Roberto Claudio

Aunque Juan Pablo Duarte utilizó la expresión para señalar a los traidores a la patria que él se empeñó en forjar, es válido el calificativo para quienes procuran que República Dominicana viole sus propias leyes, en un tema tan sensitivo como el de la ciudadanía.
El término es también apropiado para los van por el mundo presentándose como santos defensores de los derechos humanos, y con las mismas aviesas intenciones, utilizan cualquier foro para verter su veneno, y hasta amenazar al país con las peores consecuencias, si no accede a sus inaceptables pretensiones.
Se definen como traidores quienes presionan para que se asuman situaciones que no nos corresponden, al lado de las mismas naciones que no aceptan a los haitianos en sus territorios, ni siquiera como visitantes ocasionales, y mucho menos como exiliados económicos.
El presidente de la República, licenciado Danilo Medina ha hecho, a favor de los haitianos aposentados de alguna manera en el país, todos los esfuerzos que aconseja la solidaridad, el buen juicio y el sentido de humanidad, sin perder de vista su compromiso con la historia, como estadista y garante de la soberanía nacional.
Pero vino el vice presidente estadounidense, John Biden, y pidió nacionalidad dominicana para los extranjeros ilegales, lo mismo que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en la continuación de una vieja campaña contra el gentilicio dominicano que ha contado con la complicidad de sectores reducidos, pero muy estridentes.
Sin embargo, Estados Unidos deporta a más de 52 mil menores llegados irregularmente a su territorio de toda Centro América, en busca de sus padres y de una mejor vida. ¿Por qué no se les da la nacionalidad estadounidense?
Quizás porque esa gente violenta sus leyes al entrar sin un visado. Pero quieren desconocer el derecho de nuestras autoridades a definir y aplicar la política migratoria más conveniente para la República Dominicana, al igual que ellos, un país libre, independiente y soberano.