Confieso ser un permanente usuario de las estadísticas en medicina. Ellas nos ayudan a alcanzar una mayor certeza diagnóstica y reducen los pasos y tiempo requeridos para instalar una terapia adecuada, así como a evaluar la eficacia y eficiencia de los tratamientos. En el ámbito general, la determinación de la morbilidad y la mortalidad en la población global, conjuntamente con su estratificación en niños, adultos, ancianos, mujeres, hombres, personas con sobrepeso, diabéticos, hipertensos y grupos étnicos contribuye a un mejor análisis de causa y efecto.
Muy a pesar de todo lo arriba expresado, debo admitir que no existe la pura y absoluta bondad en esta herramienta matemática, pues cuando se juntan mansos y cimarrones la resultante es un híbrido del que es necesario ponerle una pequeña dosis de duda científica. Veamos un simple ejemplo: en el país tenemos una alta incidencia de muertes maternas e infantiles en comparación con países vecinos con características de ingresos parecidos a los nuestros.
Sin embargo, esas muertes son arbitrariamente repartidas en condiciones de igualdad entre los sectores sociales ricos, de clase media y pobre, lo que resulta ser un error puesto que en pocas familias adineradas fallece una embarazada o parturienta, ni mueren tantos infantes como actualmente ocurre entre los pobres. ¿A qué obedece que aceptemos como bueno y válido el análisis unificado de gato con liebre, o como diría un amigo de antaño, que comparemos “Maco con cacata”?. Porque de seguro saldría a flote el papel que juega la pobreza como factor clave en la alta incidencia de ciertas enfermedades tanto agudas como crónicas, infecciosas, degenerativas y neoplásicas.
La gente muy pobre no puede alimentarse adecuadamente, ni vivir en condiciones de higiene cuando no cuentan con agua potable en el hogar, amén de no recibir el pan de una enseñanza de la mejor calidad que garantice el desarrollo de un ciudadano educado y productivo. ¿Puede un adolescente mal comido rendir al máximo en la práctica del deporte, mucho menos dedicarse al cultivo de las artes?. El menesteroso ni siquiera puede transportarse a tiempo a los centros asistenciales, entiéndase centros de atención primaria y hospitales, menos aún a viajar para reuniones sociales que sean de interés colectivo. En los registros diarios, semanales, mensuales y anuales de autopsias en muertes infantiles salen a relucir la prematuridad, las infecciones y la desnutrición, todas con el común denominador de la indigencia.
Combatir la pobreza y la inequidad en la distribución de los bienes y servicios nacionales es luchar por la vida de todos sin exclusiones. No se trata de quitarle a uno para darle al otro, significa multiplicar las manos productivas y compartir con justicia social lo generado entre todos. No es verdad que el dengue, Chikungunya, Zika, malaria, Sida, tuberculosis y el cáncer de cérvix ataque a todos por igual.
El sesgo estadístico no puede convertirse en una venda que nos impida fijar la atención hacia la causa principal de los grandes males que abaten a la inmensa mayoría de dominicanos y dominicanas. La indigencia y la pobreza atentan contra la salud y por ende contra vida de los hijos e hijas de esta tierra que nos legaran los fundadores de la república.