Opinión

Las crisis son desafíos y oportunidades; se producen en cuerpos vivos. No siempre se ven venir, pero abundan los políticos que se dan cuenta cuando las tienen encima. Los que las ven venir, regularmente son dirigentes formados y las aprovechan.

Al PLD lo ha sacudido tres grandes crisis. La primera en su formación, para crecer; la segunda, en la sucesión de Bosch; y la tercera, la de ahora, desde el poder.

Veamos ahora solo la primera. Se manifestó a cinco años de su fundación, cuando participa por primera vez en un comicio, en 1978. El objetivo definido era localizar a personas sin militancias en otras organizaciones, identificadas con las ideas expuestas en el debate electoral, para captarlos y convertidos en militantes.

Previamente, a 4 meses de fundado, celebró la Conferencia Salvador Allende donde se acogió la dialéctica como base teórica para los trabajos; o sea, debían multiplicarse por sí mismos, como resultados. La estructura organizacional se crearía en el proceso, pero teniendo de referente La Trinitaria fundada por Duarte; sólo que cinco buscarían cinco cada uno, así formar los círculos de estudios y comités de base. La referencia disciplinaria fue tomada de dos instituciones milenarias, la Iglesia y el ejército; entendiendo que aquellas descansan en la fe y en la obediencia, respectivamente; pero en el PLD en la formación politica y unificación de ideas.

Apesar de esas premisas, un número importante de dirigentes, provenientes de la universidad, no asumieron el propósito de participación electoral, ni les interesó. Entendieron que se trataba de ganar aquellas elecciones, por tener en Juan Bosch un gran líder. Pero al obtener sólo 18 mil sufragantes, se calificó de fracaso y fue tomado como pretexto para desplazar a la dirección partidaria.

La crisis laceró a militantes, arrastrados por una situación que no podían evitar; en ese momento cuadros, entre ellos formados en política-militar en países asiáticos, salieron con el renunciante primer Secretario General.

Los escribientes mediáticos, antibochistas (hoy “bochistas”), decían que lo sucedido era “onminioso” (Abominable o despreciable); que destruiría a la joven organización política, la cual moriría “chiquita y organizadita”. Ellos apostaban al fracaso por lo que tampoco quisieron entender.

La crisis, en cambio, fue aprovechada por Bosch para, en los doce años siguientes y en los comicios sucesivos, la organización no paraba de crecer; convirtiéndose en la fuerza política favorita para las elecciones de 1990. La capacidad y fuerte voluntad de Bosch, fueron puestas para favorecer una estrategia de consolidación histórica.

Bosch entendió oportuno reincorporar a dirigentes que nos apartamos discretamente de aquella lucha interna; de mi parte escogí hacerlo desde un círculo de estudios; eso llamó la atención porque fue otra la condición de los dirigentes de las izquierdas.

Concentró sus esfuerzos en el crecimiento partidario; estimuló al movimiento obrero y a figuras culturales e intelectuales. La Guerra Fría empezaba a ceder y la Unión Soviética mostraba su disolución; y los Estados Unidos parecía propiciar procesos democráticos.

El PLD con 17 años y Bosch con 81, se veían vigorosos, favoritos para los comicios de 1990. Se vencían los pronósticos onminiosos; Bosch creó una fortuna política. Pero la política es ciencia y arte, como él repetía; ganar con él no era lo deseado, sino sucederlo para apropiarse de la gran fortuna política partidaria.

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