Hablan los hechos

Probablemente las generaciones de dominicanos que siguieron a la de los hombres y las mujeres que transitaron la etapa inmediata a la decapitación de la dictadura trujillista no han sido lo suficientemente objetivas y justas con los que debieron encabezar el complicado proceso entre el despotismo absoluto y las libertades públicas.

En una paráfrasis de la experiencia parisina de 1968, podría asegurarse que los dominicanos pasaron de la prohibición total que impuso la dictadura durante 31 años al “prohibido prohibir”, con desbordadas y muchas veces inmaduras expresiones de libertad que terminaban atentando con ese maravilloso nacimiento de la democracia.

Para la mentalidad de hoy es muy difícil valorar lo que pudo ser el salto del Partido Dominicano, único que podía hacer proselitismo y siempre en promoción del mismo Rafael Leónidas Trujillo Molina, al menú de una docena de organizaciones con símbolos y colores disímiles, enardecidas con discursos conducentes a la ira popular y a la participación callejera.

En Consejo de Estado, encabezado por el licenciado Rafael F. Bonelly tras el asilo y posterior salida del país del doctor Joaquín Balaguer el 8 de marzo de 1962, tuvo la responsabilidad de organizar los comicios para la elección de nuevos gobernantes, que debieron celebrarse el 16 de mayo, se pospusieron para agosto, y terminaron efectuándose el 20 de diciembre, fecha en la que tradicionalmente el dominicano ya está metido en fiesta navideña.

Franklin J. Franco, historiador que publicó diversas investigaciones sobre el primer proceso electoral trascurrido después del asesinato del dictador Trujillo dice que en el mismo participó casi una docena de partidos políticos organizados “y públicamente subvencionados para tales fines”.

Al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), cuyo candidato y líder era en ese momento el profesor Juan Bosch, Franco lo acusa de ser la única organización “que había guardado silencio sobre el problema del trujillismo”.

El mismo Franco, sin proponérselo, reconoce en su libro Trujillismo: Génesis y Rehabilitación, la inteligencia política electoral que utilizó aquella vez el PRD de Bosch, a juzgar por los resultados, absteniéndose de referirse “al problema del trujillismo”.

Se lamenta el historiador, refiriéndose a la actitud de Bosch y su partido de entonces, que “como era natural, todo el que de una forma u otra se sintió afectado, ya por su propia actividad o la de algún familiar, se inclinó a favor de la elección de su candidato”.

Si mordaz es la crítica del intelectual contra el PRD, no menos severa es la que arremete contra su principal contendor, la Unión Cívica Nacional (UCN), que llevó como candidato presidencial al médico Viriato Fiallo. De esa agrupación dice que “había alardeado demagógicamente en la campaña, sobre la necesidad de arreglar cuentas, si tomaban el poder”.

Presenta a la UCN como una organización ambivalente que para la fecha de las elecciones, el salto “de organización patriótica a partido político, había desacreditado suficientemente en el seno del pueblo a esa entidad, nadie confiaba en la sinceridad de sus planteamientos sobre el trujillismo”.

“Borrón y cuenta nueva” derrota al “Basta ya”

Con una Junta Central Electoral (JCE) presidida por el doctor Emilio de los Santos, junto a los doctores Julio A. Cuello y Abigaíl Del Monte, como miembros, los dominicanos pudieron escoger entre las diversas propuestas salidas a la palestra, observándose de inmediato la polarización entre el PRD y la UCN.

El Movimiento Revolucionario 14 de Junio, de gran arraigo entre los jóvenes de las capas medias del país decidió abstenerse, influenciado según algunos investigadores por la Revolución Cubana de Fidel Castro, cuyo ascenso al poder seo obtuvo por la vía de las armas.

Los partidos Nacional y Vanguardia Revolucionaria Dominicana se aliaron al PRD; el Partido Revolucionario Social Cristiano (PRSC) llevó como candidato presidencial al doctor Alfonso Moreno Martínez; el Partido Nacionalista Revolucionario Democrático (PNRD) al doctor Virgilio Mainardi Reyna y la Alianza Social Demócrata (ASD), al doctor Juan Isidro Jimenes Grullón. Uno que llegó tarde a la fiesta fue el Partido Revolucionario Dominicano Auténtico (PRDA), que trató de inscribir la candidatura del exiliado doctor Balaguer acompañado en la boleta por el dirigente antitrujillista Nicolás Silfa, pero la JCE no lo reconoció.

Con las condiciones adversas que le tocó al profesor Bosch enfrentar al candidato Fiallo solo el fino tacto político sumado a su carisma y gran talento de comunicador le podrían otorgar, como de hecho ocurrió, una victoria electoral de manera arrolladora.

No debe olvidarse que los poderes fácticos, Iglesia, empresariado, sectores influyentes de los Estados Unidos y una parte de las Fuerzas Armadas, preferían a la UCN.

En no ataque a los trujillistas, como lo hizo la UCN y toda la izquierda soñadora de aquellos días, fue precisamente la estrategia que inclinó la balanza electoral a favor del PRD y el candidato Bosch.

En el magistral ensayo Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana, Bosch defiende la línea política bajada por la dirección del PRD para que no se hicieran ataques ni referencias a las personas que de una u otra forma le sirvieron a la dictadura, predicando en cambio, el conciliador discurso de “borrón y cuenta nueva”.

Contrario a lo que interpretaron sus adversarios de entonces, el verdadero absurdo político lo constituyó el planteamiento del candidato Fiallo cuando habló de ajustar cuentas con los trujillistas, que como se sabe, por temor o por gusto, era casi todo el pueblo dominicano.

Mientras Don Viriato, con su proclama de “Basta ya”, hablaba de traer chuchos y látigos para darles pelas a los trujillistas, Don Juan invitaba a enterrar los odios y los rencores para iniciar un camino democrático de paz y prosperidad para todo el pueblo dominicano.

Pero además, en el mismo libro Crisis de la Democracia, Bosch advierte que más que combate al trujillismo, el verdadero proyecto de la UCN como representación de los sectores oligárquicos del país era quedarse con el botín económico amasado por la tiranía durante los 31 años de sufrimientos del pueblo.

Entendía el fundador del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que la fortuna del dictador Trujillo debía utilizarse en el desarrollo del país, a fin de mejorar la suerte de los “Hijos de Machepa” y no para engrosar las arcas de los “Tutumpotes”, cobijados bajo las sombras de UCN.

En sus sencillas alocuciones dirigidas al pueblo llano, Bosch reivindicaba el derecho de los pobres a las “tres calientes”, que no eran otras que el desayuno, el almuerzo y la cena.

Con el discurso constructivo y a la vez propositivo, alejado de amenazas de futuras retaliaciones, Bosch, el “desconocido venido del exilio”, conquistó a las grandes mayorías, situación que sus adversarios quisieron revertir cuando ya era demasiado tarde.

Se recurrió al dinero para comprar los ya aguerridos seguidores del partido del “jacho prendío” y el “buey que más jala”. Bosch recurrió ante las masas, en mítines y en el programa radial Tribuna Democrática, con la consigna: “Vergüenza contra Dinero”.

Bosch nos dice en el libro citado más arriba: “A medida que avanzaba el mes de noviembre y se sentía físicamente el crecimiento del PRD, comenzaron a aparecer los trucos que habían sido elaborados por los cívicos a través de su órgano de Gobierno, que era el Consejo de Estado”.

Si definitivamente el Consejo de Estado terminó celebrando las elecciones no fue de buena voluntad, sino, como lo señaló en entonces líder del PRD, “porque el alto mando militar le advirtió al Consejo de Estado, que si no había elecciones, tomarían el poder el 27 de febrero de 1963, tal como lo dice la Constitución”.

En un último esfuerzo, los rivales de Bosch trataron de satanizarlo con el sambenito de “comunista”, en lo que llevó la voz cantante el sacerdote católico español establecido en el país Láutico García, acusación a la que le salió al frente el candidato invitándolo a un debate público para establecer la veracidad o falsedad de la especie.

Fue la noche del 17 de diciembre de aquel 1962, cuando en el programa televisivo de Salvador Pittaluga Nivar se presentó ante el pueblo dominicano el histórico debate. Dado que el religioso no pudo probar el supuesto comunismo de Bosch, el ataque se convirtió en boomerang, aumentando la popularidad de Bosch ante los votantes, cuando faltaban solo tres días para las elecciones.

Triunfo arrollador el 20 de Diciembre

Los seguidores de las ideas políticas del profesor Juan Bosch tienen dos grandes motivos para celebrar efemérides en el mes de diciembre. El 20 fue su triunfo electoral con casi un 60 por ciento de los votos, como candidato del PRD, en 1962, y el 15 fue la fundación del PLD, en 1973.

Desde la misma noche de las primeras elecciones después de la dictadura de Trujillo el pueblo comenzó a enterarse de los resultados y a celebrar el triunfo. El binomio Juan Bosch-Armando González Tamayo, de PRD y aliados, obtuvieron 728 mil 44 votos, estimados en un 60 por ciento de los escrutinios totales, que ascendieron a un millón 54 mil 944 votos.

De su lado, el binomio Viriato Fiallo-José Augusto Puig, ocupó el segundo lugar con 317 mil 327 votos, para un 30 por ciento de los escrutinios.

Es evidente que, como suele ocurrir en el país, las elecciones del 1962 se caracterizaron por una polarización de las fuerzas PRD y UCN, sacando la primera la mejor parte gracias a su correcta estrategia electoral.

Al analizar el fenómeno, el historiador Franklin J. Franco, fiel a su tradición izquierdista, reduce el triunfo del PRD a “la urgencia puesta en organizar un partido a la carrera para participar prontamente en los comicios que se avecinaban y los innumerables errores de la izquierda dominicana”.

En su citado ensayo, Franco dice: “El triunfo del PRD fue el triunfo del “borrón y cuenta nueva”. Y la resultante de todo esto es la contradicción de un gobierno decididamente democrático, minado en su base, sobre todo en el aspecto militar, por un conglomerado extremadamente corrompido”.

La apreciación del historiador merece discutirse, pero lo cierto fue que después del 20, la mayoría de los dominicanos pudo, en la medida de sus posibilidades, dedicarse a preparar la Noche Buena la esperanza de que se acercaba la época en que los pobres dominicanos tendrían aseguradas “las tres calientes”.

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