Faltaban que transcurrieran cinco meses, y el Partido de la Liberación Dominicana en diciembre conmemoraría su quinto aniversario.
Estábamos a mediados de 1978, cuando una comisión del Comité Político del PLD acudió a imponer la disciplina al Comité Intermedio Pedro Albizu Campos dirigido por Gustavo Montalvo.
Bonito dia de sol, en un localcito atosigado de jóvenes en la avenida 27 de Febrero esquina calle Rosa Duarte del barrio Don Bosco.
Yo era miembro de un comité de base del Pedro Albizu, organismo intermedio al que pertenecían también Felucho Jiménez y Reynaldo Pared Pérez, además de Temístocles Montás entonces retirado en el exterior por sus estudios de doctorado en química.
Danilo Medina entonces era miembro del intermedio Máximo Cabral en San Carlos, y Leonel Fernández del Mauricio Báez de Villa Juana. Ajenos a todo esto ambos, no pensaban jovencitos que un día llegarían donde están hoy.
Aquel domingo, el día de la «intervención» que encabezaban los miembros del CP Frankyn Almeyda y José Joaquín Bidó Medina, se armó la de la Guerra de Troya.
No podía desconocerse la Autoridad del CP, era el argumento utilizado para sustentar la acusación de que en el Comité Intermedio Pedro Albizu Campos habían sido violados los métodos de trabajo del Partido.
La Asamblea moderada por Montalvo prácticamente se rebeló.
Dias después, el único Líder del PLD, Juan Bosch, decidió convocar un Pleno de Dirigentes al que también asistí en lo que es hoy el auditorio del Ministerio de Cultura en el Malecón.
Dos meses después se produjo la más grande crisis en la Historia del PLD. Renunciaron su Secretario General Antonio Abréu, y miembros del Comité Central de la talla de Euclides Gutierrez Félix, Almeyda, Rafael Kasse Acta y tantos otros que con el tiempo tuvieron que retornar como cabos y rasos al Partido.
Y el PLD siguió creciendo, a pesar de que entonces se pensó que el «viejo» caduco y «loco» no iría para ninguna parte.
No pretendo insinuar que ahora ocurra lo mismo, pues, como indicaba alguien, la segunda vez la Historia se repite como una farsa.
Pero es bueno recordar estas cosas, ahora que parece que suceden al revés.
Y reiterar seriamente que:
Juan Bosch creó al Partido de la Liberación Dominicana como una nueva fuerza política destinada a crear una sociedad con un Estado independiente cuyo objetivo debía ser el completo desarrollo de sus conciudadanos en un ambiente de libertad creativa.
Por eso en su discurso del 15 de diciembre de 1973 cuando fundó el PLD -y yo estaba presente- proclamó que el propósito del nuevo partido era concluir la obra del Fundador de la República Dominicana, Juan Pablo Duarte.
El Líder histórico delineó con su conducta, con su testimonio de vida, con sus escritos y las cátedras magistrales contenidas en sus Obras Completas publicadas en el 2012, lo que debía ser El PLD.
Juan Bosch estableció una línea conductual clara, tanto en lo personal como en lo político. Educó en la aplicación teórica y práctica de los métodos de trabajo del Partido, que insistió fue creado para Servirle al Pueblo Dominicano.
Es verdad que la realidad es compleja.
Es verdad que la vida real es complicada.
Es cierto como escribió el Maestro que el ser humano es la materia más volátil que existe sobre la tierra.
Pero también es verdad que los seres humanos, como son los jefes actuales del PLD (me refiero no a dos, sino a todos sus dirigentes y bandos) tienen al menos elementos racionales y sensibles para comportarse correctamente desde el punto de vista político.
Desde el punto de vista del correcto manejo del Estado para enderezar entuertos y reasumir los propósitos esenciales para los cuales Juan Bosch fundó el PLD.
Todo esto es bueno que se recuerde en el cincuenta aniversario de la Gesta de 1965 que se inició con el objetivo de restituir a Juan Bosch en la Presidencia de la República, cuando aparenta ser que un conflicto interno -atizado hace tiempo por supuestos «periodistas» apartidistas- presenta ante los ojos del mundo al PLD cayendo en una trampa de intrigas y divisiones que lo conducen a una derrota histórica.
En el pasado, con el liderazgo de Bosch, las crisis fueron superadas.
Ahora sus herederos políticos, enfrentados por las intrigas de dentro y de fuera, podrían conducir al PLD a su destrucción y a la derrota de ellos mismos si no ponen freno a tiempo a las pasiones y las insensateces.