Opinión

El lamento tiene un trasfondo pesimista. Por tener ese fundamento pesimista, no conviene al hombre, porque lo empequeñece ante los retos que debe encarar en su ajetreo diario. El futuro solo puede cambiarse enfrentándolo con valor. En ese sentido, el individuo humano está compelido a armonizar con la naturaleza que le rodea como contexto, acerca y sobre todo lo que a de vivir, en los procesos-situaciones a que se enfrente. Para ganar en esa relación, la que en la mayoría de los casos es arriesgada, incierta y conflictiva, debe dejar atrás todo vestigio de pesimismo.

El pasado solo debe servir para ganar el futuro. La experiencia empírica del proceso transcurrido, nos arma con las vivencias requeridas para enfrentar mejor los problemas.

Los acontecimientos del pasado tienen la posibilidad de armarnos con la retroalimentación de lo que ya ocurrió y no tiene remedio en el pasado, sino en el presente. La retroalimentación es un método técnico que ayuda a mejorar los procesos de hoy con miras a conseguir mejores resultados en la operatividad de las acciones programadas. Estas acciones sistematizadas en metas van cumpliendo con nuestros objetivos, ordenadas en formas cronométricas con tareas puntuales y los responsables de ejecutar cada una de ellas.

Lamentarnos, por ejemplo, de que los profesores hayan reprobado las mediciones de competencias en unos exámenes para medir aptitudes, es perder tiempo. La Pedagogía y la Andragogía se auxilian para estos casos, de las técnicas de administración, para trabajar la retroalimentación de los procesos.

La realidad de la incompetencia descubierta en las mediciones, sirve para trabajar una planeación retroalimentada con los resultados de las pruebas. Deben jerarquizarse los yerros de los profesores, para armar unos programas específicos, para de ese modo suplirles de los conocimientos, las técnicas, los métodos, la tecnología y las actitudes correspondientes para enfrentar cada uno en particular sus retos, al encarar sus debilidades profesionales con entereza, dedicación y humildad.

El lamento tiene relación con la compasión y la piedad. Lo anterior lo deduzco de las lamentaciones del Profeta Jeremías, las que contienen cinco elegías, unos poemas de lamento por la destrucción de Jerusalén tras haber caído en manos de Nabucodonosor II en 587 a. C. Estas elegías evocan, por tanto, la destrucción de Judá y el horror del sitio de la ciudad, que es con frecuencia personificada en un ser humano.

Con ese pretexto pregona la necesidad de un retorno al cumplimiento estricto de la Alianza y ataca las prácticas idólatras y los abusos de los fuertes contra los débiles, así como la hipocresía y superficialidad de los ritos.

El muro de las lamentaciones es el lugar sagrado más importante para los judíos. Se trata de los restos del Templo de Jerusalén, construido por Herodes en el año 20 antes de Cristo, el que fue destruido en el año 70 por los romanos. Entre las piedras que componen este muro, los fieles ponen pequeños papeles con sus peticiones, con la esperanza y la fe de cada uno, buscando que se hagan realidades las peticiones.

Pero, si éstos fieles no ayudan en el proceso, será muy difícil que logren obtener lo que buscan. Recodemos, que “para un buen entendedor, pocas palabras bastan.”

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