Opinión

Cual inmenso meteorito caído en el medio de una gran charca que salpica con sus aguas todo el derredor, así mismo la Internet en la era digital ha tocado los seres humanos que hoy se comunican para intercambiar información audiovisual en tiempo real de uno a otro confín de la tierra. Las redes sociales, llámense Facebook, Whatsapp, Twitter, Instagram, YouTube y otros son aplicaciones presentes las veinticuatro horas los siete días de la semana en los teléfonos inteligentes, tabletas y computadoras. Ya se habla de las adicciones tecnológicas con celulares a mensajes audios y escritos, vídeos cortos, fotos digitales, así como los vídeos juegos.

Todo cuanto se sube o publica en internet queda grabado como memoria permanente y un buscador universal como Google lo trae al presente en tiempo récord. Ya no podemos decir olvida eso hermano, luego de subir un vídeo, o sostener un chateo; ese recuerdo digital nos perseguirá de por vida y más allá. Sin embargo, no hay cosa mala sin una parte buena, y lo positivo de esta epidemia de excesiva comunicación, en la era posmoderna del consumismo, lo aprovechamos en el campo de la medicina legal. Sabemos de dos áreas débiles en la práctica de la patología forense, una de ellas es determinar con precisión la hora en que ha expirado una persona, la otra se refiere a las muertes violentas para distinguir un suicidio de un deceso accidental u homicida. Muchos datos de un internauta son de dominio público, ello permite a cualquier individuo acceder a informaciones y actividades sociales estableciendo con precisión el lugar, tiempo y personas envueltas en la acción. Así podemos determinar la última vez que alguien accedió a una red social y qué mensaje grabó.

La revista oficial de la Academia Americana de Ciencias Forenses en el volumen 64, No.3 correspondiente a mayo de 2019, publica un trabajo bajo la autoría del doctor Lorenzo Gitto, y asociados, titulado “Redes sociales y la Investigación Médico legal de muerte: conectado a la morgue”.

Es un esfuerzo conjunto de la universidad Upstate, de Nueva York, Cook County Medical Examiner’s Office, y el departamento de patología de la Universidad de Colorado. Se estudiaron 42,200 expedientes de muertes y se depuraron 48 casos para un análisis detallado. Para determinar el momento del fallecimiento se tomó en consideración la última actividad en línea del o la occisa. La red más valiosa y rica en información fue Facebook. El contenido de los mensajes captados ayudó a establecer la naturaleza suicida u homicida del deceso. El novel proceso investigativo contribuyó a mejorar la precisión de los siguientes parámetros: fecha de muerte, circunstancias que rodearon el hecho fatal, recolección de notas suicidas virtuales, identificación personal, posibles perpetradores de crímenes, contactos familiares y potenciales testigos. Proponen los autores que cada oficina investigadora abra una cuenta oficial a través de la cual se recojan los datos de los fallecidos. La fuente de la información captada deberá ser citada para fines de confirmación legal.

En la República Dominicana un número cada día más creciente de personas, tanto de la ciudad como de las zonas agrícolas, hace uso del teléfono celular para llamadas y video conversaciones nacionales e internacionales por mensajería, e intercambian datos con familiares y amistades. Su potencial valor en la investigación de muertes sospechosas de ser violentas en inconmensurable y su costo es mínimo.

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