Hablan los hechos

A escasas horas de las elecciones presidenciales de Bolivia, cuando escribimos este artículo, las encuestas dicen que Evo Morales, el candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), tiene el camino totalmente despejado para lograr su reelección en el cargo.

Las apuestas en el país sudamericano se circunscriben al porcentaje con que el mandatario se anotaría el triunfo en la primera vuelta de las elecciones. Pocas veces en la historia de América Latina se ha dado el caso de tanta certidumbre en relación a la intención del voto, pese a que esta es la segunda vez que Morales intenta renovar su mandato.

Cabe preguntarse, entonces, ¿cómo es que ha ocurrido este “milagro político”?

La respuesta es sencilla: Morales, despreciado por los intelectuales neoliberales que se mofan de su condición de campesino indígena y sus limitaciones académicas, se las ha ingeniado para hacer al frente del gobierno la gestión más eficiente de toda la historia de este país sudamericano, que hace apenas unos años sobresalía junto a Haití por su ancestral inestabilidad política y por figurar entre los más pobres del hemisferio occidental.

Llegó al poder en enero de 2006 producto de una victoria electoral en primera vuelta (54%) del partido político que ayudó a fundar, el Movimiento por el Socialismo, dejando atrás un ciclo de grandes turbulencias políticas que obligaron a renunciar a Gonzalo Sánchez de Losada y a quien le sucedió en la presidencia de la República, el vicepresidente Carlos Mesa.

Armado de un discurso en ocasiones radical, pero moviéndose en el escenario con gran sentido del pragmatismo, Morales ha encabezado lo que sin exageración puede calificarse como una verdadera revolución.

Las estadísticas no mienten: cuando el antiguo dirigente cocalero llegó al poder el Producto Interno Bruto boliviano era de 6,000 millones de dólares y ahora, tan solo ocho años después, es de US 34,000 millones, es decir, 5,6 veces más grande.

Del mismo modo, las reservas internacionales pasaron de 1,300 millones de dólares a 15,000 millones de dólares, mientras que el ritmo promedio de crecimiento de la economía pasó de 2,3 %, a 5,5%. La tasa de desempleo, por su parte, pasó del 8% en el 2006 al 1,5 por ciento en la actualidad, la más baja de la región, al tiempo que la pobreza extrema descendió del 38% al 20%.

Bolivia exhibe un importante superávit comercial hasta el mes de agosto pasado, que refleja exportaciones por un valor de 8,950 millones de dólares, lo que representa un saldo comercial positivo porque en los primeros ocho meses las importaciones llegaron a los 6,640 millones de dólares.

En el 2009 Evo Morales impulsó una reforma a la constitución que declara a Bolivia Estado Plurinacional y reconoce el derecho a la autonomía de los otrora excluidos pueblos indígenas, a los que también les asigna una cuota de parlamentarios por circunscripciones. Además, la nueva constitución reconoce el sistema judicial indígena campesino, al mismo nivel que la justicia ordinaria, y establece un Tribunal Constitucional plurinacional integrado por miembros de los dos sistemas.

Las políticas de inclusión de las comunidades indígenas, que incluye el respeto a su cosmovisión (incluye tres elementos fundamentales: tierra, vida y paz) ha merecido el reconocimiento internacional, lo mismo que la decisión de retornarles los beneficios de la industria extractiva que se lleva a cabo en sus tierras y de las cuales son desalojados.

Un gran mérito del gobierno de Evo Morales es la erradicación del analfabetismo. Con el método “Yo Sí Puedo”, se enseñó a leer y a escribir a 850 mil bolivianos.

Actualmente el gobierno da un impulso extraordinario a la educación, con una inversión equivalente al 14 % del PIB.

El éxito del actual gobierno boliviano está estrechamente relacionado con el incremento de la participación del Estado en los beneficios de la explotación de los recursos naturales y la nacionalización de sectores como las telecomunicaciones y la energía, lo cual permitió un incremento sustancial de las recaudaciones estatales e hizo posible multiplicar por seis el monto de la inversión pública.

Traducir a la práctica decisiones como esta ha requerido de férrea voluntad y astucia políticas. Aunque el ambiente se revela hoy apacible, la resistencia de sectores internos y externos llegó al extremo de exponer a Bolivia a la fragmentación. Actualmente el capital privado, interno y externo, fluye a la par de la inversión pública en un ambiente caracterizado por altos niveles de confianza.

Los bolivianos, que conocen muy bien el valor de la estabilidad, se inclinan hoy por el camino que consideran seguro. Evo Morales no será un hombre de encantadora capacidad histriónica, pero hasta sus peores enemigos dentro y fuera del país se ven compelidos a reconocer que el indio aimara logró en tan solo ocho años que Bolivia diera el salto de país muy pobre al de Estado plurinacional de ingresos medios que es hoy. Ese es su encanto.

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