Opinión

No sé que tiempo hará, pero si recuerdo que la primera vez que escuche hablar del escritor René del Risco Bermúdez, hoy justicieramente homenajeado en la Feria Internacional del Libro 2017, fue en una conversación que sostuvieron el intelectual José Rafael Lantigua y el poeta ido a destiempo, Adrián Javier, en Casa de Teatro, en la Zona Colonial.

El dialogo de estos dos atletas del pensamiento y la palabra, sobre el autor del cuento “Ahora que vuelvo, Tom”; del cual fuimos participe en calidad de espectador; era incesante, apasionado y lleno de anécdotas de lo que ellos consideraban fueron genialidades del comportamiento y la poética de René del Risco Bermúdez.

Dentro del abundante e interminable dialogo entre Lantigua y Javier recuerdo un comentario coincidente de ambos sobre autor del poema “Viento Frio”: “René poseía una vena especial, siendo poeta muchas veces se denunciaba como narrador y siendo narrador no podía frenar su vena poética”.

Nada más cierto, eso lo pude comprobar meses después de comprar su obras completas y leer “Se me fue poniendo triste Andrés”, en este cuento es innegable la influencia del Dostoievski de La Mansa, su lirismo es insoslayable a veces mezclado con existencialismo y a veces apegado a una tradición citadina en donde enaltece al ser de la ciudad.

Es què en René del Risco indudablemente latía un decir poético directo, más comprometido con lo social que con el desarrollo de las técnicas y la imaginería de su arte.

En su obra se puede apreciar, además, del narrador una madurez creciente, definitoria de los que serían sus instrumentos naturales para contar, pero siempre tintados de una equilibrada respiración poética.

Lástima que René se fuera tan pronto, sin poder desarrollar su talento y sensibilidad. Y lo que es peor aún, el observar pasar el tiempo sin ver llegar a Tom padeciendo los rigores de ese Viento Frio que describiste en tu poética después de la derrota de la quimera revolucionaria de abril 1965.

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