El periódico El País, de España, del pasado viernes 21 del mes de agosto, trae una información – acompañado de un video – acerca de un proyecto que se está desarrollando en la región del Chaco, en el norte de Argentina, el cual tiene como propósito la conservación de los bosques que allí existen, mediante la implementación, con los campesinos de la zona, de planes de manejo forestal.
Estos bosques, resalta el artículo, constituyen la segunda masa boscosa más importante de Sudamérica, con una extensión de 21 millones de hectáreas, (lo que equivale a más de cuatro veces el territorio de la República Dominicana) y para su manejo se piensa incorporar unas 150 mil familias. El Banco Mundial sirve de soporte financiero al proyecto.
La publicación de esta información en el periódico español, nos parece una feliz coincidencia con el debate que desde hace varias semanas se tiene en nuestro país, debido al cuestionamiento que importantes núcleos de la población hacen a la autorización de los planes de manejo forestal por parte del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Con loable preocupación, muchas personas entienden que cualquier tipo de extracción que se haga del bosque deriva en una disminución del mismo, con el consiguiente daño al ecosistema del área intervenida.
Como hemos explicado en otras ocasiones, la total prohibición al corte de cualquier árbol que se implementó en el país desde finales de la década de los sesenta, no solamente demostró ser ineficaz, sino que sirvió para el surgimiento de lo que entonces se llamó la confrontación árbol – campesino, que llevaba a que todo árbol que nacía en la finca de un productor era eliminado estando pequeño, pues el agricultor consideraba que si no podía usar dicho árbol al alcanzar su adultez no valía la pena permitir su crecimiento. Desde una perspectiva social, una de las peores repercusiones de esa política fue el notable desmejoramiento de la vivienda rural, que entonces se construía de madera criolla, ya que los campesinos carecían de recursos para la adquisición de bloques de cemento y de madera importada.
Al ver que la deforestación no disminuía, desde finales de los años 80se levantó la prohibición absoluta al corte de árboles y se iniciaron los primeros planes de manejo; unos en el bosque seco del sur, con la asesoría de la cooperación alemana (entonces GTZ) y otros en el Plan Sierra, con la asesoría de la cooperación sueca.
Los beneficios generados por los primeros planes de manejo y el desarrollo del Plan Nacional Quisqueya Verde, sentaron las bases para la aparición de un incipiente empresariado forestal, cuyos resultados más visibles son las cientos de miles de tareas de bosques comerciales, con resultados cada vez más voluminosos, y el tráfico de camiones transportando el producto maderero. Es oportuno precisar, que aunque la expresión de que somos un país esencialmente agrícola está muy extendida, lo cierto es que nuestro territorio es montañoso en un 70%, más favorable, por tanto, para la foresta y para los cultivos de montaña.
Es innegable que en el pasado tuvimos una industria maderera esencialmente extractiva, que afectó severamente los bosques de pino de la Cordillera Central, los de la vertiente norte de la Sierra de Neiba y los bosques de madera dura de la región sur y de Puerto Plata. Pero históricamente, en el nuestro, como en otros países, la ganadería y la agricultura han sido los mayores causantes de la deforestación. La expansión de la industria azucarera, el cultivo del maní en el noroeste y las provincias de San Juan y Elías Piña, la siembra de papa y repollo en las montañas de Constanza y San José de Ocoa, así como una ganadería extensiva que existe en las zonas de montaña, tienen la cuota más alta de la deforestación que sufrió nuestro país.
Más recientemente, la eliminación de muchos cafetales debido a las enfermedades y a los bajos precios, la siembra de aguacate en lugares inapropiados y el conuquismo, constituyen las amenazas del presente. Visítese las lomas de Cambita, en San Cristóbal, para comprobar nuestra afirmación.
Volviendo a los planes de manejo forestal, es necesario entender que este instrumento constituye, junto a las plantaciones comerciales, el mecanismo que hoy se está aplicando en todas partes para preservar los bosques, evitando así el cambio de uso de suelo que suele ocurrir cuando de estos no se obtienen beneficios. En términos sociales, esta política permite la incorporación a la dinámica económica de una población campesina cuyos indicadores de pobreza se expresan con mayor agudeza en las cuencas altas de nuestros ríos y en las comunidades insertas en los alrededores del bosque seco. Claro que para que un plan de manejo sea exitoso, se requiere ser meticuloso en su formulación y, sobre todo, riguroso en la supervisión.
En el Ministerio de Medio Ambiente se tiene plena conciencia de ambos aspectos, por lo que, en la aprobación de estos planes participan técnicos forestales, biólogos, expertos en suelo, etc. y ante cualquier fallo que se detecta en su aplicación se procede a la suspensión del plan de manejo y a la sanción de su propietario.
Entendemos y valoramos toda preocupación que se exprese en favor de nuestro patrimonio natural, pero puede estar segura la población de que como autoridad ambiental solo nos anima la preservación del mismo.