Bajo el criterio de que el Presidente Danilo Medina no sería el candidato a repetir del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) porque la Constitución de la República lo prohibía, los voceros partidarios y mediáticos de la oposición política centraron sus ataques durante tres años contra el ex presidente Leonel Fernández, en quién vieron como el rival a vencer en las elecciones del año entrante.
Con manido maniqueísmo, presentaban a Medina como “el bueno”, que arrastraba un déficit fiscal dejado por Fernández “el malo”, estrategia con la que apostaron a dividir a estos presidentes, de la República uno y del PLD otro, líderes indiscutibles de la organización fundada el profesor Juan Bosch en 1973.
Desde que comenzó a ponerse en marcha la estrategia opositora, muy especialmente por parte de lo que es hoy el Partido Revolucionario Moderno (PRM), no faltaron las advertencias sobre el peligro de practicar una “oposición atípica”, aferrada a la esperanza de dividir a la organización oficialista, sin propuestas a la solución de problemas vitales, como es el papel que se le otorga en las sociedades democráticas.
Durante las semanas que se mantuvo la crisis dentro del PLD, debido a posiciones encontradas entre quienes defendían la reforma constitucional para permitirle una segunda repostulación al Presidente Medina y los que se oponían, la agitación divisionista por parte de la oposición y sus voceros llegó a su punto más alto, hasta dar por seguro que no habría acuerdo posible que zanjara las diferencias.
Las redes sociales fueron el escenario por excelencia donde se podía medir el nivel de las expectativas de división, lo que le franquearía las puertas del poder a la oposición en las elecciones del 15 de mayo de 1916. Gran sorpresa es la que se han llevado los voceros y teóricos adversarios del PLD tras el acuerdo de 15 punto suscrito por los 35 miembros del Comité Político de la organización morada, lo que le garantiza concurrir unida a los próximos comicios.
Por las expresiones que trascienden en los medios de comunicación y en las mismas redes de la Internet, ahora para la oposición nadie es “bueno” en el PLD, y tanto Leonel como Danilo, son igualmente “malos” junto a la totalidad de sus compañeros y aliados. Eso también se había advertido por estos mismos medios.
Se evidencia que en lo inmediato, los adversarios del PLD se esforzarán en tratar de mantener vivas las diferencias surgidas durante las contradicciones, sobre todo en magnificar posibles resentimientos y malquerencias, dividiendo a los peledeistas entre “vencidos y vencedores”.
Tal vez los presentados por los adversarios como “vencedores” sean los que de manera más efectiva puedan buscar revertir esa peligrosa apreciación para la causa del PLD y sus aliados.
Los pueblos, las organizaciones políticas, las congregaciones religiosas y todas las agrupaciones humanas, como los individuos, sufren etapas en las que necesariamente deben evaluar sus comportamientos, como una forma de adoptar conscientemente los pasos a seguir para una mejor supervivencia.
Probablemente una mirada sincera frente al espejo sea lo más saludable para esos momentos de crisis, que no es otra cosa que el tiempo de cambio, propio de todo lo que vive y como tal quiere seguir viviendo. Posiblemente eso fue lo que hizo el PLD, y de ahí la estupefacción de sus opositores.
El reencuentro con los métodos que le dieron origen podría ser lo más conveniente para el partido de la bandera morada y la estrella amarilla, tras el sacudión iniciado en Juan Dolio el 19 de abril del 2015, y sorteado por el tacto político de su liderazgo la semana pasada.
El cuestionamiento de la oposición viene ahora a los legisladores y al mismo acuerdo que puso fin a la crisis, lo que la continuará alejando de su rol, que es el de hacer propuestas realizables para el bien del país.
Recientemente comentaristas invitaban a una revisión a las páginas políticas de la prensa dominicana de los últimos tres años a fin de palpar el dato sorprendente de un fenómeno que podría calificarse como el de una “oposición atípica”, debido a la falta de propuestas de los competidores del partido en el poder para la solución de los problemas nacionales y la manera inconsistente en que han pretendido capitalizar coyunturas para crecer ante el electorado.
Se refería que un chequeo aleatorio de las páginas políticas de los diarios dominicanos deja convencido al investigador de que el importante papel que juega la oposición en toda sociedad democrática, basado en críticas constructivas y proyectos para una eventual gestión gubernativa había estado ausente.
Se refirió que tras la caída de la dictadura trujillista en 1961 predominó el caos político hasta las elecciones del primero de junio de 1966, que dio origen al primero gobierno electo tras el golpe de Estado al Presidente Juan Bosch en el 1963. El ambiente bélico reinante frente al gobierno de facto no era propicio para el ejercicio de una real oposición, que se desarrolla en regímenes verdaderamente democráticos.
Aunque el gobierno surgido de unas elecciones bajo las botas de la intervención norteamericana de 1965 no podría describirse como auténticamente democrático, debió ejercer el poder con una oposición que no le dio tregua con sus críticas de diferentes géneros y propuestas de solución a problemas que iban desde las libertades públicas, los servicios básicos, la defensa a los recursos naturales, la mejoría del sistema educativo, la salud, la alimentación y todos los sectores productivos.
Desde su ascenso al poder, el viejo Partido Reformista (PR), con Joaquín Balaguer a la cabeza, gobernó con una oposición que encabezada por el entonces aguerrido Partido Revolucionario Dominicano (PRD), le hacía saber al pueblo que tenía otras ofertas frente a las autoridades de turno.
Solo así se erigieron en el espectro partidario jóvenes dirigentes como José Francisco Peña Gómez y todos los que se formaron en el PRD bajo las orientaciones de Bosch.
Pero también surgieron otras organizaciones en el período entre los doce años balagueristas desde el 1966 hasta el 1978, como fue el caso del PLD, fundado por Bosch en diciembre de 1973, tras su renuncia del PRD pocos meses antes.
Una izquierda que iba desde el foquismo bélico hasta el intelectualismo conceptualizador también jugaba su papel, sobre todo entre la juventud estudiosa, que creía en la posibilidad de construir una sociedad más justa y participativa. Todo eso, junto a los partidos de derecha que no compartían la corrupción ni los crímenes políticos de aquella época de terror.
Con el ascenso al poder del PRD en 1978, encabezado por Antonio Guzmán, y su gobierno sucesivo iniciado en 1982 por Salvador Jorge Blanco, se amplió el arcoíris democrático que permitió el crecimiento del PLD, organización que hizo una oposición coherente y de propuestas frente a los gobiernos perredeistas, hasta el punto de que en las elecciones de 1990 se convirtió en el partido más votado.
PLD y PRD, junto a un Partido Revolucionario Independiente (PRI) de Jacobo Majluta, que después se quedó rezagado, planteaban propuestas políticas, económicas y científicas frente a los últimos gobiernos de Balaguer en el período 1986-1996, aunque con sus respectivos estilos e ideologías.
Una oposición frontal tuvo el primer gobierno del PLD encabezado por su Presidente Fernández entre el 1996 y el 2000, hasta el punto de que la organización, pese a realizar un gobierno de altas calificaciones por los organismos competentes, perdió primero las elecciones congresuales y luego las presidenciales, con el hoy Presidente Danilo Medina como candidato.
Esa situación se produjo cuando los reformistas, que habían sido aliados del PLD en el 1996, buscaron un camino independiente con la candidatura de su viejo caudillo, lo que dividió el voto tradicionalmente antiperredeista.
Con el triunfo de Hipólito Mejía se entronizó lo que se conoció como “un gobierno atípico”, debido al estilo folklórico que impuso desde el poder el jefe del Estado.
La oposición que hicieron el PLD, el PRSC y otras organizaciones fue visiblemente prudente, tal vez por las grandes expectativas creadas entre las masas populares por la oferta electoral ganadora.
En los primeros meses el PLD se dedicó a enarbolar sus logros a su paso por el poder entre 1996 y 2000, y a reformar sus estatutos a fin de convertirse en una entidad política más abiertas para las futuras batallas que tendría que enfrentar en las jornadas cívicas criollas.
El grupo conocido como PPH dentro del PRD logró ganar las elecciones congresuales y municipales del 2002, lo que le alentó a reponer la reelección presidencial, entonces prohibida constitucionalmente.
El restablecimiento de la figura de la reelección coincidió con el desplome de la economía con la quiebra de una serie de bancos, una inflación sin precedentes y la caída de la moneda cerca del 60 por uno con relación al dólar.
Entrado el 2003 la crisis económica se volvió insoportable y los dominicanos comenzaron a añorar la presencia del PLD en el poder. Los líderes históricos del PRD, PLD y PRSC, Peña Gómez, Bosch y Balaguer habían desaparecido físicamente del escenario político, y en mayo del 2004, el Presidente Fernández, con el 58 por ciento de los votos contra un 33 por ciento de Mejía, volvió al poder para el retorno de la confianza perdida.
Entre los años del 2004 y el 2008 Mejía mantuvo un bajo perfil, permitiendo que su otrora ministro de Obras Públicas, Miguel Vargas Maldonado, se convirtiera en candidato presidencial del PRD. El mismo candidato llegó a quejarse del poco esfuerzo que hizo el ex mandatario para que su partido ganara los comicios.
En el 2012, la fuerza del PPH dentro del PRD logró desplazar a Vargas Maldonado, presidente del partido, y volver con Mejía como candidato, quien fue derrotado por el PLD, gracias al trabajo mancomunado de su candidato presidencial Medina, la vicepresidencial Margarita Cedeño de Fernández y el liderazgo aglutinador del entonces Presidente Fernández, junto a las fuerzas aliadas.
Tanto en los gobiernos consecutivos de Fernández como en la actual gestión de Medina la falta de propuestas de la oposición ha sido llenada por el apoyo a conatos de huelgas y a descalificaciones a las iniciativas gubernamentales, sin plantear opciones objetivas, sobre todo en asuntos económicos, de seguridad ciudadana, servicios de energía, salud, educación y de interés general.
De la lucha interna entre los perredeistas surgió lo que se conoce como el PRM, integrado por los miembros más conspicuos del PPH. La nueva agrupación se ha limitado al apoyo de todo lo que constituye descalificación o ataque al presidente del PLD, sin importar procedencia, así como todo conato de huelga de los denominados grupos populares.
El rasgo más atípico de la oposición, especialmente del PRM y lo que se conoce como la Convergencia, fue su ataque feroz al ex presidente Fernández desde su salida del gobierno el 16 de agosto del 2012. En ello coincidieron con los representantes de la denominada sociedad civil, quienes prefirieron combatir al ex gobernante antes que al actual, debido el segundo estaba impedido constitucionalmente de repostularse.
En otras palabras, el objetivo no fue solo el ataque a Fernández y la defensa a Medina, sino sacar del poder al partido morado.
Apostar a la división del PLD como única posibilidad de la oposición retomar el poder se encamina a terminar en un cálculo equivocado, debido a la capacidad que ha demostrado la organización fundada por Bosch para ponerse de acuerdo aún en los momentos más difíciles.
Se han referido estudios sobre el fenómeno político dominicano demostrativos de que la población estaría más agradecida de la oposición si se manejara con propuestas y críticas constructivas para la solución de los problemas que le aquejan, antes que continuar instrumentalizando acciones de entelequias o en la simple apuesta a la división del PLD.