Lo que una vez se presentó como un faro de vigilancia y equilibrio democrático, hoy es visto por muchos dominicanos como un instrumento de intereses particulares. Participación Ciudadana, que nació con la promesa de representar al pueblo y velar por la transparencia, ha demostrado en múltiples ocasiones una parcialidad evidente y un silencio cómplice ante situaciones que exigen su intervención.
Cuando se trata de ciertos sectores, su voz se alza con fuerza, pero cuando la balanza se inclina en otra dirección, guardan un silencio ensordecedor. Su accionar selectivo ha generado un sentimiento de traición en la ciudadanía, que esperaba de ellos una verdadera representación de los intereses del pueblo y no la conveniencia de unos pocos.
Además, una gran parte de sus miembros han sido asalariados de la USAID, según se ha denunciado, lo que deja en evidencia que muchas de sus supuestas luchas no eran más que agendas dirigidas y financiadas por intereses externos. Su ataque constante contra los gobiernos del PLD no fue casualidad, sino una estrategia bien orquestada y financiada para debilitar al partido que más ha transformado el país.
El pueblo dominicano merece organizaciones que realmente defiendan la institucionalidad sin sesgos ni agendas ocultas. De lo contrario, su credibilidad seguirá desplomándose, y lo que una vez fue un símbolo de lucha ciudadana quedará solo en el recuerdo como otra decepción más.