Editorial

Desde el Gobierno se han orientado los dardos a la aprobación de una reforma fiscal en procura de obtener los recursos que serán utilizados para mejorar el funcionamiento de diversas áreas de las instituciones del país, como expresara el presidente de la República en su vitrina semanal desde el Palacio Nacional.

En ese encuentro con la representación de los medios de comunicación el mandatario reveló que no se cuenta con el contenido de la reforma, pero que una vez se tenga será presentado a la sociedad dominicana para su discusión y debate.

No se cuenta con el contenido de lo que sería ese nuevo marco legal, pero sí se sabe que el gobierno busca justificar incrementos en los impuestos, los que redundarían en profundizar la situación de malestar predominante en la población.

Apagones, factura eléctrica cara, altos precios de la comida, inseguridad, entre otros males, mientras se prepara un golpe de bolsón, como dicen los galleros, con un paquetazo fiscal.

Por más fórmulas que los asesores y mercadólogos quieran presentar para justificar la reforma, lo cierto es que lo primero que debe hacer el gobierno es sincerar el gasto público.

Es injustificable el aumento de impuestos con los enormes gastos superfluos del Gobierno.

Economistas, hacedores de opinión y dirigentes del PLD, con experiencia en la administración pública, están de acuerdo en que antes de presentar la reforma fiscal se debe poner en agenda la mejora del gasto público, pensar en la creación de fuentes de empleo, hacer recortes a gastos que no mejoran los servicios públicos ni la calidad de vida; trabajar el tema de la evasión fiscal y atenuar el hoyo financiero del sector eléctrico.

Son muchos los sectores que están llamando a la prudencia ante ese tema, por lo delicado del entorno local e internacional, pero dudamos de que a estos sinceros llamados se les preste atención porque para los actuales gobernantes “una cosa es con guitarra y la otra con violín”.

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