Se inicia hoy la semana de la Natividad que centrará la celebración familiar de los dominicanos el próximo 24 en la noche, para dar paso a la conmemoración religiosa de la encarnación de Dios en un niño nacido en Belén de Judea que se conmemora el día 25 de este mes de diciembre.
Para el calendario cristiano, este es un acontecimiento de singular importancia, ya que sin Jesús, como llamaron al niño sus padres José y María, simplemente no existiera una religión, que como el cristianismo, tiene mas de 1,200 millones de adeptos en todo el mundo e incluso es reconocido como uno de los profetas por los mas de 1,000 millones que profesan la religión musulmana.
Es decir, esta es una fiesta de alto contenido religioso y místico, porque todo el relato de los evangelios sobre el nacimiento del niño Dios, esta lleno de símbolos que deberían servir de reflexión a nuestros ciudadanos aun afectados en su sensibilidad por los hechos de sangre ocurridos en el pasado reciente.
El dueño de todo el universo, poseedor de todas las cosas, creador de todo lo que existe; se quiso humillar de tal manera, dar un ejemplo tan grande de humildad, que en vez de escoger nacer entre reyes y señores, lo hizo en un establo, rodeado de animales simplemente porque para sus padres no había lugar en una casa donde le tocó nacer.
Entonces ¿qué tendrá que ver nuestro afán consumista con el Dios en quien decimos creer? ¿como calificaría Jesús a los que comenten todo tipo de locuras en esta época? ¿Donde está el verdadero espíritu de la Navidad en comer y beber hasta hartarnos y emborracharnos?
La respuesta es obvia, hemos convertido esta fiesta del nacimiento de Jesús, en una gran bacanal donde cometemos todo tipo de excesos que desembocan en accidentes de transito y episodios de violencia, que dejan marcados para siempre a los núcleos familiares que tienen la desgracia de padecerlos.
Esta época debería ser de reflexión e introspección para cuestionarnos a nosotros mismos, como nos podríamos convertir en mejores ciudadanos y mejorar las relaciones que llevamos con todos los que nos rodean, mirar hacia delante y tratar de dejar atrás el ancla que muchas veces nos petrifica en el pasado.
Este es el momento de cerrar viejas heridas, tomar el ejemplo de Jesús, y en un ejercicio de la humildad que debemos aprender de su humillación, pedir perdón a quienes hemos herido y maltratado, muchas veces por intereses personales, con los cuáles no podremos cargar cuando iniciemos el viaje eterno al cual todos estamos destinados.
Simplemente unas reflexiones en el inicio de la semana de la Navidad, cuando el dueño de todo lo creado decidió darnos un ejemplo de humildad, el que hemos olvidado los seres humanos, embarcados en un afán incontrolable de consumo de cosas que apenas importan, cuando las comparamos con nuestras familias y nuestros amigos.