Hablan los hechos

El derribo por fuerzas turcas de un bombardero ruso Su-24, que volaba sobre territorio de Turquía próximo a la frontera con Siria y cuya nacionalidad no pudo establecerse previamente, según comunicó oficialmente Ankara al Consejo de Seguridad de la ONU, ha aumentado significativamente la tensión en la zona.

Rusia ha rechazado tajantemente la versión turca de los hechos, argumentando que la aeronave militar fue derribada en territorio sirio y que en ningún momento llegó a representar un peligro para Turquía.

Más allá de estas versiones encontradas, llama la atención el manejo turco de la cuestión. Según el protocolo, existen algunos pasos básicos que se deben cumplir antes de derribar una aeronave, como la advertencia de violación del espacio aéreo y el disparo de ráfagas de advertencia. El derribo es una decisión extrema que se adopta ante una amenaza evidente. Turquía tenía información previa de las operaciones llevadas a cabo en la zona por la aviación rusa. No había razón alguna para sospechar de la presencia en la zona de aeronaves hostiles. Estos factores obligaban a la prudencia.

Turquía no solo derribó la aeronave militar rusa, sino que en vez de utilizar los mecanismos de comunicación que había acordado con el Ministerio de Defensa ruso para dar las correspondientes explicaciones a Moscú y evitar así daños en las relaciones con una nación amiga, que supuestamente comparte con el país transcontinental intereses estratégicos en la región de Oriente Medio, el gobierno de Erdogan convocó de urgencia a sus aliados de la OTAN para solicitarles ayuda ante lo que consideró una agresión en su contra.

Más aún, luego de este incidente el gobierno turco envió una flotilla de 18 aviones F16 a su frontera con Siria, además de 20 tanques de guerra para supuestamente garantizar la seguridad de su territorio, decisión que además de dejar claro su voluntad de repetir la acción que calificó de autodefensa, le da al hecho la clara connotación de acción premeditada con el propósito claro de forzar un distanciamiento.

Analizando lo declarado por Turquía sobre la trayectoria del vuelo del aparato, el general estadounidense Tom MacInerney, ex jefe en Alaska de las fuerzas del Comando de Defensa Aeroespacial de América del Norte (Norad), responsable de la protección antiaérea de Estados Unidos y Canadá, ha dicho que la aeronave derribada no estuvo dentro de los límites de Turquía un tiempo suficiente como para preparar condiciones y ordenar su destrucción en plazos tan breves. Esto demuestra, a su juicio, que la acción hostil fue planificada de antemano.

Luce obvio que el gobierno de Erdogan no se sentía cómodo con las operaciones que venía realizando la aviación rusa en la zona. Su actitud pone de manifiesto la intención de establecer por la vía de hecho una zona de exclusión aérea para las aeronaves rusas en las proximidades de su frontera con Siria.

Moscú acusa a Ankara de pretender controlar el contrabando de petróleo extraído en los territorios de Irak y Siria bajo su control por parte del grupo terrorista Estado Islámico (EI). Según la publicación New Eastern Outlook, amigos y familiares del presidente Recep Tayyip Erdogan, entre los que se encuentra Bilal Erdogan, hijo del mandatario, serían los responsables de gestionar el lucrativo negocio. Los terroristas venden el petróleo robado por una tercera parte de su precio en el mercado mundial.

Desde que decidió involucrarse en la lucha contra EI a petición del gobierno de Bashar al Assad, la aviación rusa ha considerado prioritario impedir el trasiego de petróleo a través de camiones cisterna que se mueven por corredores especiales desde Irak y Turquía, en lo que se ha denominado como “operación oleoducto sobre ruedas”. Esta venta ilegal de crudo es lo que ha convertido al EI en el grupo terrorista más rico en toda la historia.

La fuerza aérea turca habría recibido la orden de proteger desde el aire los convoyes de camiones cisterna en el último tramo de su movimiento hacia territorio turco. Conforme a esta versión, fueron los aviones turcos responsables de cumplir esta misión los que abrieron fuego contra los dos aviones Su 24 rusos, uno de los cuales resultó impactado.

Aunque en las condiciones de Oriente Medio las columnas de camiones cisterna son visibles a grandes distancias desde el aire, como lo ha demostrado el gobierno ruso con vídeos y fotografías que circulan por toda la red de internet, estos convoyes nunca fueron considerados como un objetivo militar en los largos meses que lleva la operación aérea occidental en los territorios de Irak y Siria contra posiciones del Estado Islámico.

Moscú ha ido más lejos todavía al acusar a Turquía de complicidad con el terrorismo mediante el suministro de armas y el libre tránsito a través de su frontera desde y hacia el territorio sirio, una posición que comparte el ex comandante de la OTAN, Wesley Clark, quien sostiene que el EI sirve además a Arabia Saudita.

Rusia ha manejado con mucha serenidad la situación creada por el derribo de su bombardero táctico. Pero su actitud, al mismo tiempo, es firme y su respuesta inteligente. Moscú aprovechó el momento para anunciar el despliegue en la base aérea siria de Jmeimim, a 30 kilómetros de la frontera con Turquía, de su sistema de defensa S-400, un conjunto de baterías móviles de misiles diseñados para derribar cualquier cosa que vuele en un radio de 400 kilómetros de distancia. Este paraguas protector sobre las fuerzas rusas, que les permite atacar sin ser atacadas, modifica el balance de fuerzas existentes en la zona.

Desde la posición de Moscú los vuelos de aviones turcos sobre territorio serio son ilegales. Como parte de su respuesta a Ankara, Moscú suspendió todos los contactos entre su Ministerio de Defensa y las fuerzas armadas de Turquía. La presión sobre el gobierno de Erdogan, que con su acción le da a Rusia nuevos argumentos para la defensa del gobierno de Assad, es considerable.

El derribo del avión ruso por parte de Turquía se produjo en el momento en que Francia desplegaba una ofensiva diplomática con miras a conformar una amplia coalición contra el terrorismo luego de los atentados del 13 de noviembre en París. De hecho Francia y Rusia lograron ponerse de acuerdo para coordinar acciones contra el EI en territorio sirio, dejando a un lado la posición de las partes con respecto al gobierno de Assad. Una alianza que se selló días después del incidente durante una visita a Moscú del presidente François Hollande, lo que no deja de ser un espaldarazo a la posición rusa. Pero el incidente de marras ha introducido nuevos elementos que complican los esfuerzos encaminados a acercar posiciones en la lucha contra el terrorismo.

Lo que se pone de manifiesto una vez más es lo que venimos sosteniendo desde que estalló el conflicto: los mismos intereses geoestratégicos que dieron origen al Estado Islámico son los que hoy impiden la unidad de criterios para su aislamiento y destrucción, pese a que se trata de un fenómeno evidentemente fuera de control.

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