Por: Pablo del Rosario | La complicada crisis político-social y económica que impera en la vecina Nación haitiana, impacta nuestro país de manera peligrosa y preocupante. Además, la manifiesta voluntad de Gobiernos de países poderosos e influyentes, interesados en hallar la solución vía República Dominicana, constituye un obstáculo difícil pero no imposible de salvar.
Como hemos observado, los organismos internacionales mantienen una actitud pasiva en cuanto a alternativas que puedan ayudar a la convivencia pacífica en el vecino país.
De nuestra parte, ha prevalecido una permisividad migratoria que, según cálculos aproximados, el número de ciudadanos haitianos en territorio dominicano excede los dos millones.
Lo delicado de la situación precitada, es que, estamos siendo dependientes de ellos en aspectos tan importantes como la producción agrícola y la construcción-según lo han expresado recientemente, titulares de Ministerios que tienen a su cargo esas labores-.
Sin detenernos evaluar la significación de lo expuesto en el párrafo anterior, echemos una mirada hacia la economía informal de nuestro país, para que tengamos una idea de lo avasallante que es la presencia de haitianos en ese ámbito.
Apartándonos de todo indicio de xenofobia-que no nos luce-. Es pertinente que las autoridades competentes presten atención a esta realidad que se agudiza cada vez más.
Existen leyes para controlar el flujo migratorio a nuestro país, así como la actividad a la que puedan dedicarse los inmigrantes. ¿Cuál es la razón por la cual no se aplican?, la pregunta es ingenua, pero… hay que formularla, porque la ausencia de autoridad está ganando la batalla. “Ese es nuestro talón de Aquiles”.
Ojalá que las autoridades competentes se animen y cumplan con su deber.