Editorial

En la semana vísperas de la celebración de las elecciones presidenciales y congresuales el Gobierno y su partido botaron la casa por la ventana presentando nuevas compras de dirigentes opositores y exhibiendo un costoso premio otorgado en Washington por el ejecutivo de una empresa del sector eléctrico que funciona en República Dominicana.

Dos manifestaciones con las que procuran mostrar una fortaleza en su proposito de ganar las elecciones en primera ronda, sin importar el daño que acciones de esa naturaleza hacen a la democracia.

Es un vil engaño a la ciudadanía la exposición de un premio comprado por las diligencias de un empresario con intereses en una empresa de servicio público que, más temprano que tarde, le pasará factura al Gobierno.

Hace un gran daño a la democracia la exhibición de trofeos comprados con los recursos públicos, como ha sucedido con los opositores que han cerrado fila en el partido de Gobierno, quienes se pronuncian elogiando acciones y hechos inexistentes.

El ejercicio de la política en el país y en otras latitudes está pasando por una crisis de legitimidad que tiene sus raíces en actuaciones de dirigentes que anteponen sus intereses particulares a los de la nación.

Se está facilitando el ascenso al autoritarismo, se está cediendo el paso a mercaderes de la política, lo que más temprano que tarde nos llevará a la quiebra del imperfecto esquema democrático establecido en el país sobre la base de luchas y sacrificios, de penurias y vicisitudes.

A la compra de dirigentes opositores se suma la incursión de militares en campaña partidista a favor de la candidatura de su superior en jefe, contraviniendo preceptos constitucionales y retrotrayendo el país a una práctica superada y que le trajo tanto perjuicio.

Todas estas acciones ponen en peligro la integridad de la democracia que los partidos políticos, la sociedad organizada y los medios de comunicación están en la obligación de preservar como reconocimiento a nuestros héroes, mártires y el liderazgo que se impuso a la tiranía, a la opresión y al autoritarismo, y sobre todo como expresión de la vocación del pueblo dominicano de vivir en libertad.

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