Han pasado algunas décadas desde cuando oíamos a don Pepe Justiniano Polanco (narrador de beisbol y comunicador de la época) decir: “el agua es vida, ¡no la desperdicies!”. Igual leímos o escuchamos alguna vez, que las próximas guerras iban a ser motivadas por el agua.
Para muestra un botón… Pues, estamos viviendo momentos que reflejan la pertinencia de ambas expresiones. Esto así: porque la situación que hoy día tenemos con nuestros vecinos haitianos, lo refleja claramente. La escasez del líquido vital en el lado occidental de la isla es mucho más aguda que en el nuestro. Pero eso no es nuevo ni casual, se debe a la deforestación que ha imperado desde siempre en el hermano país. Para comprobarlo bastaría con sobrevolar brevemente su área y observar la desolación y aridez del terreno.
En ese sentido, existe el Tratado de Paz, Amistad y Arbitraje entre la Republica Dominicana y la Republica de Haití, firmado en Santo Domingo el 20 de febrero de 1929, a los fines de establecer entre otros aspectos, el curso y uso de ríos que sirven de límites entre las dos naciones. Tal es el caso del rio “Dajabón” o “Masacre”. No obstante, lo que establece el referido Tratado en su artículo 10, un determinado segmento de la sociedad haitiana ha tomado la decisión unilateral de construir un canal para desviar el cauce del precitado rio divisorio, lo cual viola flagrantemente lo ya establecido. En ese sentido, las autoridades de la Republica Dominicana, se dirigen al primer ministro de Haití, Ariel Henry, para que intervenga en el asunto y ordene paralizar los trabajos en el canal, a lo que mandatario respondió que su gobierno no estaba de acuerdo con esa obra.
Pero lo más desconcertante fue escuchar a ese “primer ministro” expresar en su discurso de la recién celebrada Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York, que su gobierno y el pueblo haitiano apoyaban la construcción del canal. Esas y otras incongruencias, así como los comentarios que circulan en las redes, hacen pensar que la ejecución de esos trabajos constituye una provocación cuyos fines lucen inconfesables. Estemos atentos.