Por: Pablo del Rosario | Toda actividad empresarial o de cualquier otro género, impulsada por el sector público o privado, requiere estar enmarcada en el esquema básico que describe los fundamentos esenciales para lograr el objetivo propuesto. A mi modo de ver son las siguientes: Planificación, Ejecución, Supervisión y Control.
La gestión pública (algo que nos compete a todos), generalmente incumple uno o más, de ellos. De ahí que, gran parte de los proyectos sociales concebidos por los Gobiernos con las mejores intenciones (hay que decirlo), no rindan los beneficios esperados.
Como bien sabemos, el organigrama gubernamental propicia la proliferación de instituciones con objetivos similares (por no decir iguales), que se solapan en sus ejecutorias y dificultan la labor de establecer responsabilidades.
Lo más lamentable de esa realidad es que: el tiempo y los recursos económicos invertidos se pierden, la oportunidad de resolver problemas que afectan a la ciudadanía se pospone y, se altera la paz social.
Permanecer indiferentes frente a situaciones como las precitadas, por considerarlas minúsculas e intrascendentes, da lugar a males mayores y peores cuyas consecuencias se traduce en pérdidas de vidas humanas y de recursos materiales.
Las autoridades competentes están en el deber de velar porque se cumplan los fundamentos arriba señalados. Esa labor sería mucho más fácil si pudieran actuar apartadas de ciertos vicios políticos, tales como, clientelismo, populismo y otros, que solo generan falso apoyo y militancia volátil basada en provechos personales.
Cuando la gestión gubernamental cumpla con los fundamentos del esquema básico, la población recibirá de manera oportuna los beneficios que se derivan de ella y, la aprobación será real y permanente.
Ojalá que el Estado y nuestros gobernantes de turno, tomen en cuenta este asunto y actúen en consecuencia. Esperemos.