Humberto Almonte

Los recuentos o balances están más cerca de la acumulación de los fríos números que hacen los contables que del recuerdo y la mirada de todos los filmes, observados, oídos y disfrutados en 365 días. Esas imágenes que nos conmovieron o nos hicieron pensar, parece que fueron ayer.
En una tierra que ahora mismo está colocada en el mismo trayecto del cine, nos sorprende a cada vuelta de la esquina con un largo de ficción, un corto o un documental, va todo a un ritmo tan frenético que apenas tenemos tiempo de ver todas las obras.
Las sombras de las salas han cobijado una enorme cantidad de historias, algunas afortunadas y otras no tanto. De eso se trata el arte, de intentarlo hasta que nos comuniquemos con el público, le digamos algo que le parezca interesante, y este nos conteste a su manera, es decir, aplaudiendo y llevándose esas imágenes a su vida diaria.
Aún las peores películas en una cinematografía como la nuestra son un paso de aprendizaje, si se analizan con propiedad las causas de disfuncionalidad para generar empatía o algún ruido que interfiera para obstaculizar la llegada del mensaje que se quiere comunicar. De eso se trata todo, de decir algo y que el público lo sienta en la piel, que lo internalice haciéndolo suyo.
La construcción de una industria desde sus cimientos hasta el despegue nos es un camino corto ni fácil, ni viene asegurado por leyes, reglamentos o decretos. Si no se asume una autorregulación, poco importan los esfuerzos estatales que pueden ser insuficientes ante el “se acata pero no se cumple” de los tiempos de la colonia.
Es un panorama imperfecto el del cine dominicano, pero tampoco es la catastrófica mediocridad que auguran los exquisitos elitistas de siempre, prestos a encontrar los defectos más nimios que le pasan por alto a los productos extranjeros solo por el hecho de venir de un país con historia o ser firmado por un realizador prestigioso. Ya lo decía el crítico inglés Michael Chanan sobre la dureza hacia la producción local y la laxitud hacia lo externo.
De lo más interesante que he visto, o más bien de entre lo que me ha llamado más la atención en este 2015, están Tu y Yo, Dólares de Arena, 339 Amín Abel, Piénsalo Mejor Amin, Azrael y Malaquias y Dos Gotas de Agua.
Tu y Yo de Natalia Cabral y Oriol Estrada es un documental que consta de dos personajes: la doña de la casa y la joven del servicio, que reflejan el fascismo cotidiano de una sociedad que prefiere mirar hacia otro lado y no enfrentar un problema social agazapado en nuestras casas y ciudades.
Aridia y la Doña comparten un espacio de vida que las lleva a pequeñas discusiones, enfrentamientos verbales de baja intensidad que no ocultan bajo un humor amable las desigualdades sociales que existen en esa relación. Natalia y Oriol dirigen su mirada escrutadora hacia este problema con gran inteligencia y guantes de seda para quien quiera ver que vea, al desnudo y en bata, un autoritarismo disfrazado, silencioso y cínico.
En La Gunguna, su director, Ernesto Alemany, hace gala de un sarcasmo nada amable para hundir su bisturí en la realidad social dominicana. Esta película se pasea por los bordes de una delincuencia tropical que no por risueña es menos peligrosa ni sangrienta que la de otros lados.
Esta producción establece unos valores estructurales que deben ser seguidos por el cine local, pues su factura, frescura y look visual deben ser tenidos en cuenta por los realizadores quisqueyanos. No se puede olvidar, que además de la calidad del producto, la envoltura estética externa debe verse bien para vender, y eso lo logra sobradamente La Gunguna.
Etzel Báez ha tratado con escalofriante precisión los vericuetos sangrientos del asesinato del destacado dirigente político Amín Abel Hasbún en su 339 Amín Abel, reconstruyendo a partir de los testimonios de los diferentes participantes este hecho de los años del plomo, 1966-1978.
Pocas veces hemos visto en nuestro país una actuación coral tan ajustada, tan apegada al desarrollo de la historia que nos quiere contar el director, que ha preferido en aras de la expresividad, contar las últimas horas de vida de Amín.
Mención aparte en 339 Amín Abel merece la música, creada por Huayna Jiménez Ronzino, siguiendo los parámetros precisos de la musicalización cinematográfica. En un hecho inédito en nuestra joven industria, Huayna compone con diversos elementos la música que expresa el carácter de cada personaje sin acudir a los lugares comunes.
Dólares de Arena es la película de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas que se desarrolla en las playas y los poblados de Las Terrenas, Samaná, y nos cuenta la historia de Noeli quien se gana la vida abordando a los turistas que merodean por allí, manteniéndose de una clienta fija y manteniendo a un novio que se hace pasar por su hermano.
La complejidad de la película viene de la relación directa entre la necesidad, la supervivencia y los sentimientos. Guzmán y Cárdenas se niegan a endulzar esa amarga realidad. Los personajes interpretados por Geraldine Chaplin, Yanet Mojica y Ricardo Ariel Toribio se mueven al ritmo de la música de bachata para unir el amor en los tiempos de las divisas y la sal.
Piénsalo Mejor Amín del joven realizador Luis Corporán, presenta la historia de un hombre, Carlos Quezada, quien viaja a un poblado ajeno con una oscura verdad en su interior y sus intentos de suicidio son frustrados una y otra vez por un personajillo simpático y algo necio que interpreta Roni Rod.
La propuesta de Corporán abre una vía -el cine guerrilla-, para producir películas trascendentes, de calidad y con bajos presupuestos, ampliando el espectro temático y facilitando la realización de sus proyectos a directores con fondos modestos, pero con guiones muy expresivos.
Azrael y Malaquías es un corto dirigido con gran sentido plástico por Alexander Viola ( Alx Fox ), la historia de dos ángeles caídos en desgracia con dios ,vagando por una polvorosa Quisqueya y enviando gente al otro mundo mientras esperan arreglar su situación . En Dos Gotas de Agua Joel Marte Torres con sutileza e ironía nos habla de diferencias y oportunismo.
Estas películas y otras más, demuestran una gran originalidad en su discurso estético, desmintiendo la falta de variedad en las propuestas directorales, dejando en claro que no solo de malas comedias y aburridos seudo-dramas vive el cine dominicano. Lo que no se puede es vivir para complacer a las desenfrenadas o a los residentes de las torres de marfil.
El 2015 nos ha dejado una cierta cantidad de películas que se destacan por su buen ver, la profundidad de su discurso y la originalidad de sus estéticas. Se puede pedir más, pero debemos de pensar que de un cine con tan poca andadura ya estamos recibiendo obras que nos indican que avanzamos, a pesar de los pesimistas decadentes y los optimistas desorientados.