República Dominicana parece condenada por la providencia a resolver sin ayuda los problemas propios y ajenos. Con la crisis migratoria este drama se repite, y como sucedió con el patricio Juan Pablo Duarte en el exterior, ahora también por más puertas que se toquenjamás se abrirán para apoyarnos.
Caminamos a la deriva por un mundo que nos avasalla, nos pone de rodilla y a la defensivaante el paredón internacional. A todos les explicamos el proceso de regulación, pero nadie tiene oído para entender el dilema dominicano. Hasta nuestros aliados, lejanos o cercanos, no comprendenque un pueblo pobre no puede cargar con otro más pobre, sin pagar las consecuencias.
Nuevamente apelamos a nuestros recursos, de nuevo tenemos que navegar solitario, ahora con un problema humanitario que amenaza nuestra existencia como Estado.
Que esperar si Duarte, cansado de visitar líderes de su épocabuscando la ayuda que nunca encontró, tuvo que sacrificar su familia para realizar lacausa nacional. Que esperar ahora que todo el mundo vez la crisis, pero de un solo lado.
De nuevo estamos solo ante el mundo y dividido internamente. Parece que como en el pasado se esperó demasiado para tomar una decisión. En el ayer nos quedamos tranquilo 22 años y hoy transcurriómuchos tiempo y no nos preocupó lamasificación ilegal.
Ahora nadie “está libre de pecado…” porque cuantas veces leímos que “El Masacre se Pasa a Pie”; con cuanta atención repasamos la explotación descrita en “Over”; a que profundidad llegaban nuestros pensamientos con el cuento corto “Luis Pie”, amén de las innumerables obras y noticiassimilares sobre el tema.Se nos olvidó la campaña de xenofobia denunciada por el Padre Christopher Hayley y su famosa novela mediática sobre la esclavituden el Caribe presentada en todos los foros internacionales.
Impactado por el problema, decidimos un proceso que hasta hoy le ha costado al país más de mil 700 millones de pesos, y todavía no se han calculado los graves daños colateralesy que costará remediar el impacto en la imagen hospitalaria dominicana.
De repente nos sentimos como Cristo ante Pilato. Todo el mundo apuntasu índice contra República Dominicana, como si estuviéramos en una escena de injusticia en el juicio del Siglo XXI.
Varias propuestas han surgido llamando a la ofensiva en un problema complejo y humanitario.De dos cosas si debemos estar seguro: que adonde estamos no podemos volver la espalda y que la mejor solución depende como siempre, de todos nosotros porque nadie vendrá para ayudarnos.