Opinión

De manera cíclica suelen presentarse problemas en la dinámica del comercio mundial que afectan los intercambios de bienes y servicios entre los países que concurren a los mercados internacionales ofertando y demandando los diversos tipos de mercaderías para satisfacer los requerimientos de los consumidores.

Aspectos como el descenso en los volúmenes de mercaderías, no tanto por una reducción en la capacidad productiva por parte de países que aportan importantes ofertas al mercado global como por el enfriamiento de la demanda de los consumidores pertenecientes tanto a la esfera civil como a las instituciones del sector público.

Pero existe un conjunto de trabas y restricciones al libre movimiento de los bienes y servicios que empañan el cristal transparente de un comercio internacional que teóricamente debería fluyendo hacia las manos de los consumidores..

Las medidas arancelarias (que se expresan a través de impuestos aduaneros) han sido tradicionalmente las más aplicadas en la historia del comercio mundial, pero debido a los acuerdos adoptados por los países que han participado en las diversas rondas de negociaciones comerciales multilaterales en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC) la adopción de esas trabas impositivas decrece, en tanto surgen diversas y sutiles restricciones al llamado libre comercio.

No obstante, con el ascenso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos el renacer de las prácticas proteccionistas donde la fijación de medidas arancelarias parece ser el instrumento por excelencia de su política comercial exterior ha estado gravitando adversamente sobre la marcha de la economía global.

A modo de síntesis se podría sostener que el establecimiento de medidas punitivas arancelarias está gozando de mucha difusión por parte Washington impactando de manera negativa sobre el desenvolvimiento de las transacciones internacionales de bienes y servicios, sobre todo en momentos en que factores geopolíticos también están impactando en el desempeño de la economía mundial.

Cuando un gobierno trata de equilibrar su balanza comercial suele adoptar un paquete de medidas tendente a reducir el déficit que surge cuando las importaciones (compras) se sitúan por encima de las exportaciones (ventas).

Pensemos en el establecimiento de un límite x de compras al resto del mundo de determinadas mercancías, también están los impuestos aduaneros y las decisiones administrativas.

Se estaría en presencia de un concierto de trabas al comercio.

Pero ante la existencia de un déficit comercial un gobierno responsable debería estimular el incremento de la oferta exportable de bienes y servicios en lugar de irse por un camino aparentemente fácil como sería la puesta en práctica de trabas al movimiento de las importaciones.

Naturalmente, no sería una política comercial incorrecta establecer criterios de restricciones a bienes suntuarios que podrían afectar la proporción de captación de divisas vía exportaciones.

La aplicación de medidas proteccionistas en un momento determinado de la vida comercial de un país no es un pecado capital, pero hay que cuidarse de hacerlo de manera recurrente.

Porque lo la norma debería ser auspiciar el libre movimiento de bienes y servicios entre los consumidores internacionales.

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