Opinión

La política es una actividad apasionante. Puedo afirmar que es adictiva y peligrosa, para quienes se dejan seducir a profundidad alucinógena de sus encantos emocionales, dejándose enajenar de la realidad contextual y de reales posibilidades de éxito. En tal razón, debemos tener cuidado, porque la política daña al político cuando éste pierde su objetividad y cae en las redes de nirvanas embriagantes, los que erróneamente validan acciones impávidas.

La formación política existe para bridar estas actitudes. Las patologías políticas son prevenidas por la educación y el control institucionalizado en las organizaciones partidarias, estos son los medicamentos frente a los excesos al acometer la ejecución las tareas y la falta de comedimiento en el liderazgo. Esto así, porque en política no todo lo conveniente puede llegar a hacerse, si a la postre afecta al colectivo.

Es preciso acotar, que aunque la ciencia Política surgió como una forma de pensamiento filosófico y casi a la par de otras ciencias en tiempos lejanos de la historia, ésta sufrió rezagos a través de la cronología histórica. Pero estos rezagos le sirvieron para fortalecerse a lo largo del tiempo, para entonces aparecer como protagonista de los procesos sociales y económicos. El tiempo de ese rezago, le sirvió para convertirse en verdadera ciencia autónoma en el otoño del siglo XIX, aunque asociada a otras ciencias sociales, para poder concretar explicaciones objetivas a los fenómenos que estudia.

En el mismo orden de la puntualizaciones anteriores, debemos enfatizar, que la conceptualización de la política -como ciencia del hombre- varía de autor en autor. Pero, aunque se presentan diferencias, todos los autores coinciden en que la política fundamentalmente ha de encargarse de estudiar a plenitud, el ejercicio, la distribución y la organización del poder en la sociedad en que se desarrollan los procesos situaciones.

En consecuencia, la acción del politólogo como trabajador social por excelencia, es fundamental, debido a que acompaña a la sociedad en el proceso de construir caminos de convivencia en equidad e igualdad y lo hace, en unas jornadas de toma de decisiones que se refieren al desarrollo integral de los individuos y de los contextos en donde éste se desenvuelve como ente libre, pero atado a las normativas sociales vigentes y finitas. En ese orden, el politólogo va acentuando el sentido humanista de la vida social, va enfatizando el espíritu progresista y va puntualizando la acción democrática con su comportamiento cívico. Es en ese devenir, en donde se importantiza la formación política, como prevención cualitativa.

El papel de la formación política hace símil con la parábola del sembrador y en el transcurso del ejercicio político, la ética y las instancias jurídicas como socializadoras, cumplen su rol cuando alguien falla en el ejercicio de las funciones correspondientes.

El pragmatismo denomina a la política como “el arte de las conveniencias”, colocándola como un instrumento egoísta del quehacer público. En cambio nosotros, edificados por los concepto bochistas, podemos afirmar, que desde el Griego Platón hasta el florentino Giovanni Sartori, pasando por las vidas de John Locke, Inmamuel Kant, Friedrich Engels, Friedrich Nietzsche -como precursores de la Ciencia Política- ésta ha buscado siempre y en forma objetiva, distintas formas de alcanzar ideales en el ejercicio del Poder, pero no ideales individuales, sino en beneficios de la colectividad.

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