Euclides Gutiérrez
El Secretario General de las Naciones Unidas, señor Ban Ki-moon, surcoreano, figura de extraordinaria importancia en el andamiaje burocrático internacional de las naciones capitalistas dueñas del mundo, visitó la isla de Santo Domingo, o La Española, no La Hispaniola, con la misión objetiva y única, de hacer uso de la palabra en territorio dominicano, para darle un barniz humano al dramático problema de las relaciones entre la República Dominicana y Haití. Ban Ki-moon, pintoresco nombre de éste veterano, sin dudas con un alto nivel de inteligencia y de experiencia que desempeñó en su país funciones políticas administrativas hasta llegar al Ministerio de Asuntos Exteriores y de Comercio, habiendo desempeñado misiones diplomáticas en Nueva Delhi, Washington y Viena y en otro momento la de Director General de Asuntos Americanos en surcorea, lo que permite llegar a la conclusión de que el actual secretario de las Naciones Unidas, es en realidad un cuadro veterano al servicio del andamiaje capitalista encabezado por los Estados Unidos de América, que rige los destinos de la humanidad.
El autor de esta columna, que “es un mono viejo, para que le hagan moriquetas”, advirtió públicamente el lunes pasado en el programa “El Gobierno de la mañana”, que se transmite por la Z-101, que la visita del señor Ban Ki-moon estaba incluida como parte importante, del plan puesto en ejecución financiado por Estados Unidos de América, Canadá y Francia que persigue desde el ajusticiamiento de Rafael Trujillo Molina, el proyecto de unificar al pueblo dominicano con el conglomerado humano haitiano, para crear un Estado con doble nacionalidad que tenga como asiento la isla de Santo Domingo, que incorporó Cristóbal Colón a la monarquía encabezada, por Isabel y Fernando, Los Reyes Católicos, en los meses finales de 1492. Es a partir de aquel momento, que se inició la génesis de formación de la nación que quinientos y pico de años después, se conoce con el nombre de pueblo dominicano.
Lengua, costumbre o hábitos de vida e identidad religiosa, son las condiciones, reales, objetivas, que sirven de base al nacimiento de una Nación. Este señor, Ban Ki-Moon, veterano y malicioso agente diplomático internacional, visitó nuestro país por mandato de los auspiciadores de ese proyecto criminal, que desde hace más de treinta años el autor de esta columna ha denunciado en los medios televisivos, radiales y escritos de la República Dominicana; denuncia a la cual se tienen que sumar cientos de artículos en las columnas que he publicado por cerca de cincuenta años, en diferentes medios bajo los títulos de “ Meridiano Nacional y Crónica del Presente” y los trabajos históricos “Los Pueblos y su Historia”. Ese proyecto de unificar al pueblo dominicano con el conglomerado humano haitiano, ha entrado en su fase al parecer más profunda, porque los que los financian y lo promueven han decidido poner a sus servicio una red gigantesca de comunicadores sociales, periodistas, “emborrona cuartillas y caga tintas” apoyados por las ONG´s, integradas por “aventureros, farsantes y come cheques”, las cuales, mayoritariamente, es increíble, están financiadas por el gobierno dominicano.
Pues bien, llegó Ban Ki-moon, presentó saludos al presidente de la República, compañero Danilo Medina, y felicitó su campaña de alfabetización y de otros problemas nacionales y se reservó, con malicia, lo que iba a decir en la Asamblea Conjunta que le dispensó el Poder Legislativo para recibirlo. Allí, en la sesión de las Cámaras Legislativas desenfundo “el trompo embollao” que tenía y planteó el problema de los apátridas, refiriéndose al pueblo haitiano, pidiendo que se le diera la nacionalidad dominicana a todos los nacidos en Haití o en territorio dominicano, sin documentos de ningún género, para que quede integrado desde ahora y para siempre en Estado Domínico Haitiano, de doble nacionalidad, conformado por veinte millones de seres humanos. ¡Muy bien señor Ban Kin-Moon! Gracias por su visita; que no se repita jamás. Particularmente el autor de esta columna que escribe y habla lo que cree que debe escribir y hablar, como lo ha hecho siempre y lo dice con la responsabilidad que caracteriza su vida: ¡Muy bien señor, Ban Ki-moon! que el diablo lo lleve bien lejos de tierra dominicana.