Contrario a lo que ocurre con la etapa histórica que precedió a la Dictadura iniciada en 1930 por Rafael Leónidas Trujillo Molina, tanto su régimen como la personalidad del gobernante han sido objeto de una infinidad de estudios, de autores nacionales y extranjeros, en procura de explicar sus características económica, política, social, psicológica y cultural.
Se evidencia que la misma dictadura se empeñó en distorsionar el pasado individual de Trujillo y los verdaderos orígenes del régimen tiránico que durante tres décadas ejerció un poder absoluto en República Dominicana, creando a sangre y fuego la impronta de lo que hoy tenemos como Estado Dominicano.
En obras como Trujillo: Causas de una tiraría sin ejemplos, del profesor Juan Bosch, fundador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), se percibe en el dictador una personalidad marcada por el desprecio de una sociedad que le provocó traumas por ser un “hombre de segunda” en un medio que otorgaba privilegios a una casta “de primera”, erigida socialmente desde los tiempos de la colonia.
Las “bolas negras” recibidas en los clubes sociales “de primera” enfermaron el alma de quien en su natal San Cristóbal se le conociera con el poco atractivo apodo de “Chapita”, obsesionado por un afán arribista que le exigía la conquista de la aceptación social. De ahí que Bosch titulara uno de los capítulos del citado libro como “La venganza de un hombre de segunda”, refiriéndose a la crueldad con que Trujillo persiguió, encarceló, exilió y asesinó a sus opositores.
Debajo de las pompas, dignidades y reconocimientos, el generalísimo doctor, presidente de la República, benefactor y Padre de la Patria Nueva intentó ocultar de una vez y por siempre la verdadera historia de Chapita, sórdida y pendenciera, matizada por travesuras y raterías juveniles.
Con el poder militar, primero, y con el político, luego, Trujillo supo amalgamar a su régimen toda la astucia y la intrepidez del tíguere dominicano, que junto a su inteligencia, don de mando y conocimiento de la psicología popular dominicana se convirtió en un déspota omnipresente que, sin embargo, organizó y creó las bases para el desarrollo del Estado y la Nación.
Acontecimientos internos, como el ciclón de San Zenón, que destruyó la Capital a pocos días de su toma de posesión; y externos, como la depresión económica que afectaba a los Estados Unidos, fueron instrumentalizados en su favor por el gobernante en el claro objetivo de perpetuarse en el poder.
El Partido Dominicano, brazo político del régimen, tuvo como lema Rectitud, Libertad, Trabajo y Moralidad, que a manera de acróstico, llevaba las iniciales del dictador. Completaban el logo, su rostro y una robusta palmera de la campiña dominicana.
Era peligroso murmurar durante la dictadura que Trujillo, nacido en San Cristóbal el 24 de octubre de 1891, tuvo una juventud sin brillo, dedicado a labores que iban desde telegrafista, dependiente de pulpería y jornalero, hasta guardia campestre.
Recomendado por su tío Teódulo Pina Chevalier, jefe del Servicio de Inteligencia de la Guardia Nacional Dominicana creada por la Ocupación, logró engancharse en ese cuerpo en diciembre de 1918, siendo ascendido a segundo teniente en enero de 1919, con la misión de colaborar con las tropas interventoras que perseguían en la región Este a los dominicanos que defendían su territorio con las armas en la mano.
Persiguiendo patriotas se ganó Trujillo la confianza del imperio norteamericano. Investigadores sostienen que, sin embargo, que al retirarse las tropas en 1924, al oficial que se proponían dejar con mayor jerarquía militar era al mayor César Lora, jefe del Departamento Norte. La muerte de este último, sorprendido con la mujer de un teniente dentista a la orilla del río Yaque, dejó al otrora Chapita como número uno para ocupar la vacante del malogrado comandante.
Respondiendo a la clásica pregunta criminológica de ¿a quién beneficia el crimen?, no faltó quien pensara que la muerte del mayor Lora a manos del teniente celoso habría sido el resultado de una intriga picaresca tejida por Trujillo para quitar del camino el único obstáculo para convertirse en el único caudillo militar del país.
Trujillo, que era un apasionado del merengue, pudo escuchar la pieza que refería la tragedia con la siguiente estrofa: “Debajo del puente Yaque/ mataron al mayor Lora/ por estarle enamorando/ al teniente su señora”.
El político, estadista y escritor Joaquín Balaguer, en su obra Memorias de un cortesano de la Era de Trujillo, sostiene que con la muerte de Lora el Destino jugó la partida que encaminó a Trujillo a la cima del poder. “La muerte del mayor César Lora, ultimado por un marido celoso en las inmediaciones del puente sobre el río Yaque, de Santiago, la noche del 23 de febrero de 1924, dio lugar a que la Guardia Nacional Dominicana recayera en Trujillo. A esa primera circunstancia, obra del destino, se agregó la elección a la Presidencia de la República en 1924, no de Francisco José Peynado como se esperaba, sino del general Horacio Vásquez”.
La psicología y la psiquiatría de hoy habrían diagnosticado a Trujillo un trastorno psicopático de la personalidad, debido a su incapacidad para sentir arrepentimiento tras la comisión de crímenes de lesa humanidad como el asesinato de los esposos Martínez Reyna-Almánzar y la Matanza de los haitianos en la Línea Noroeste en 1937, de acuerdo con la descripción de Balaguer, quien fuera desde el inicio de la dictadura uno de sus colaboradores intelectuales.
El primer hecho lo califica como el inicio del terrorismo político en la dictadura por el que debieron sentir remordimiento todos los que participaban del régimen, y del segundo cuenta que Trujillo, quien habría impartido las órdenes bajo los efectos del brandy Carlos I, antes que sentirse arrepentido, siempre se manifestó orgulloso de haber enviado a la muerte a millares de seres humanos procedentes del país vecino.
“Pero todos, querrámoslo o no, nos dejamos arrastrar por la fatalidad del hecho consumado y nos inclinamos satisfechos e indiferentes al paso del hombre que ya se perfilaba en el horizonte como un manda más de agallas no comunes. Mucho he reflexionado después sobe la extraña psicología de la política y sobre su influencia en la conducta de los hombres, y aún en el curso de los acontecimientos humanos”, comentaba Balaguer sobre el asesinato de los esposos en San José de Las Matas en el umbral de la dictadura.
Todo el “tigueraje” de una juventud aventurera y la rudeza de la carrera militar tutelada por la ocupación norteamericana, son trasladados por Trujillo a su accionar político para convertirse en el centro de la vida política, económica y social del país durante 31 años, por lo que solo con el recurso de la acechanza y la violencia pudo ser sangrientamente desalojado del poder y de la vida.
En el exhaustivo estudio del profesor, político, periodista y abogado Euclides Gutiérrez Félix publicado bajo el título Trujillo: Un monarca sin corona, el autor establece en el cenit de la dictadura se crearon las obras que fueron determinante en la formación del Estado Dominicano moderno con el molde del dictador.
Gutiérrez Félix, quien analiza los antecedentes, el esplendor, el cenit y el ocaso de la dictadura hasta el magnicidio, destaca la creación de instituciones entre los años 1945 y 1950, como el Banco de Reservas, el Banco de Crédito Agrícola y Hipotecario, así como el Banco Central de la República Dominicana, que con el pago de la deuda externa y la creación de la moneda nacional “contribuyeron a darle prestigio internacional al régimen”.
También destaca la construcción de barrios denominados Mejoramiento Social, elevando la calidad de vida de miles de familias que en diferentes puntos del país salía de casuchas vulnerables e inhóspitas para viviendas confortables e higiénicas.
Reconociendo la represión, la ausencia de la libre expresión del pensamiento y los crímenes políticos, Gutiérrez Félix sostiene que al cumplir veinte años como dictador, Trujillo había motorizado un eficaz proceso de reordenamiento y desarrollo de las fuerzas productivas de la nación, comparándolo con el 80 por ciento de lo programado por el líder nacionalista Américo Lugo como aspiración para modernizar la nación dominicana en los inicios del siglo XX.
En un discurso pronunciado por el férreo para dejar inaugurada la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre, con la que celebraba un cuarto de siglo de su ascenso al poder, el dictador hace señalamientos que, aunque exagerados, resalta verdades importantes en opinión del autor de Trujillo: un monarca sin corona.
Trujillo se gloriaba de que en 1930 recibió un país “que carecía de de algunos de sus atributos esenciales como sujeto de Derecho Internacional y como entidad soberana”, por lo que podía darse el gusto de presentar a la República Dominicana ante la historia “como una nación sin ligaduras mediatizadoras, con plena autonomía financiera y colocada sobe pie de igualdad con las naciones más libres de la tierra”.
“Se me entregó una nacionalidad vacilante –agregaba-, con su patrimonio territorial todavía indefinido, y hoy puedo ofrecer a mis conciudadanos un país donde el trazado geométrico de su frontera ha sido completado con una fecunda obra humana por medio de la religión, la cultura y bel trabajo”.
El dictador recordaba que en 1930 “se me entregó una nación paupérrima, hipotecada al capital extranjero y sin recursos para cubrir sus propias necesidades y satisfacer sus compromisos de orden internacional, y puedo mostrarla hoy transformada en una colectividad económicamente independiente y con medios propios para dirigir su destino y hacer de su progreso una fuerza en marcha al servicio del mundo civilizado”.
Se vanagloriaba incluso el dictador con su convencimiento de que había asumido un cuarto de siglo atrás la conducción de un pueblo sin fe, “abatido por largas vicisitudes que le llevaron al borde de la ruina y del oprobio, y puedo exhibirlo al mundo transfigurado en comunidades de hombres libres que miran confiados al porvenir y cifran en el trabajo y en la paz la grandeza de su ideal constructivo”.
Y para rematar, de acuerdo con las citas aparecidas en Trujillo: un monarca sin corona, el dictador proclama que si “los fundadores de la República, quienes se llevaron a la tumba el dolor de no haber podido dar a su obra bases estables de afianzamiento material y de organización política, y quienes murieron desconfiando de la viabilidad de sus propias realizaciones, asisten hoy a nuestro júbilo desde el cielo de la inmortalidad, sentirán seguramente la íntima satisfacción de comprobar que no fue inútil el sacrificio que afrontaron, y de que al fin sus sueños han sido realizados”.
La investigación del profesor Gutiérrez Félix, miembro del Comité Político del PLD y ex director del periódico Vanguardia del Pueblo, contextualiza de manera objetiva las causas y las consecuencias del régimen trujillista, que con sus luces y sus sombras, forjó el Estado Dominicano en la modernidad capitalista.