Todo internacionalista resulta ser el producto de un historiador apasionado, que con ánimos de poder interpretar el presente y proyectar el devenir futuro, se adentra en el estudio de fenómenos políticos, económicos y sociales, que a lo largo de distintas épocas suelen presentarse de un modo cíclico, o en el mejor de los casos, constituyen la evidencia más certera de que la evolución social, salvo algunas arritmias históricas, es constante y siempre deja un espacio para mejorar.
Esa particularidad, suele adquirir un sentido especial cuando coincide con fechas conmemorativas como lo es el “Día Internacional de la Mujer”, pues nos permite valorar de manera, no solo retroactiva, sino también contemporánea, lo que ha sido el rol fundamental en el desarrollo de toda civilización de éste ser tan sublime como imprescindible, al que llamamos mujer.
Ha sido evidente la transformación que ha venido experimentando el rol característico de la mujer a lo largo de la historia, pasando de una limitada labor de recolecta de alimentos en época prehistórica (mientras el hombre cazaba), hasta su incursión en el mercado laboral, especialmente como consecuencia de la revolución industrial y la economía de guerra en la primera mitad del siglo XX. No obstante, en todo caso dichas responsabilidades no les eximía de la titánica labor que comprende el cuidado del hogar y la crianza de los niños, una tarea que era vista con desprecio bajo un sistema familiar patriarcal, pero que sin embargo constituye una de las empresas más complejas de administrar. Por si fuera poco, la posibilidad de acceso a espacios sociales, laborales y políticos siempre fue limitado y bajo un fuerte ambiente de intolerancia y desigualdad.
Cabe destacar, que hubo un acontecimiento histórico de gran relevancia para el devenir futuro de la sociedad occidental, que contó con el rol protagónico de las mujeres, especialmente en el reclamo de igualdades sociales, la lucha de clases, y derechos políticos, como lo fue la Revolución Francesa.
En aquella ocasión, la marcha hacia Versalles tras la toma de la Bastilla las mujeres hicieron suyo el lema “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, bajo el cual dieron al traste con una monarquía decadente, que por aquel entonces disfrutaba de placeres mientras la sociedad francesa pasaba por una de las peores crisis de su historia (para 1788, una unidad de pan llegó a costar el salario de un mes de un ciudadano promedio).
De aquella movilización surgiría en 1791 la “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana”, que promovía la emancipación femenina, sus derechos fundamentales y el derecho a ejercer el sufragio. A pesar de aquel esfuerzo, durante el siglo XIX continuarían las movilizaciones reivindicativas de las mujeres, en especial denunciando la opresión social, las precarias condiciones laborales y el aun carente derecho al voto, que daría paso a los movimientos sufragistas en varias naciones europeas.
Teniendo como principal aliado al socialismo de la época, especialmente en figuras como Friedrich Engels, se fueron haciendo ensayos para reconocer mediante fechas conmemorativas el rol fundamental de la mujer en la sociedad, llevando a cabo los primeros ensayos para 1909, 1910 y 1911. No obstante, sería precisamente el 25 de marzo del 1911, cuando tendría lugar un hecho fatídico que marcaría un antes y un después en las luchas reivindicativas, debido a la muerte de unas 123 trabajadoras de una fábrica neoyorquina, la cual se incendió mientras ellas permanecían encerradas como parte de las inhumanas condiciones laborares.
A partir de entonces, los esfuerzos internacionales a favor de la mujer continuaron su curso de manera intermitente, dada las impensables irrupciones de la Primera y Segunda Guerra Mundial, hasta que en 1975 queda establecido de manera irrestricta el 8 de marzo como “Día Internacional de la Mujer”, antes conocido como el “Día de la Mujer Trabajadora”.
Es evidente que esta fecha, más que una celebración, comprende una ocasión para reflexionar los logros alcanzados por las mujeres en la sociedad actual, a la vez de ponderar de manera autocritica cómo hemos respondido a factores negativos como falta de igualdad, equidad, la brecha salarial, la débil participación política y empresarial, la violencia intrafamiliar, feminicidios, esclavitud sexual, etc.
Adentrados en la segunda década del siglo XXI, ciertamente contamos con una población femenina más consciente de sus derechos, empoderada en gran medida por lo que durante siglos ha sido una de las mayores fuentes de poder, el acceso al conocimiento y fuentes de información (desde la incursión de la Imprenta por Johannes Gutenberg en 1440, se han producido las más grandes revoluciones sociales de la historia humana). Sin embargo, las conquistas no han sido simétricas, ya que mientras en gran parte de occidente y oriente el acceso a la educación y sectores productivos, han dado paso a grandes avances en favor de las mujeres (lo que no implica que exista paridad en el trato), no menos cierto es que en regiones como África, Medio Oriente y algunas zonas de Latinoamérica, aún queda mucho camino que recorrer.
A pesar de los “avances” que se citan en nuestra región en términos políticos, partiendo del establecimiento de cuotas de participación electoral y parlamentaria (a nuestro entender las cuotas son un reconocimiento de la relación desigual y la carencia de garantías, que relega implícitamente a la mujer a una posición de inferioridad), existe un gran componente patriarcal que se ha llevado de paso el legado que se pensaba dejaría la presidencia de destacadas mujeres latinoamericanas.
Es así como queda la interrogante de que, si tras las gestiones progresistas de Dilma Rousseff, Cristina Fernández de Kirchner, Laura Chinchilla y Michelle Bachelet, ha habido un mayor empoderamiento colectivo de las mujeres a nivel político y empresarial en la región.
De hecho, se hizo evidente en las naciones que dirigieron, que su paso por la presidencia no logró generar transformaciones sustanciales en la estructura patriarcal, caracterizada por la relevancia que se le da a la figura presidencial y perfil autoritario, lo que en parte se evidenció tras ser desplazadas nueva vez en sus posiciones por hombres, mientras en la región no hay a la vista ninguna candidatura femenina a corto plazo. Agregado a esto causa alarma el dato de ONU Mujeres, que indica que a la fecha se registran más de 60,000 asesinatos de mujeres en Latinoamérica a manos de hombres, donde la región posee 14 de los 23 países con más feminicidios registrados del mundo, y donde República Dominicana ocupa uno de los tres primeros lugares en esta parte del Continente, solo detrás del Salvador y Honduras.
En definitiva queda mucho que hacer en materia de prevención, tolerancia, equidad, justicia y oportunidades a favor de las mujeres. Hoy en día se ha hecho viral la campaña #MeToo (#YoTambién), que denuncia el acoso sexual y que se une a otros reclamos populares como “NiUnaMás, que en Latinoamérica exige acciones concretas contra la violencia de genero.
A pesar de las adversidades, las mujeres se han mostrado capaces de alcanzar grandes conquistas a lo largo de la historia, acumulando méritos irrebatibles que el tiempo y los hechos tangibles se han encargado de compensar. Ser madre, esposa, empleada, cabeza de un hogar, política o empresaria, son solo algunas de las tantas facultades que tiene la mujer, un don exclusivo de ejercer con entrega y destreza que la simple lógica no puede desdeñar.
Consciente de que nos quedamos cortos al valorar sus aportes sustanciales, queremos concluir resaltando el nombre de algunas grandes figuras femeninas que durante milenios han dejado su huella para la posteridad: Nefertiti, Cleopatra VII, Zenobia, Juana de Arco, Ana Bolena, Catalina la Grande, Reina Victoria, Mata Hari, Frida Khalo, Evita Perón, Teresa de Calcuta, Benazir Bhutto, Indira Ghandi, Diana de Gales. Pero no podríamos concluir esta lista sin nuestras Anacaona, María Trinidad Sánchez, Concepción Bona, Rosa Duarte, Salomé Ureña, las Hermanas Mirabal, Mamá Tingó, María Montéz, Casandra Damirón, Gladdys Gutiérrez, Margarita Cedeño de Fernández, entre otras ilustres damas.
Nuestro respeto y admiración para la mujer.