Insisto: en la delicada situación que vivimos actualmente, donde nadie tiene la verdad absoluta, algunos opinantes no quieren ver de forma objetiva y desapasionada la parte positiva de todo el esfuerzo y trabajo del gobierno dominicano y del personal médico, militar y policial desplegado en la primera línea de batalla para contener la propagación del virus; y prefieren, influidos por el ambiente de una campaña política electoral que hemos sido incapaces de postergar, mantener como “buenos francotiradores” la mira puesta en criticar o destacar los posibles errores como clara apuesta al fracaso del oficialismo en esta difícil tarea.
La cultura democrática admite y permite estos comportamientos que, sin embargo, muchas veces, como en la ocasión, no discriminan ni separan el genuino interés nacional, que en el momento actual es preservar la salud de la mayor cantidad de dominicanos, por encima de cualquier otro interés particular, ambición de poder o preferencia política, pasando por alto la admisión de la especial circunstancia que nos obliga a enfrentar unidos el desafío pandémico que, repito, no encontró a ningún país en el mundo preparado y en capacidad de evitarlo.
Es bueno saber que el desarrollo de esta película apenas comienza. Si sobrevivimos, aquí seguiremos haciendo libre ejercicio de comparar y sacar conclusiones propias de una crisis, que no es solo nuestra, y ya ronda los 4 millones de contagiados y ha cobrado cerca de 300 mil fallecidos en el mundo, entre los cuales se cuentan lamentablemente centenas de dominicanos que engrosan el índice de letalidad del país, que hasta el momento, se ubica por encima del 3%, y por debajo de la media de América, que a la fecha anda por los 5.8 %, lo que según parámetros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras entidades, representa un buen desempeño en el manejo de la crisis sanitaria actual.
Sin caer en el pesimismo paralizador y mucho menos ser ave de mal agüero, debemos prepararnos para lidiar y gestionar la gran crisis que nos sobreviene fruto del golpe pandémico multidimensional que, además de las vidas humanas arrebatadas, interrumpió abruptamente el desenvolvimiento económico estable y positivo que venía teniendo la República Dominicana desde el año 2004, con un sostenido y holgado crecimiento, traducido ya en muchas mejoras sociales, hasta el momento del parón de la economía mundial, en este inolvidable año 2020.
Por suerte, no estamos entre aquellos países donde el hambre constituye una amenaza inmediata y quizás mayor que el propio virus. No obstante, es posible que miles de dominicanos vean disminuir sus ingresos unos y perderlos otros, producto del aumento del desempleo y la quiebra de múltiples negocios, la escasez de divisas derivada de la caída abrupta del turismo, la disminución de las remesas y exportaciones, ocasionando quizás el aumento de la tasa de cambio, contribuyendo todo esto a incrementar la desigualdad social, la pobreza y la desesperanza de miles de compatriotas.
Los dominicanos no debemos dejarnos engañar, gestionar la crisis que sobreviene requerirá de un mayor esfuerzo y de un equipo gobernante experimentado, generador de oportunidades y realizador de obras, socialmente sensible, innovador, probado en la gestión pública y privada, que no llegue al poder a aprender, inventar o ejercer retaliación para cubrir incapacidad inicial sobre la marcha en un momento de profunda crisis socioeconómica que demandará soluciones fiables y oportunas.
Debemos “hilar fino”, no es momento para equivocarnos; ya que pronto podríamos vernos sumergidos en uno de los momentos más delicados y difíciles de nuestra historia republicana, para el cual debemos prepararnos y ser juiciosos en apoyar a quienes mejor garantizan el rumbo hacia la certidumbre, la superación de la crisis y así recuperar nuevamente la buena marcha del país de todos los dominicanos.