Opinión

Por: Temistocles Montás | Durante décadas, Estados Unidos promovió el libre comercio, para lo cual estimularon, primero por la vía del Acuerdo General sobre Aranceles Aduanales y Comercio (GATT) y de su sucesor, la Organización Mundial del Comercio (OMC), la reducción de aranceles y otras barreras comerciales, así como el establecimiento de reglas para gestionar el comercio global.

El resultado de esa política fue la extraordinaria expansión registrada. En 1970 el comercio representaba el 25.8% del PIB mundial, pasando a representar el 61.1% en 2008. A partir de entonces la velocidad de la expansión se atenuó a tal punto que en el periodo 2009-2021 representó en promedio el 56.7% del PIB.

El sistema multilateral de comercio contribuyó a fomentar una era de prosperidad a nivel mundial sin precedentes. Pero ahora ese sistema está en crisis. Estados Unidos ha roto su compromiso con el libre comercio y está adoptando una postura cada vez más proteccionista al imponer aranceles, restricciones comerciales y proporcionar subsidios masivos en múltiples sectores industriales, violando abiertamente las normas y principios de la OMC.

Para evitar sanciones por sus violaciones, Estados Unidos ha paralizado el mecanismo de aplicación de sanciones de la OMC, situación que bien pudiera conducir a la anarquía en el comercio mundial y concluir así el largo periodo de prosperidad vivido desde finales de la década de 1940.

¿Qué está detrás de la actual política proteccionista de Estados Unidos? Esa situación no estaría ocurriendo si no estuviera de por medio China. El crecimiento de China como gran potencia económica y tecnológica, y su papel en sectores estratégicos como la tecnología avanzada y la inteligencia artificial, ha sido percibido como una amenaza a la hegemonía de Estados Unidos. La respuesta de Estados Unidos ha sido implementar aranceles, restricciones a la inversión extranjera y sanciones contra empresas chinas, justificando estas medidas en términos de seguridad nacional y defensa de su competitividad. Resulta obvio que lo que se busca es parar el desarrollo de China.

Pero el proteccionismo de Estados Unidos no se reduce sólo a imponer restricciones a China sino también a socios comerciales importantes como son los países de la Unión Europea. La respuesta de esos países ha sido la imposición de represalias arancelarias a productos de Estados Unidos, desencadenándose lo que muchos consideran ya como una guerra comercial. El resultado de esa situación será, sin lugar a dudas, una disminución en el volumen de comercio internacional que conducirá a una reducción del crecimiento económico.

El retorno de Donald Trump al poder en los Estados Unidos apunta a un agravamiento de la guerra comercial. El recién electo presidente plantea un arancel universal del 10 al 20% a todas las importaciones y otro de al menos 60% a las de China. Ese ha sido su discurso durante la campaña y muy bien pudiera ser una de sus primeras decisiones al ser investido el 20 de enero próximo.

Cabe recordar las implicaciones que tuvo para el mundo el proteccionismo adoptado en las décadas de 193. Se adoptaron medidas proteccionistas argumentando que se buscaba proteger las economías nacionales mediante aranceles y restricciones comerciales. El resultado fue una contracción del comercio que frenó el crecimiento económico, agravando la Gran Depresión y provocando un aumento del desempleo y la pobreza en diversas economías. Desde el punto de vista político cabe recordar cómo América Latina y el Caribe se llenó de dictaduras militares durante esos años.

La experiencia negativa que produjo la política proteccionista de la década de 1930 durante la Gran Depresión sirvió de base para que países, especialmente Estados Unidos, asumieran la necesidad de buscar una mayor cooperación económica después de la Segunda Guerra Mundial. Se buscó crear un sistema de comercio internacional basado en reglas para evitar los errores proteccionistas del pasado, promover la estabilidad y el crecimiento económico global y evitar otro colapso del comercio global.

Todo parece indicar que se han olvidado las lecciones de la década de 1930. El mundo se encamina a una nueva etapa llena de incertidumbre, y todo por garantizar la hegemonía mundial de Estados Unidos.

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