Dentro de las enseñanzas sabías de Juan Bosch está aquella de que un político está determinado a convertirse en un líder exitoso, de masas, y de respeto por la mayoría de los estamentos de la sociedad, cuando por encima de todas las tentaciones y las provocaciones malsanas, es capaz de no titubear en lo referente a los principios y a los valores.
Efectivamente. Todo liderazgo político se construye bajo un sacrificio en donde permanece una lucha constante entre sus virtudes y sus defectos. Le corresponde entonces a él, y sólo a él, saber vencer la astucia de los desenfrenados que para nada les interesa la consagración de un liderazgo verdadero.
La integridad moral juega un papel fundamental para no dejarse arrastrar por las ambiciones de segundos o terceros.
A los políticos mediocres no les interesan ni los principios ni los valores. Mienten por conveniencia. Adulan por necesidad. Y no sienten vergüenza ante ninguna conducta inapropiada.
El líder político que ignore la importancia de los principios y los valores dentro de toda actividad humana está destinado al fracaso, pasará delante de los ojos críticos de la sociedad como uno más que supo aprovecharse de la ignorancia o de la debilidad de su pueblo.
El líder auténtico debe actuar con cuidado. Puesto que de la noche a la mañana podría ver derrumbarse toda su obra de bien con el menor estremecimiento de carácter social.