Opinión

El frágil sistema monetario-financiero internacional podría colapsar una vez por las mismas causas (aunque bajo otras formas de expresiones bancarias) que una década atrás lo colocaron al borde del colapso con el estallido de la crisis económica mundial conocida como la Gran Recesión (2008-2009).

El territorio económico norteamericano fue el espacio geográfico donde hizo eclosión (o donde brotó) la famosa burbuja inmobiliaria y sus venenosos derivados financieros cuyos efectos pronto se propagaron por el resto de la economía mundial, mostrándose el problema en su verdadera dimensión, tras permanecer oculto durante años.

Pocos fenómenos financieros contemporáneos han sido objeto de tanta atención internacional como las causas y los efectos que se escondieron dentro de la creación bancaria conocida como los derivados financieros sobre las cuestionadas hipotecas subprime que dieron paso al otorgamiento de préstamos sin ninguna garantía ofrecida a clientes interesados en adquirir una vivienda.

Se recordará que en Estados Unidos hubo un festival de préstamos alentado por una política inmobiliaria diseñada por Alan Greenspan cuando estuvo al frente del Sistema de la Reserva Federal (FED, banco central norteamericano) durante el periodo 1987-2006.

Aunque en su momento fuese bautizado como el máximo gurú de las finanzas estadounidenses, lo cierto del caso es que a Greenspan la historia económica mundial le pasará factura por sus desacertadas decisiones adoptadas en el 2001, cuando procedió a rebajar las tasas de interés para la compra de viviendas a través de préstamos hipotecarios.

La errada decisión adoptada por Greenspan fue la semilla que germinó dentro del erosionado terreno del sistema bancario de Estados Unidos, pues ocurrió que millones de ciudadanos acudieron presurosos a las entidades financieras y bancarias en busca de préstamos hipotecarios para adquirir sus viviendas, relajándose de esa manera la observancia de las normas prudenciales necesarias para la aprobación de los mismos.

Ben S. Bernanke, quien fuera el sucesor en el 2006 de Alan Greenspan al frente de la FED, heredó un sombrío panorama monetario-financiero con el que tuvo que lidiar hasta su salida en el 2014 del banco central de EE.UU.

El periódico Financial Times escribió: “Bajo la presidencia de Bernanke, la Reserva Federal, que había cometido errores antes de la crisis (se refiere a la actuación de Greenspan, dg), ayudó a salvar a Estados Unidos y al mundo del desastre. La humanidad debería de estarle agradecida”.

Los elogios a la gestión de Bernanke podrían parecer exagerados, sobre todo cuando se piensa en la defensa de los intereses corporativos, que no de los contribuyentes. Pero no vamos a realizar un balance de su gestión al frente de la FED, pues este artículo no tiene como objetivo central esa temática.

Lo dicho precedentemente parecería ser un tema exclusivo para técnicos y especialistas en una disciplina tan teóricamente compleja como la ciencia económica.

Pero la práctica ha demostrado que todos los ciudadanos son economistas vivenciales, pues sobre ellos recaen los efectos de las buenas y malas decisiones adoptada por los hacedores de las políticas públicas al interior de los Estados y de los organismos internacionales llamados a regular el sistema monetario-financiero global.

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