Opinión

Un sabio adagio de gran utilidad en la práctica médico-legal es el que reza: “No por mucho madrugar amanece más temprano”. Irónicamente, es muy frecuente el olvido de tan útil consejo, principalmente cuando estamos enfrascados en las pesquisas de un caso forense importante. Se tiene establecido que el perito habla a través de un informe escrito. Dicho documento debe tener como atributos indispensables la objetividad, la precisión y la claridad. No hay espacio para la especulación ni para ambigüedades.

Hace más de medio siglo que el Doctor Alan Moritz advirtió acerca de una serie de errores clásicos en la práctica forense. Entre las pifias por él mencionadas sobresalía una que a diario se comete en la República Dominicana. Me refiero el costoso yerro de hablar precipitadamente, en el lugar, momento y persona equivocada.

La presión mediática puede conllevar a la emisión prematura de opiniones o juicios que luego resultan ser falsos, lo cual deviene en desmedro de la credibilidad del perito. Se debe resistir la tentación de violar el decálogo de Moritz, so pena de pagar un alto tributo por la desobediencia. En el proceso del peritaje legal existe una cadena de pasos a seguir, a fin de garantizar la pulcritud y seguridad analítica de las conclusiones. No se puede obviar, ni saltar la secuencia metodológica del estudio. Brincar de la A a la D, ignorando la B y C quita valor científico al peritaje, e impide su reproducibilidad, atributo indispensable para que el trabajo pueda calificarse como de alto grado en el sistema de estudio basado en la evidencia.

En un mundo cada día más globalizado, se hace necesario contar con el aval de instituciones académicas que acrediten los procedimientos científico-técnicos que realizamos en el día a día. Los controles de calidad son indispensables para la certificación internacional.

El informe forense debe ser debatido en el seno del tribunal, sitio donde tienen que ser juzgadas las personas acusadas. Desafortunadamente, se ha hecho una costumbre, por parte de los organismos investigadores, entiéndase Policía Nacional y Ministerio Público, el presentar y discutir las evidencias en ruedas de prensa, o a través de las redes sociales.

El penoso resultado es que un individuo que se presume inocente es condenado a priori a través de la burda manipulación de los distintos medios de comunicación.

No hay oro en el mundo que pueda reparar el daño moral que se le hace a una persona, cuando se le achaca un delito del cual no se tienen irrefutables pruebas que conduzcan a un veredicto de culpabilidad. Mucha gente se habrá enterado de la acusación, pero pocos son los que sabrán si al final se demostró la veracidad o falsedad de los cargos.

La investigación médico-legal no debe ser una acción precipitada. No puede haber prejuicio alguno; hay que obrar con transparencia, siempre buscando la verdad de los hechos, sin mirar a quién beneficia o perjudica.

Hay que disponer del tiempo necesario para llevar a cabo una investigación seria y honesta. No olvidemos la regla de oro del analista científico, primero se investiga, luego se extraen conclusiones y, finalmente se habla. Mantengamos siempre en mente el viejo refrán ya mencionado: No por mucho madrugar amanece más temprano.

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