De democrático hasta para morirse ha calificado la compañera Carmen Quidiello a su amantísimo esposo de más de medio siglo en función de su irrevocable decisión de morirse el Día de todos los muertos. Si a sus casi 103 años de vida que cumplirá en abril entrante la compañera Carmen tuviera ocasión de elegir de nuevo marido, todos sabemos que lo haría en el lapso de un latido del corazón, y sin necesidad de desmontarse de aquel autobús de cercanías donde rumbo a La Habana lo conoció para siempre.
En NYC tuvo Juan Bosch un discípulo en la persona del compañero Rafael Arias Guzmán que hasta para morirse lo tuvo a él por maestro y líder. Una semana antes del uno de noviembre el compañero Rafael había sido hospitalizado en el Harlem Hospital bajo la errática aprensión de que había sufrido una embolia cerebral. Ya en la unidad de cuidados intensivos de dicho centro hospitalario se corrigió el diagnóstico: “Encefalitis viral”, dijeron los médicos. Trasladado luego Rafael al Columbia Hospital de la calle 168 había mejorado algo, pero ayer día uno de noviembre empeoró el compañero hasta lo irreversible: “Algo me dijo entre balbuceos apenas inteligibles. Ayer habían mejorado sus signos vitales, y estábamos esperanzados”, me dijo por teléfono entre sollozos su hijo Marlon rodeado éste del desconsuelo de su madre y de sus hermanas.
Rafael no concebía la militancia política alejado de las filas del Partido de la Liberación Dominicana y de las enseñanzas de Juan Bosch. A mediados del primer lustro de los ’80 nos tocó enlazar desde el C.I. Col. Rafael Tomás Fernández Domínguez de Manhattan el C.B. Número 2 donde militaba el entrañable compañero que perdimos ayer. El compañero Héctor Cerda y yo teníamos con Rafael transporte asegurado al término de la reunión del comité de base que solía coincidir con la media noche. Los meses en los cuales el invierno neoyorquino alcanzaba su mayor crudeza la calefacción del viejo modelo station wagon de Rafael tardaba lo suyo en calentar el interior del vehículo. Como viera Rafael una noche de enero tiritar de frío a Héctor le espetó de sopetón la pregunta más fácil de la noche: “¿Cuál es el mejor vehículo del mundo?”, quiso el dueño que le respondiera el quejoso receptor de su cortesía:
— ¡Adiós, carajo! ¿Cuál va a ser? Éste —enfatizó en cibaeño Héctor Cerda—. Y que sea la última vez que tú me hagas una pregunta tan fácil de responder.
Rafael Arias, su vehículo, su tiempo, su mesa, su cama, su billetera, su ritmo biológico pausado y fiel. Él todo sin tendencias hegemónicas pero también sin reservas al lado del pensamiento de nuestro ideólogo y fundador y dentro del cuerpo partidista. Y como de la manera que narro ejercía Rafael su quehacer político, no conoció nunca de actitudes sectarias ni de malabarismos grupales.
Cuando se enteró Rafael del ingenioso acierto de Matías Bosch de entrevistar a Juan Bosch en la tumba mediante el novedoso método de formularle preguntas y hallar sus respuestas entre las numerosas entrevistas que en vida concediera el impar maestro, se motivó en el acto para que el mayor número posible de compañeros leyera a precio de costo el libro de Matías en NYC. Cuando volvimos el mes pasado a tocar sus puertas con fines culturales para apercibirlo de que el viernes 13-X-2017 presentaría León David en el Comisionado Dominicano de Cultura su encomiable estudio acerca de la obra poética de la uruguaya Delmira Agustini, volvió a poner de manifiesto su inveterada solidaridad: “Tengo trabajo ese día; pero cambiaré mi turno para estar junto a ustedes”. A la hora de la venta del libro de León, quería 4 ejemplares, pero sólo quedaban 2.
Por eso al final del acto León, con la modestia que cubre el suelo que pisan los grandes escritores, cuando era abordado sobre el tema del abasto de su libro, bajaba en varios decibelios el volumen de su voz para decir: “Se vendieron todos”. Yo caminaba tras León para matizar: “Faltaron dos ejemplares, porque Rafael Arias quería 4 y sólo quedaban 2”.
Que nada, que como se diera el acto dentro de los límites orgánicos del PLD o de su periferia cultural o afectiva, al compañero Rafael Arias no había que explicarle nada distinto de la fecha, hora y lugar. La muerte le sobrevino el día consignado por la compañera Carmen Quidiello Novia de Bosch como el más democrático para morir, por la gracia de ser conocido como el de Todos los muertos. De entre los 7, 300 y tantos millones de habitantes que ya seremos sobre la faz de la Tierra, también hay gente que nace ese día y que muere otro. Unos 20 millones cada año si se hiciera el simple ejercicio aritmético de dividir esos 7,300 millones entre los 365 días. Todos con legítimo derecho a vida como quienquiera que haya nacido en cualquier otra fecha.
Pero no todos eligen lejos del terruño una militancia política de varios decenios consecutivos a cambio de la impar satisfacción de saberse cerca de sus conciudadanos como lo hizo Rafael Arias. Sus compañeros del hoy comité intermedio Col. Juan Lora Fernández D-3 de la Manhattan Alta y de los demás organismos del PLD en Nueva York, arriman en medio del dolor su hombro solidario junto a la dirección del Partido en dicha área.
Cunda pues entre nosotros el ejemplo del compañero Rafael Arias Guzmán. Hónrense con su ejemplo acrisolado sus hijos y sus compañeros del C.I. Lora Fernández D-3 que han sostenido durante más de un decenio la más larga tertulia sabatina del Partido en cualquier jurisdicción. Ténganse por recordados cada día por Rafael sus coterráneos de patria chica en el municipio de Villa Vásquez, provincia de Monte Cristi. Quien no siente el jalón del terruño no siente el de su país, ni el de su archipiélago, si es isleño, ni el de su subcontinente, si es latinoamericano.
Gloria al ejemplo de perseverancia política del compañero Rafael. Descanse su memoria en el recuerdo agradecido de todos sus compañeros. Patria es nacer en los veneros del pueblo, y patriotismo no olvidarlo nunca en los momentos difíciles de la vida.