Como cierre a esta serie de artículos, debo afirmar, que los partidos políticos tienen la necesidad de cambiar muchas partes de la cultura organizacional que les sustenta, como por ejemplo, la forma de liderar los problemas frente a la sociedad. Me refiero no solo a los problemas de la sociedad como tal, sino a sus problemáticas internas de todas las categorías y en todos niveles, porque la situación actual les coloca ante la palestra pública como entidades que no buscan el bienestar de la comunidad y como organizaciones que apañan las actuaciones de sus directivos y militantes.
De seguir el derrotero que llevan, los partidos políticos del sistema, caerán en un descredito generalizado y esa realidad significa la cercanía de grandes peligros para el statu quo que se ha construido desde ante del ajusticiamiento del tirano. Todavía es minoría la corriente que busca socavar nuestro régimen de vida, con el objeto de buscar soluciones al desorden social que se presenta en variables de inseguridad ciudadana, desorden social, indisciplina, políticas publicas sin efectividad ante la opinión ciudadana, comportamientos corruptos sin consecuencias.
Enfatizamos en esta como muestra de problemáticas recurrentes que hastían a una parte importante de la ciudadanía. La gente reclama soluciones a la falta de coherencia, entre el discurso de los líderes y la conducta real desde las posiciones de gobierno y desde las posiciones de oposición política. Es como si existiera un acuerdo mutuo para convivir a la puerta de la anarquía, en donde la oposición se limita a la denuncia pública sin propuestas de soluciones viables a los problemas nodales de la sociedad actual.
El horizonte político se ve como un desierto inhóspito de ideas.
El fracaso de los partidos políticos y sus líderes será el fracaso de la democracia y ese fracaso supondrá la instauración de un régimen de fuerza para tratar de resolver los problemas ya citados en el párrafo anterior. ¿Qué tiempo faltará en las calendas de la cronología ciudadana para que se acabe la paciencia y ocurran acontecimientos que retrocedan al país y perdamos los avances democráticos que tantas vidas ha costado a la nación?
A la actual forma de hacer política le queda poco tiempo, por lo que le toca a los partidos y sus líderes reflexionar sobre los cambios que tienen que llegar a las organizaciones partidarias, para iniciar un proceso de validación social, en donde éstas organizaciones dejen de ser entidades patriarcales, sumidas en paternalismos y contubernios propios de siglos superados por la historia humana.
La acción para el cambio debe ser la tarea principal de los liderazgos políticos integrados en las organizaciones partidarias, conscientes de que cambiar es una tarea difícil, pero impostergable, debido a la fenomenología de su permanencia sostenida.
El cambio tiene que ser profundo y estable, por lo que se necita formación política para poder acometerlos en sentido lento, porque no existe cambio exitoso por vías rápidas. En ese orden, es bueno estar convencido de que el actual estado de cosas se modifica en forma segura y en equidad, a través de pequeños cambios en el sistema actual de convivencia social. No olvidemos que el cambio existe en las personas y que debemos trabajar actitudes en el sentido de que lo que se vaya a cambiar beneficie al colectivo social, para que sea más llevadero el cúmulo de resistencia que precede al cambio en forma natural.
En la formación política y sus procesos de aprendizaje, debe quedar implícito, que los cambios no implican necesariamente liderazgos particulares ni mesiánicos, porque estamos seguros de que se corregirán errores en el trayecto de las transformaciones.
La formación política nos enseña, que el cambio coercitivo es más lento y por demás doloroso y al postre, muy caro.
En los procesos históricos no existen situaciones iguales, por lo que, no podemos ir al pasado si no para buscar experiencias y no repetir errores. No puede haber cambio si no cambiamos nosotros primero. Nos conviene cambiar en lo particular, para poder tener autoridad en las peticiones de cambio que emitamos desde nuestros adentros. Volver a lo anterior es una salida fácil.
En ese sentido, los líderes de los partidos políticos deben saber, que en todo caso son ellos los responsables, los únicos accountable frente a los acontecimientos protagonizados desde sus organizaciones.