Hablan los hechos

Resulta escueto y lacónico lo que revela en sus Memorias el entonces Presidente Joaquín Balaguer sobre los angustiosos detalles de su salida del país el 8 de marzo de 1962, tras su asilo en la Nunciatura Apostólica de la Santa Sede donde permaneció desde el 16 de enero del mismo año.


“El día 8 de marzo de 1962, con salvoconducto gestionado por el Nuncio de su Santidad, Monseñor Enmanuel Clarizio, salí con destino a Puerto Rico e inicié un largo período de destierro que se prolongó hasta el 25 de junio de 1961”, refiere Balaguer, con el único párrafo que dedica en el famoso libro a su situación de los días aciagos que siguieron al asesinato del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina.

Un cercano colaborador del político y escritor, el periodista Aliro Paulino hijo, satisface con su libro Balaguer: El Hombre del Destino, las inquietudes del lector de las Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo, interesado en conocer el ambiente político que se vivió tras el asilo del gobernante, en luchas diplomáticas y políticas que muchos de sus protagonistas aparentemente quisieron olvidar.

Asilo precedido por cadena de reveses

Al tomar la decisión “extrema” de asilarse en la Nunciatura Apóstólica, cuyo recinto colinda con la residencia del gobernante, quien ocupara las funciones constitucionales de Presidente de la República, venía cosechando una cadena de reveses políticos propios de la difícil situación en que heredó el poder de las manos de un dictador asesinado.


Acorralado y combatido por los antitrujillistas de viejo y nuevo cuño, invocó a la población de Santiago, su provincia, que se pronunciara sobre la situación política traumática que vivía el país, apelando a la ecuanimidad y sensatez que, en su opinión, habían sido características de la capital del Cibao.

En una alocución del 11 de diciembre de 1961, Balaguer les pide a los santiagueros, sus compueblanos, “que dejen oír su voz en esta hora de desconcierto nacional para que ofrezcan el ejemplo de su conducta serena, de su conciencia siempre firme y de su patriotismo siempre alerta”.

Dice Paulino hijo que, contrario a un trato conciliador o cortés con el gobernante por sus elogios públicos, la respuesta de Santiago a través de sus representantes fue un pedido de renuncia a la Primera Magistratura del Estado, el 12 de diciembre de 1961, un día después del dramático llamamiento.

En un comunicado firmado por el licenciado Víctor Espaillat, presidente de la Asociación para el Desarrollo de Santiago y el licenciado Daniel Espinal, presidente de la Asociación de Farmacéuticos, Dueños de Farmacias y Laboratorios de Santiago, entre otros, los representantes piden que desaparezcan de la dirección del Estado todos los personajes que participaron de manera protagónica del régimen decapitado la noche del 30 de mayo de 1961.

“Entre esas figuras se haya la del Señor Presidente de la República, y el gesto más gallardo que él podía ofrecer a sus conciudadanos, es alejarse del Poder, y dar libre paso a un gobierno provisional, que sea vehículo de transición a una democracia verdaderamente representativa”, indican.


Ante respuestas como la de sus compueblanos santiagueros, Balaguer acepta la petición de la Unión Cívica Nacional (UCN) para que se conformara un Consejo de Estado que gobernara al país hasta la celebración de elecciones el 20 de diciembre de 1962. De esa manera se acordaba modificar la Constitución que establecía el 16 de mayo de 1962 como día de los comicios. El nuevo gobierno debería asumir el 27 de febrero de 1963.

De su lado, el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, que lideraba el doctor Manuel Aurelio Tavares Justo condenó la conformación del Consejo de Estado “por haber sido creado de espalda al pueblo dominicano”, por lo que a su juicio merecía ser denunciado como una trama antidemocrática de sus participantes.

En esos mismos días se denunció un complot en la Marina de Guerra por oficiales que tenían el propósito de “restaurar un gobierno favorable a los familiares de Trujillo residentes en el exterior”.

También, asociaciones profesionales de la provincia Duarte, pidieron mediante telegrama la renuncia del Presidente Balaguer, mientras el médico e intelectual Juan Isidro Jimenes Grullón en un discurso pronunciado en Santiago afirmaba que la presencia del gobernante en su puesto obstaculizaba los esfuerzos “renovadores” de los demás miembros del Consejo de Estado.

Otro revés sufrido por Balaguer fue su suspensión como profesor de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, por un Consejo Provisional integrado el rector Julio César Castaños Espaillat, y los doctores René Augusto Puig Bentz, Froilán J. R. Tavárez hijo, Antonio Isa Conde y Asdrúbal Domínguez.

Finalmente, la UCN, en un comunicado del 16 de enero de 1962 firmado por su presidente Viriato Fiallo y su secretario general Luis Manuel Baquero, pidió la destitución del Presidente Balaguer y la cancelación del secretario de la Fuerzas Armadas Pedro Ramón Rodríguez Echavarría, por los atropellos sufridos por su militancia de parte de los agentes de los organismos represivos del Estado.

El día del comunicado ya Balaguer se había asilado en la Nunciatura Apostólica, quedando el Consejo de Estado en manos de uno tan trujillista como él, el licenciado Rafael F. Bonelly, junto a los magnicidas Antonio Imbert Barrera y Luis Amíama Tió, así como Monseñor Eliseo Pérez Sánchez y José Fernández Caminero.

Salida del gobernante no detuvo el caos

Una natimuerta “Junta Cívico Militar” intentó sustituir el denominado Consejo de Estado tras el asilo del Presidente Balaguer en la Nunciatura Apostólica. La Federación de Estudiantes Dominicanos (FED) y grupos sindicales, empresariales y de comerciantes pedían sanciones para el derrocado gobernante y los militares involucrados en ataque sangrientos a la población.

Un minúsculo comunicado publicado en El Caribe del 17 de enero de 1962 se limita a informar: “Por la presente, se hace del dominio público que el doctor Joaquín Balaguer cesó en sus funciones de Presidente de la República y del Consejo de Estado en la noche del 16 de los corrientes, y que en consecuencia desde esta fecha no se encuentra en el Palacio Presidencial”.

El lunes 22 de enero el encargado de negocios de la Santa Sede, Monseñor Antonio Del Guidice solicita oficialmente a la Cancillería Dominicana un salvoconducto a favor del expresidente de la República, Joaquín Balaguer, “quien se encuentra asilado en el palacio de la Nunciatura de esta Capital”.

En una folklórica rueda de prensa en el Palacio Nacional, el nuevo presidente del Consejo de Estado Bonelly, informó a los periodistas que “el Consejo de Estado le había aconsejado a Balaguer el martes que renunciara” y que “el entonces presidente se trasladó a otro sitio del Palacio Nacional para consultar con el general Rodríguez Echavarría (Secretario de las Fuerzas Armadas) y que momentos más tarde Balaguer regresó y dijo a los miembros del Consejo que en opinión del general eran ellos que deberían renunciar a sus puestos”.

Bonelly dijo a los periodistas que “cuando los miembros del Consejo se negaron a renunciar, fueron conducidos a punta de fusil a la Base Aérea de San Isidro”. Esta última acción, según Bonelly, decretó la salida del militar y el estadista derrocado de las posiciones de mando de la República ante la presión nacional e internacional por la que atravesaba el gobierno.

Representante del Papa Versus Canciller dominicano

Tan delicada era la situación del derrocado Presidente Balaguer, asilado en la Nunciatura Apostólica, que ante el reclamo del encargado de negocio de la Santa Sede para que se le otorgara un salvoconducto que le permitiera salir del país la respuesta del canciller dominicano José A. Bonilla Artiles fue que el asunto se tratara “fuera de los convencionalismos oficiales”.

Bonilla Artiles, a quien se le reconocía trayectoria antitrujillista le planteó a Monseñor Del Guidice, que el gobierno dominicano no tenía en mente ninguna negativa frente a la petición de la Nunciatura, pero que, aclarado ese punto, “quería que le expresara su opinión como particular, de cuál sería la reacción popular en estos momentos, en que el Gobierno continuamente estaba sofocando motines callejeros, creados por elementos extremistas y demagogos, si le era otorgado salvoconducto de inmediato al doctor Joaquín Balaguer”.

El representante del Vaticano respondió al funcionario dominicano que en su opinión, el tiempo sería siempre igual, y que él consideraba que este era un problema de índole interno del que no debía opinar.

De acuerdo con Aliro Paulino hijo, el canciller Bonilla Artiles le respondió a Monseñor Del Guidice, “que le sorprendía su actitud poco amigable al enfocar el problema, y que quería recordarle que nadie mejor que él sabía que era un problema de índole interno, y que si le había hecho esa pregunta era porque quería tratar ese asunto extraoficialmente; pero que si su Excelencia se empeñaba en tratarlo de otra manera así se haría”.

El representante del Papa insistió en pedir una fecha en que se otorgaría el salvoconducto, pero el canciller dominicano reiteró que “aún no podía precisar fecha alguna porque todo seguía exactamente igual en problemas de índole interno”, y que “lo único que esta cancillería pedía a su Excelencia era un poco de comprensión ante la delicada situación política, ya que el gobierno luchaba por salvaguardar el actual Estado de Derecho”.

El diálogo entre los representantes dominicano y del vaticano, fechadas el 20 de febrero de 1962, terminaron sin ningún resultado concreto. El primero, tras calificar de explosiva la situación política del país, mostró su interés en que el derrocado gobernante saliera de la República, en tanto que el canciller, se lamentaba de lo difícil que resultaba gobernar democráticamente.

No fue hasta el 7 de marzo de 1962 cuando en comunicación enviada a su Excelencia Reverendísima, Monseñor Enmanuele Clarizio, Nuncio Apostólico de su Santidad, a través de la División de Pasaportes, se envió el Salvoconducto solicitado el 19 de enero, en la que se establece que “La Secretaría de Estado de Relaciones Exteriores de la República Dominicana expide el presente documento de viaje a favor del señor Doctor Joaquín Balaguer, quien se dirige a Puerto Rico y España”.

Ninguno de los escollos enfrentados por la diplomacia vaticana para obtener el salvoconducto son referidos por Balaguer en sus Memorias, tratando de soslayo uno de los momentos más difíciles de su dilatada carrera política. Refiere sin embargo que tras su salida con destino a Puerto Rico el 8 de marzo de 1962, hasta allí llegó el acoso de sus adversarios que entendieron que debían rematarlo en su derrota.

Así evoca aquellos tiempos de acorralamiento: “Mi estancia en Puerto Rico fue breve. El Consejo de Estado presionó al gobierno de Washington para que se me hiciera abandonar esa isla con rumbo preferiblemente a un país de Europa, con el pretexto de que mi presencia en tierra tan próxima constituía una amenaza para el mantenimiento de la paz en la República Dominicana”.

Agrega que para complacer la petición del Consejo de Estado, las autoridades federales de inmigración “me dieron 24 horas para que abandonara el territorio puertorriqueño, con la excusa de que podía establecerme, si así lo deseaba, en otra ciudad cualquiera del territorio continental de los Estados Unidos”.

Comenta Balaguer que ante tal disyuntiva, escogió la ciudad de Nueva Orleans, “por estimar entonces que en Miami podía verme nuevamente envuelto en denuncias sobre supuestas actividades conspirativas”.

Fuera el último Presidente Nominal de la Era de Trujillo del territorio dominicano, el país comenzó a vivir la competencia de los partidos políticos que se disputaban los votos para ganar las elecciones del 20 de diciembre de 1962. El Partido Revolucionario Dominicano (PRD), con el liderazgo del profesor Juan Bosch y la Unión Cívica Nacional, del doctor Viriato Fiallo, crearon una rivalidad histórica que determinó el resultado de las primeras elecciones libres celebradas en el país tras la desaparición del tirano Rafael Leónidas Trujillo Molina.

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