España ha entrado en una etapa de incertidumbre política luego de las elecciones generales del pasado 20 de diciembre, de las que emergieron como fuerzas importantes en el Congreso de los Diputados dos nuevos partidos, el izquierdista Podemos y el de centroderecha Ciudadanos.
Quedó sepultado el sistema bipartidista que por más de tres décadas dio estabilidad a España mediante la alternancia en el poder de los partidos Popular (PP) y Socialista Obrero Español (PSOE). En 2007 ambas organizaciones tenían el 84,7% de los votos, cifra que bajó al 73,3% en el 2011. En las pasadas elecciones apenas alcanzaron el 50% del respaldo popular.
El resultado de la pasada consulta, que contó con una impresionante participación del 73% del electorado, es un órgano legislativo fragmentado que impide a cualquiera de las fuerzas políticas gobernar en solitario. El PP fue el partido más votado al lograr 123 puestos en el Congreso de los Diputados(28,7%), pero muy lejos de los 176 necesarios para formar gobierno. El PSOE consiguió 90 escaños (22%), Podemos y aliados 69 (20,6%) y Ciudadanos 40(13,9%). Estas últimas dos organizaciones se estrenan en el parlamento y sus votos serán determinantes en lo adelante para la estabilidad política de España.
El próximo 13 de enero quedará instalado el nuevo legislativo. Al rey Felipe VI corresponde designar al candidato con más opciones, que por tradición se considera como tal al más votado, que en las pasadas elecciones lo fue, como dijimos, Mariano Rajoy. El candidato del PP y actual jefe en funciones del gobierno deberá ser investido en una primera vuelta por mayoría absoluta de votos, o por mayoría simple en una segunda vuelta que tendría lugar dos días después.
Rajoy pudiera conseguir los votos necesarios para formar gobierno si el PSOE,Podemos y Ciudadanos se abstuvieran. En este caso el gobierno tendría que negociar con la oposición todas sus iniciativas, quedando expuesto, además, a una moción de censura.
Sin embargo, tanto el PSOE como Podemos han anunciado ya que se opondrán a la investidura de Rajoy, contrario a Ciudadanos que está dispuesto a facilitarla vía la abstención. En un escenario como este Rajoy no tendría,obviamente, posibilidad ninguna.
Otra alternativa sería la conformación de una amplia coalición de izquierda, que además del PSOE y Podemos, debería reunir a algunas de las organizaciones independentistas y nacionalistas vascas y catalanas, que en total cuentan con 25 votos en el parlamento. La mayoría de los analistas la han descartado por complicada, pues entre muchas otras cosas tropieza con visiones muy distintas sobre el manejo del espinoso tema de la pretendida independencia catalana o el deseo de mayor autonomía por parte de los vascos.
Los líderes regionales del PSOE, los denominados “barones” del partido, han descartado la posibilidad de alianza tanto con las organizaciones ubicadas a su izquierda como con el PP. De no lograrse un acuerdo para garantizar la gobernabilidad, habría que convocar nuevas elecciones en un plazo de dos meses, que es lo que al parecer ocurrirá.
Los resultados de las elecciones españolas, vistos serenamente, hablan de un deseo de cambio de rumbo, de la aspiración de un pueblo por alcanzar almenos una atenuación de las severas políticas de austeridad implementadas por el gobierno del PP con la complacencia directa o indirecta del PSOE. El electorado castigó a ambas organizaciones para forzar un cambio de rumbo sin estrambotismos ideológicos.
En los últimos cuatro años el PP ha perdido casi cuatro millones de votos. El PSOE, por su parte, pasó del 28,8% de los votos en el 2011, al 22% alcanzado en diciembre pasado. No sería exagerado decir, por tanto, que se trata de dos organizaciones políticas en franco declive.
Mario Vargas Llosa dice en un artículo publicado en el diario el país el pasado 27 de diciembre que “todo el mundo parece de acuerdo en que las recientes elecciones en España acabaron con el bipartidismo…”, pero confiesa no entender por qué “una mayoría inequívoca parece celebrarlo”.
Con más de 5 millones de desempleados, 61,2% de los cuales son de larga duración, o sea, que tienen más de un año sin trabajo; más de 600,000 víctimas de desalojos hipotecarios por incapacidad de pago desde el inicio de la crisis, y un deterioro generalizado de la calidad de vida como consecuencia de los brutales recortes del gasto social, es natural que el pueblo españoldesee un cambio de rumbo.
La gente cree que PP y PSOE han aceptado con indignante resignación las políticas de austeridad impulsadas por la troika en Europa, respondiendo a los intereses de Alemania. Eso explica que el bipartidismo español pierda apoyo tanto por el flanco izquierdo como por el derecho. Y que concomitantemente hayan surgido dos nuevas opciones políticas, una de izquierda y otra de centroderecha.
La crisis griega y la actitud frente a la misma de la denominada Troika pusieron en evidencia los distintos enfoques que en el propio bloque europeo existen sobre cómo hacerle frente a problemas de esta naturaleza. Países como Francia, Reino Unido e Italia se pronunciaron a favor de políticas susceptibles de estimular el crecimiento económico como la mejor forma de combatir los déficits. La experiencia de Estados Unidos, cuya economía muestra hoy un buen desempeño, es la mejor prueba de que el camino que se le impuso aEuropa es absolutamente equivocado.
Vargas Llosa ve la alianza PP-PSOE-Ciudadanos como lo reacción más natural frente a la actual coyuntura porque de alguna manera las dos primeras organizaciones han hecho causa común con las políticas impulsadas por la Troika, mientras que la tercera, aunque no ha tenido poder de decisión y aboga por hacer las cosas de manera diferente, en el fondo no está muy distante de estas posiciones desde el punto de vista ideológico.
Sin embargo, un acuerdo como este no garantizaría estabilidad política al país por mucho tiempo, pudiendo incluso acelerar el desgaste de los dos partidos políticos tradicionales y hundir a la organización de centroderecha que por primera vez consigue escaños en el parlamento como consecuencia de ese desgaste.
Una situación similar ocurrió en Grecia luego de que la presión popular obligó a Yorgos Papandreu a renunciar como primer ministro. Las dos organizaciones que desde 1974 se alternaban en el gobierno, el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) y el Partido Nueva Democracia (ND) se coaligaron para retener el poder y cerrarle el paso a Syriza, que se creó en el 2004 y que desde entonces venía capitalizando el descontento generado por la grave crisis económica. En las elecciones de 2012 el PASOK y el ND lograron imponer a Antonio Samarás como primer ministro con el apoyo de Izquierda Democrática o DIMAR. Sin embargo, tres años después Syriza logró imponerse en unas elecciones anticipadas al obtener el 36% los votos y 149 escaños en el Parlamento, de un total de 300.
En la recién pasada contienda electoral española el PSOE intentó recuperar su tradicional posicionamiento político con duros ataques al gobierno del PP que buscaban polarizar la contienda. Su candidato presidencial, Pedro Sánchez, llegó a decirle en un debate televisivo al presidente del gobierno en su propia cara: “Usted no es una persona decente”. Pero falló al no poder explicar qué cosas haría en forma diferente al gobierno de Rajoy para beneficio de todos los españoles.
Más creativo fue Podemos, sin que nadie pudiera acusarle de radicalismos absurdos. Esta organización propuso, por ejemplo, una Ley de Emergencia Social con miras a prestarle ayuda a las familias en situación de extrema necesidad. Haber logrado desbancar el añejo sistema bipartidista español es una gran hazaña política para una organización de liderazgo joven con menos de dos años de existencia.
Un pacto entre el PP y el PSOE sería un acuerdo para que nada cambie, para extender la austeridad repudiada por la mayoría de los electores. Un pacto con la “indecencia” del que el PSOE no conseguiría absolutamente nada, pero que dejaría a Podemos como jefe de la oposición.
En política las cosas no suelen ocurrir como sugiere Vargas Llosa, un creador de realidades en la literatura que ingenuamente apela a la generosidad y al espíritu tolerante para fundamentar una propuesta de unidad política entre habituales contrarios de carne y hueso.
De lo que aquí se trata es de conjugar realidad con dividendos políticos. Y eso pasa por lograr el necesario consenso a lo interno de cada organización, algo que por lo general resulta sumamente complicado cuando se trata de cambios de rumbo radicales. En la nueva situación en que se encuentra España, a la que con Pablo Neruda muchos aprendimos a llevar en el corazón, lograr un equilibrio político para garantizar la gobernabilidad del país se ha convertido en algo sumamente complicado.
Pero no cabe duda de que con el empuje de las distintas fuerzas políticas habrán de construirse nuevos consensos, nuevos equilibrios. Eso llevará tiempo. El Pueblo observa deseoso de cambiar su situación. El buen juicio, la prudencia y la madurez, desde luego, cuentan.