La extrema derecha está en ardua labor de reciclaje en toda América Latina, y eso debe preocupar a todas las organizaciones progresistas de la totalidad geográfica de amerindia, incluyendo a los Estados Unidos de América; amenazado por la intolerancia propuesta desde la voz de uno de los precandidatos con mayor posibilidad de éxito partidario y tal vez hasta presidencial.
Esta embestida puede alejar grandes conquistas proyectadas por nuestras naciones en un porvenir cercano y frenar en un letargo de años, las ya alcanzadas con respecto a la igualdad y a la equidad en nuestros entornos nacionales; los que por muchos años fueron sometidos a carencias tan profundas, que relegaron el derecho a conquistas elementales del ser humano. La intolerancia que estos sectores camuflados en el pragmatismo del quehacer neoliberal, que ha disfrazado las ideas totalitarias del fascismo como movimiento político y social supuestamente nuevo, pero que dentro de ese carácter nacionalista a ultranza, conducen hacia el retroceso de los derechos que como individuo humano, hemos alcanzado en las últimas décadas.
Muchos militantes del marxismo en sus distintas denominaciones han tomado literalmente las palabras de Fukuyama en su teoría del fin de la historia, creyendo a ciencias ciertas que el neoliberalismo es la salvación, debido a que nuestra civilización ha llegado al final de la historia. Erróneamente se han dejado seducir por la falacia de que “no hay otra posibilidad, de que no hay otra salida más que el neoliberalismo.” Han creído en esos argumentos levantados sobre la hipótesis de que todas las demás ideologías fracasaron y se han dejado derrotar por el pesimismo que ve problemas insalvables en el fracaso de las ideas que sirvieron en décadas pasadas como fundamento de la mística del militante, dejándose convencer a conveniencias particulares confortables, de que todo ese trabajo fue un esfuerzo quimérico, un sueño que no solucionó nada.
La década de los noventa, condujo al poder del Estado a muchas fuerzas políticas como el Partido de los Trabajadores en Brasil, el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos, mejor conocido como IPSP; que aliado al Movimiento al Socialismo, popularizado como el MAS, llegaron al gobierno de Bolivia en el año 2005, con un 54% de los votos emitidos libérrimamente por el pueblo. Podríamos añadir las presidencias progresistas de gobiernos progresistas como el de La Argentina, de la República de Chile, la República de Nicaragua, del Uruguay, del Salvador y la República Dominicana.
Podemos afirmar, que durante los gobiernos que éstos distintos líderes han dirigido desde una génesis de ataduras culturales hegemónicas, han demostrado que el capitalismo neoliberal no es el único sistema capaz de producir riquezas y bienestar social. Que existe el camino liberal progresista; el que hemos desarrollado desde un capitalismo menos atroz, más incluyente, solidario y compasivo.
Los que nos consideramos liberales progresistas, no podemos entregarnos al descuido ni a la comodidad que muchos han alcanzado a través de los mecanismos burocráticos de la sociedad política, la que pensiona a algunos de sus servidores con montos capaces de solventarles con calidad de vida, cuyo confort es capaz de borrarles los compromisos sociales con que iniciaron sus labores políticas. Renegar de estos compromisos, aduciendo un discurso falso y comodo, no debiera dejarles dormir tranquilos, por el contrario, debiera atormentarles eternamente su incapacidad para entender su rol en su tránsito por la vida y recordarles el decoro con vivieron y murieron quienes hicieron posible su actual confort.
Una de las principales características de ser humano, es la búsqueda de la libertad y esa libertad empieza por la conquista de garantías de algunos derechos fundamentales como los de comer en condiciones dignas, tener acceso un servicio de salud de calidad, disfrutar de un medio ambiente que le garantice seguridad ciudadana y estabilidad emocional, entre otros no menos relevantes para una vida decente, desde una óptica honorable y digna.
La historia ha demostrado que la libertad no puede ser absoluta sino relativa, por ello existen las normas que rigen los derechos y los deberes, ¡que nos se nos olvide nunca!, porque desde la aparición de los agrupamientos sociales han existido relaciones de dominación, pero el siglo XXI no soporta desde la visión ciudadana, que el Estado rehúya de su función de coerción por medio de sus instituciones, valores e ideologías a la población en sentido general, pero mucho más a las elites políticas y empresariales, que por demás son las que obtiene mayores beneficios de las actividades sociales, tanto oficiales como civiles.
En tal sentido, el liderazgo del PLD tiene la imperiosa necesidad de acompañar y guiar los procesos partidarios con diafanidad, transparencia y honestidad probadas, para evitarse posibles caminos llenos de escombros como los que viven hoy liderazgos progresistas de países que conviven en nuestro entorno geopolítico, para muestra solo dos botones: La ex presidenta Cristina Fernández de La Argentina y Lula Da Silva, del Brasil.