Opinión

Escribí un proyecto de resolución para solicitar al Poder Ejecutivo que disponga la demolición de La Victoria, la penitenciaría que fue construida durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo Molina para albergar mil internos, sin embargo sus celdas mugrientas acogen actualmente más de 8 mil 400 personas privadas de libertad.

Deposité la iniciativa legislativa en la Secretaría General Legislativa para que sea discutida por la Comisión Coordinadora que tiene la responsabilidad de hacer la agenda de cada sesión ordinaria de la Cámara de Diputados.

La Victoria es una vergüenza para un sistema democrático fundado en un Estado social y democrático de derechos, donde el respeto a la dignidad humana y a los derechos fundamentales, es el mayor orgullo que puede exhibir la Constitución del 26 de enero de 2010.

Demoler La Victoria para que no convivan en el mismo espacio los presos preventivos (61%), los menores, con los condenados por sentencias firmes.

Demoler La Victoria para evitar que la mitad de los internos que deben ser trasladados a los tribunales cada día reciban la triste noticia de que la Dirección General de Prisiones no dispone de vehículos suficientes para garantizar ese servicio elemental.

Demoler La Victoria para que los verdugos no castiguen a los internos enviándolos a celdas cuyas características son peores que el infierno que describe la Biblia.

Los internos tiemblan de miedo cuando son amenazados con ser enviados a La Plancha, un área del penal destinada a los internos castigados por cometer faltas graves. Se trata de un espacio cerrado, carente de iluminación y con mucha humedad. Con marcada frecuencia, los privados de libertad que son enviados a La Plancha son atacados por violadores, heridos con pequeñas navajas y sufren quemaduras en la piel con material plástico. Además son extorsionados por adictos a drogas ilícitas.

Otra área destinada a los internos castigados recibe el nombre de El Consulado: dos celdas ocupadas por 190 personas, de las cuales 120 duermen en el piso, lo que ha dado lugar a que le llamen los “hombres ranas”.

El Hospital es un área del recinto carcelario que presenta mejores condiciones higiénicas y de seguridad que La Plancha y El Consulado. Debe su nombre a que durante mucho tiempo los prisioneros que enfermaban eran llevados a esas celdas, que cuentan con “goletas”, camas que son compradas con fuertes sumas de dinero. La falta de espacio, las filtraciones y el penetrante olor a orine rancio se conjugan para diezmar la salud de los presos.

En Los Galpones, construidos en la década de 1980, hay menos hacinamiento. Esa área no es para presos desarrapados. Allí el precio de una “goleta” oscila entre 15 mil, 60 mil, pudiendo llegar hasta los 400 mil pesos.

El área más exclusiva de La Victoria recibe el nombre de Alaska. Los internos que ocupan esas celdas exhiben “buen comportamiento”, disponen de recursos económicos para pagar la comodidad del lugar, garantizar higiene y comprar seguridad.

La penitenciaría La Victoria es un lugar idóneo para que los privados de libertad pasen a formar parte del crimen organizado. Lo que allí ocurre degenera espiritual y físicamente a las personas, en lugar de rehabilitarlas para reinsertarlas positivamente a la sociedad.

(Agradezco la colaboración de Yasmin Dishmey, quien desentrañó algunos de los secretos de La Victoria expuestos en este artículo).

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