Opinión

El 19 de noviembre de 1973, lunes, regresé a Santo Domingo temprano en la mañana como casi siempre lo hacía después de pasar el fin de semana con mis padres en Santiago. Dejé mis cosas en la pensión donde vivía y alrededor de las diez de la mañana hice entrada a la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Me embargaba una gran inquietud por la decisión del Prof. Juan Bosch, quien el día anterior había renunciado del PRD “porque este partido había cumplido su misión histórica”. A la sazón quien suscribe era Sec. Gral. del Comité de Base No. 7 de la Zona D del PRD en Santiago, donde tres años antes había sido juramentado en persona por Don Antonio Guzmán Fernández y al mismo tiempo Sec. Gral. del Frente Universitario Socialista Democrático (FUSD) en la Facultad de Agronomía y Veterinarias de la UASD, organización estudiantil donde hacíamos militancia los universitarios perredeístas.

Me presenté en el Alma Máter, donde en un área contigua al Aula Magna estaba el local del FUSD, Al llegar, la primera persona que encuentro y cuestiono es al compañero Pedro Sánchez (ya fallecido), quien en ese momento despegaba el letrero del FUSD. ¿Y ahora, qué es lo que va a pasar?, le pregunto. Y su respuesta lacónica, casi fulminante, fue: “esto Paíno, esto es lo que va a pasar (levantaba un nuevo cartel que decía Frente Estudiantil de Liberación -FEL). Si estás con nosotros ven y ayúdame a colocarlo”.

La palabra liberación me cayó de perlas, porque en mis primeros años de vida política fui catorcista y todo el que vivió esa época (los años 60’s) sabe que el 14 de Junio estaba muy a la izquierda del PRD. Rápidamente me identifiqué con la nueva causa y es por eso que ya antes de nacer formalmente el PLD (15/12/1973), yo era peledeísta. (Justo es decir que mi querido compañero Pedro Sánchez se fue de este mundo profundamente disgustado por los insólitos cambios que desde el VI Congreso le fueron introducidos al PLD).

El largo preámbulo fue necesario para dejar claro que puedo contar un poco de la historia peledeísta. Casi 45 años después, tengo vivo en el recuerdo la primera década de construcción del Partido, cuando nos consideraban los parias de la política dominicana y éramos, incluso, objeto de burla constante al calificarnos como los “pálidos”. Pero Juan Bosch, el gran maestro de la política decente de nuestro país, con su sabiduría, entrega y perseverancia logró construir -prácticamente a partir de la edad de retiro porque ya había cumplido 64 años de edad- lo que parecía imposible: “un partido nuevo en América”, organizado y disciplinado, que ejecutaba planes y alcanzaba objetivos y metas utilizando métodos de trabajo para cada actividad. Basado en ellos y bajo el cuidado estricto del Maestro el PLD creció sostenidamente.

Desgraciadamente, después de haber saboreado el poder por primera vez (1996-2000), el PLD en su VI Congreso, paradójicamente llamado Prof. Juan Bosch, se abrió de par en par en una especie de “entren tó”, creciendo y masificándose salvajemente como lo hacen en los humedales estancados y contaminados la lila y la lechuga de agua. A partir de ahí, poco a poco fue desapareciendo el legado de Juan Bosch. Se dejaron de elaborar y entregar los lineamientos de política que orientaban la preparación de los planes de trabajo de los organismos; desaparecieron los métodos; y finalmente desaparecieron los organismos en su verdadera esencia, que ya solo son necesarios para el cumplimiento de estrategias electorales con sistemas de reparto.

Cada vez estoy más sorprendido de que hayamos permitido que todo el gigantesco trabajo político realizado por Juan Bosch y miles de sus seguidores se echara a perder para sustituirlo por el pugilato de poder entre dos personas. Me niego a aceptarlo y se que muchos peledeístas están muy inconformes pero no encuentran el camino para enfrentar la situación. Entre la comodidad de un puesto en el gobierno y el miedo a los imponderables, gran parte del partido se ha paralizado.

Sin embargo, no tengo dudas de que en el PLD aun queda un liderazgo histórico y muchos peledeístas de consciencia dispuestos a echar el pleito para recuperar la institucionalidad de nuestra organización política y sus principios fundacionales.

Fue y será una gran mentira aquello de que abrir y masificar el PLD para alcanzar el poder y mantenerlo implicaba abandonar los principios y los métodos de trabajo que le dieron origen. ¿Quién ha dicho que poder y corrupción tienen que andar juntos?, si precisamente para negar eso fue que Bosch abandonó el PRD para crear el PLD.

De acuerdo con nuestros Estatutos y las Resoluciones del VIII Congreso “Comandante Norge Botello”, la teoría oficial del PLD sigue siendo el Boschismo. Aplicándola y adaptando los métodos de trabajo a las condiciones del Siglo 21, las enfermedades del populismo, el clientelismo y el amiguismo que corroen al PLD se pueden curar.

¿Soy peledeísta? Si lo soy, aunque crítico, porque necesito volver a sentirme orgulloso de levantar bien alto la bandera morada de la estrella amarilla y anhelo que se me vuelva a erizar la piel al pronunciar el lema: “Servir al Partido para Servir al Pueblo”.

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