Opinión

Hoy es lunes 10 de agosto y el próximo domingo, nuestro pueblo celebra y conmemora el 157 aniversario de la Restauración de la República, episodio eterno, inmortal, valiente y ejemplar en la historia de América y mas allá de América, porque fue un ejemplo de dignidad de una pequeña nación de una isla del Caribe que apenas llegaba, si acaso, a doscientos cincuenta mil habitantes y que decidió enfrentar con limitada ayuda del exterior o de otro pueblo, más pequeño que el pueblo dominicano en el orden territorial, aunque con una población que duplicaba a la población dominicana, y que fue el pueblo haitiano, que sirvió de refugio momentáneo a los precursores de la recuperación de la Soberanía de nuestra Patria en aquel momento encabezado por Francisco del Rosario Sánchez, quien había sido junto a Juan Pablo Duarte y Matías Ramón Mella, desde el 27 de febrero de 1844, uno de los Fundadores de la República.

El pueblo dominicano derrotó con valentía y decisión admirables al ejército de España, que era todavía en ese entonces uno de los países más poderosos y ricos de Europa.

La Anexión a España, fue una decisión, de una traición cuya responsabilidad histórica es principalmente de Pedro Santana, cuyos restos sin justificación alguna, reposan en el Panteón de la República, donde descansan los restos de quienes fueron sus víctimas.

Ese episodio inmortal fue encabezado en sus inicios por un grupo de héroes, después del fusilamiento de Sánchez en San Juan de la Maguana, cuando en el Cerro de Capotillo, en la hoy provincia de Dajabón, arriaron la bandera española y enhestaron la dominicana, dando inicio a una guerra convertida luego en «Guerra de Guerrillas» o «Guerra Irregular», como era llamada, que las tropas españolas no pudieron enfrentar, habiendo influído en esa confusión de los españoles, la toma de Santiago por las fuerzas Restauradoras, agresivas y coherentes, que eligieron entonces después de incendiar y tomar la ciudad, el primer Gobierno de la Restauración, el cual estuvo encabezado por José Antonio Salcedo (Pepillo).

A partir del 16 agosto 1863 hasta el 12 de julio de 1865, día en que las tropas españolas derrotadas en el escenario geográfico dominicano, abandonaron nuestro territorio, sin haber podido dejarle la imposición de compromisos que lesionaban la soberanía y dignidad del pueblo, condiciones que estaban escritas en el llamado pacto de «El Carmelo»; ese acuerdo se había discutido en el lugar donde hoy está construido el “Hotel Jaragua” y fue rechazado y repudiado por Pedro Pimentel, presidente de la República en Armas, del tercer Gobierno de la Restauración.

Es una reducida lista de los grandes Próceres de La Restauración, con méritos incuestionables, que debe recordar siempre el pueblo dominicano: Próceres, Héroes y Mártires de La Restauración que deben ser recordados con gratitud eternamente: Francisco del Rosario Sánchez, Santiago Rodríguez, Pedro Pimentel, Benito Monción, José María Cabral, Gregorio Luperón, Gaspar Polanco, Marcos Adon, Eusebio Manzueta, Fernando Arturo de Meriño, Benigno Filomeno de Rojas, Ulises Francisco Espaillat, JoséAntonio Salcedo (Pepillo) y Pedro Francisco Bonó.

Agosto, tiene para el autor de esta columna en términos de ciudadano de este país, un recuerdo permanente e inolvidable, no solamente porque estamos obligados a magnificarlos siempre como el mes en que se inició la Guerra de La Restauración, que es la «Gran Epopeya» dominicana, sino también, porque en el orden personal, en lo más profundo de nuestro corazón, está el recuerdo de Clemencia Félix de Gutiérrez nuestra madre, que llegó a la vida el 27 de agosto de 1914.

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