Nada ilustra mejor el impacto de la explotación del gas de esquisto (“Shale Gas”) en Estados Unidos, que la decisión de Qatar, primer exportador mundial de Gas Natural, tomada en abril de 2013, de comenzar a invertir masivamente en proyectos de gas de esquisto o de pizarra en Estados Unidos. Qatar tomó esta decisión junto Lcon su socio británico Centrica. Los qataríes están muy seguros de invertir miles de millones de dólares en EE.UU. para participar en el nuevo mercado de gas de esquisto.
En Europa, en cambio, el debate público sobre el nuevo método de explotación del hidrocarburo se centra menos en las oportunidades que en los riesgos del gas natural extraído de rocas de esquisto y la extracción de petróleo de igual manera, por medio del método conocido como «fracking”. La fracturación hidráulica –conocido en inglés como “fracking”, literalmente fractura- es el procedimiento consistente en la perforación de un pozo vertical en el cual, una vez alcanzada la profundidad deseada, se inyecta agua y arena a presión, con el objetivo de ampliar las fracturas existentes en el sustrato rocoso que encierra el gas o el petróleo, favoreciendo así su salida hacia el exterior. Habitualmente el material inyectado es agua con arena y productos químicos, cuya finalidad es favorecer la fisuración o incluso la disolución de la roca. Sin embargo, en el viejo continente, la importancia estratégica de esta nueva forma de producción de petróleo y gas no convencional y el cambio resultante en el poder geopolítico mundial, ha sido limitada y no ha sido suficientemente comprendida.
Gracias a los precios del gas de esquisto extraído mediante el “fraking”, los EE.UU. ha ganado una ventaja competitiva frente a Europa y Asia, lo que le permitirá cosechar grandes beneficios. En ese contexto, muchas empresas han anunciado su intención de construir y trasladar parte o toda su producción a los Estados Unidos, como es el caso de la alemana BASF y de la italiana FIAT. A la vista de esta evolución, ¿qué será de Europa como localización industrial en estos sectores de alto consumo energético?
En 2009 los EE.UU. superó a Rusia como el principal productor mundial de gas natural y es probable que comience exportaciones de gas de esquisto en 2016, con 25 planes de exportación de GNL -concretamente a Corea del Sur, Israel, Singapur y Jordania- que ya han sido aprobados. Además de los nuevos descubrimientos de yacimientos de petróleo en aguas profundas y el gas de esquisto, le permitirán a los EE.UU. prácticamente ser independientes de las importaciones de petróleo para el año 2025 aproximadamente.
Esto podría reducir significativamente el déficit comercial de EE.UU. El 58% del cual es causado por las importaciones de combustibles fósiles. Por otra parte, los precios de energía más bajos en el mercado norteamericano conllevarán a que los consumidores tendrán más dinero para gastar, lo que aumenta el consumo e impulsa el crecimiento económico.
Tras el embargo de petróleo de la OPEP de 1973, los EE.UU. se propusieron reducir su dependencia de las importaciones de petróleo y gas mediante el desarrollo de sus propios recursos. Medio siglo más tarde los EE.UU. ahora podrían realmente alcanzar este objetivo.
El hecho de que los EE.UU. se están convirtiendo en un exportador de primer orden de gas, reforzará la tendencia actual hacia un mercado global del gas, independiente de la indexación del precio del petróleo que en la actualidad sigue dominando los mercados mundiales de gas natural.
Esto, a su vez, pondrá presión sobre el modelo de negocio existente de la gran empresa rusa Gazprom. Los rusos necesitan generar los ingresos de exportación de los contratos a largo plazo que actualmente tienen con Europa. En el contexto de la creciente diversificación de las importaciones europeas de gas -además de tres nuevas terminales de GNL- a partir de 2018 el gas se transportará a Europa desde Azerbaiyán a través del “Transadriatic Pipeline” (TAP) por lo que Gazprom tendrá que ajustar de manera significativa su precio para mantener su participación en el mercado europeo, en detrimento del presupuesto ruso.
Los países productores de hidrocarburos de Medio Oriente, como Arabia Saudita, Kuwait o Qatar también tienen que enfrentarse a una situación totalmente nueva: sólo serán capaces de mantener su participación de mercado mediante la reducción de los precios. Igualmente, tendrán que enfrentarse a restricciones de ingreso -así como todos los problemas resultantes que pudieran derivarse para la estabilidad política de Medio Oriente.
Y ¿qué pasa con China? Aunque tiene mayores reservas de gas de esquisto que los EE.UU., China sigue estando muy lejos de convertirse en un poder mundial de producción y exportación de gas de esquisto, debido a su falta de capacidad de producción y de personal capacitado. En China se extrae la misma cantidad de gas de esquisto que en el Estado de Dakota del Norte en los EE.UU. Dado el hecho que el “fracking” requiere una gran cantidad de agua, una revolución energética basada en el gas en China resulta difícil debido a la escasez de agua en ese país, frente a su abundancia en los Estados Unidos.
La revolución del gas de esquisto demuestra lo rápido que los pronósticos de política energética pueden cambiar. En una reunión de la Conferencia de Seguridad de Múnich, en Doha, en mayo de 2013, motivado por la creciente independencia energética de los EE.UU., los representantes de los países del Golfo Pérsico ya estaban hablando de sus temores de una retirada de EE.UU. de Oriente Medio y del nuevo balance de poder resultante de una retirada norteamericana. Estas percepciones son de importancia estratégica. De hecho, cualquier reducción de la presencia de EE.UU. afectaría el equilibrio de fuerzas y poder en el Cercano y Medio Oriente -con consecuencias potencialmente significativas para los intereses de Europa también.
Después de todo, la dependencia europea de las importaciones de combustibles fósiles seguirá creciendo en los próximos dos decenios, con independencia del movimiento de energías alternativas. Al mismo tiempo, Europa ya no será capaz de confiar que los EE.UU. garantizarán la seguridad de sus líneas de abastecimiento desde el Golfo Pérsico en el largo plazo. En este sentido, la política europea de seguridad energética, inevitablemente tiene que enfrentarse a una nueva tarea estratégica y la cuestión sigue siendo si Europa estará a la altura de ese reto, con mayor inversión en gasto militar y presencia en una zona altamente inestable que hoy depende mucho de la presencia militar de los Estados Unidos.
En el caso de América Latina y El Caribe, y en particular de nuestro país, esta revolución del gas de esquisto en EE.UU. puede afectar mucho la matriz de energía existente. Los precios del gas natural que se importa por la Terminal de Andrés, Boca Chica, monopolio de la empresa AES, están indexados al precio del Petróleo Brendt para los otros usuarios. Por eso no se ha podido construir el gasoducto Andrés-San Pedro para llevar el GNL al parque energético de San Pedro de Macorís. Hoy en día, un millón de BTU, que es como se comercializa el gas natural, fuera del mercado EE.UU., cuesta unos US$18.50 FOB. En el mercado de EE.UU. el precio es de unos US$4.50. Si se hace un arbitraje entre el precio mundial y el precio norteamericano con el consumo total mundial, esto significa que el Gas Natural, una vez reciba el influjo del gas de esquisto norteamericano podrá bajar significativamente su precio, haciendo bajar la formula de precios actual y equilibrando un mercado energético más accesible. Energía limpia y a precio accesible.