno falló, no pasó lo mismo con el gobierno del partido, ya que el Presidente de la República, en uniforme de combate, agarró el toro por los cuernos y contra viento y marea y sin más armas que la palabra expresada con inteligencia, sabiduría y destreza, además de entereza y responsabilidad, le dijo NO a esa irracionalidad de Miranda, enfrentándose a lo que parecía ser el mundo entero y que no era más que pura pantalla mediática.

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