Euclides Gutiérrez

En los días que transcurrieron entre la publicación del documento de los profesionales universitarios, dirigido “Al país”, que tenía como objetivo disminuir a su mínima expresión la autoridad al gobierno de facto llamado “Triunvirato”, oficiales desde tenientes hasta coroneles de las Fuerzas Armadas, Ejército, Marina y Fuerza Aérea, fue realmente impresionante como se integraron al Movimiento Constitucionalista por lo numeroso que fue. Al autor de esta columna, por la brevedad del espacio le es imposible citar por sus nombres a esos militares distinguidos, patriotas, valientes, profesionales en sus funciones de guardianes y defensores de la soberanía nacional. ¡Cuántas mentiras, disparates, invenciones se publican en los medios de comunicación! Si se quieren conocer los intríngulis en detalles verdaderos de este proceso recomendamos que se lean el libro que bajo el título de: “Mis memorias”, fue dejado como testamento por Rafael Molina Ureña.
Además de ser el representante civil de Juan Bosch en la dirección política del Movimiento Militar
Constitucionalista, fundado con la autorización expresa del profesor, cuando era presidente de la República por el coronel Rafael Fernández Domínguez, a partir de abril de 1963, fue la persona, desgraciadamente fallecida, con más autoridad para hablar sobre ese hecho histórico. Molina Ureña, fue además Presidente Provisional de la República en los días iniciales del levantamiento del 24 de abril de 1965. Y fue, en términos personales, el responsable de mantener la presencia de la autoridad de Juan Bosch, en el largo proceso de la conspiración constitucionalista.
Todavía en una expresión absoluta de falsedad se insiste en señalar que José Francisco Peña Gómez, era el secretario general del PRD el sábado 24 de abril de 1965, a la 1:30 p.m. cuando anunció a través de la frecuencia de Radio Comercial, no de Radio Televisión Dominicana, la información que le dio el capitán Peña Taveras, que cumpliendo instrucciones del coronel Miguel Hernando Ramírez, había apresado al Jefe de Estado Mayor del Ejército, Rivera Cuesta, y a otros oficiales superiores que le acompañaban.
En esas memorias de Molina Ureña están los nombres de casi todo ese grupo numeroso de oficiales de la Fuerzas Armadas que se incorporaron para ser actores de primera, segunda y tercera categoría, dirigiendo al pueblo dominicano, en el episodio militar y político más importante del siglo XX en la historia de la República, episodio que a partir de 28 de abril, en horas de la madrugada, cuando el presidente de Estados Unidos de América, Lyndon Johnson, ordenó la intervención de las tropas de su país en territorio dominicano, se convirtió en un episodio heroico, admirable, inimitable en la historia no solamente de los pueblos de América, sino del mundo entero. Más de cinco mil dominicanos, mujeres, hombres, niños, humildes ciudadanos, particularmente de la ciudad capital, perdieron sus vidas, víctimas de los injustificables y abusivos bombardeos y agresiones que las tropas interventoras ejecutaron en tierra dominicana.
Todos los pueblos del mundo saludaron, se solidarizaron, y aplaudieron, que un pequeño país de una isla del Caribe enfrentara frontalmente, con decisión, valentía y dignidad las tropas de la nación más poderosa del mundo. Esta nación hizo realidad aquel verso de nuestro himno que dice: “¡Ningún pueblo ser libre merece, ¡si es esclavo, indolente y servil!”. Y esa firmeza de vencer o morir, nos hizo acreedor de ser reconocidos como: “¡Pueblo legendario, veterano de la historia, y David del Caribe!”.