A lo inmenso, diminuta yo ante aquello que me enmudece y atrae hacia tanta belleza, divinidad, detalles que parecen haber sido extraídos de un intento de espacio celestial únicamente posible en la utopía de una deidad.
Es esta la sensación que nos producen los templos religiosos. Una vez adentro, lo demás no tiene importancia. Sentirnos maravillados ante la grandeza del ser al que día a día agradecemos por la creación de la vida.
De tantas, allí es donde también se manifiesta el arte y la arquitectura. Resaltando diversos estilos desde Bizantino como la Catedral Inmaculada Concepción en La Vega, Románico como la Iglesia de San Estanislao en Altos de Chavón, Gótico como el Convento de los Dominicos en la Zona Colonial, Barroco como La Iglesia Santa Bárbara, Ecléctico al mezclar varios estilos como la Antigua Iglesia de San Rafael en San Cristóbal, entre otros.
La arquitectura eclesiástica se ha convertido en todo el mundo en una de las más emblemáticas al tornarse sus edificaciones en los principales hitos de las grandes ciudades, siendo éstos los elementos resaltantes en el trazado urbano.
Parece ser increíble la manera en la que al descomponer la gran malla urbana, se tornan inmediatamente visibles los puntos de partida que dan forma a la ciudad, reflejándose en estos, los ejes sacros como en la Ciudad de Higuey desde la Basílica hacia la Iglesia San Dionisio, así también en las ciudades de la Edad Antigua: Grecia, Roma, etc.
Es evidente que lo que caracteriza este tipo de arquitectura son los detalles interiores y exteriores, símbolos, pinturas representativas de la religión. Resaltando de igual manera el tema estructural, donde es imposible dejar de sorprendernos con aquellas columnas, arcos, cúpulas, torres que nos hacen preguntarnos ¿Y cómo lo hizo? ¿A quién se le ocurrió que algo así podría construirlo un ser humano? o frases como: “Esto tuvo que ser creado por un ser superior”.
En aquellos templos es donde el hombre intenta plasmar la majestuosidad de la vida y la pasión de los fieles. Es allí donde el hombre y la divinidad se hacen uno y por consiguiente, el arquitecto se vuelve un ser importante en la concepción de esta relación.