En un mundo tan cambiante como el que acontece en este siglo veinte, donde los avances de la tecnología, en las comunicaciones y la subsecuente globalización que ello ha facilitado, las instituciones financieras de desarrollo (IFD) no pueden permanecer estáticas, aferradas a los modelos que definieron sus actuaciones, basadas en esquemas exitosos del pasado, y aun del presente.
Por ello, cualquier consideración con respecto al futuro de la banca de fomento tiene que obligatoriamente considerar qué factores moldean nuestro futuro, y cómo deberían estas instituciones evolucionar para poder hacer el mejor provecho posible de los cambios que acontecen a su alrededor, y lograr el cabal cumplimiento de sus funciones esenciales de apoyo financiero del desarrollo.
El futuro próximo se puede definir en primer lugar en función de desarrollo demográfico y de la degradación constante de los recursos naturales.
La República Dominicana, que históricamente ha compartido el territorio de la isla de santo Domingo con la República de Haití dentro de una marco de relativa estabilidad por casi 150 años, de repente vio ese equilibrio fracturarse a raíz del terremoto que sacudió a Puerto Príncipe y zonas aledañas al iniciar el año 2010. Ese funesto acontecimiento de la naturaleza precipitó una avalancha población que hoy reside en el país, y visto el deterioro, cada vez más acentuado, de las condiciones socio económicas del país vecino, puede predecirse que permanecerán y se acrecentarán con el paso de los años, aumentando así la presión productiva nacional, so pena de vernos obligados a acudir a mayores importaciones para sostener una población combinada cada vez mas demandante de bienes y servicios con los cuales satisfacer sus necesidades y aspiraciones.
Los recursos naturales, cuya exportación en el pasado fueron pilares del desarrollo dominicano, están bajo constante presión. La deforestación, cuyos inicios fue con el objetivo de obtener maderas aprovechables, dio paso a la tala con el objetivo de obtener leña como materia prima combustible. Sin embargo, la incesante necesidad de nuevos predios agrícolas y ganaderos, junto a la expansión del espacio requerido por una población cada vez mayor, ha contribuido en acelerar la destrucción de bosques, provocar la sequía de ríos y producir un empobrecimiento de la tierra apta para cultivos.
El segundo factor a tomar en cuenta es el proceso comercial globalizado, en el cual el proteccionismo y algunos aislados tratados comerciales bilaterales han dado paso a una serie de acuerdos regionales, multinacionales y globales, que derriban fronteras arancelarias, abriendo las posibilidades del comercio trasnacional, sin proteccionismo y bajo una igualdad de condiciones. En la actualidad, esquemas como el desarrollo de los mercados internos como paso previo a la apertura comercial, o el enfoque exportador en sacrificio del consumidor nacional, son políticas imprácticas y casi imposibles de mantener. Cada vez más las naciones requieren explotar sus ventajas competitivas, imbuidas en un desarrollo tecnológico que procure la eficiencia y la innovación, para poder sobrevivir en esquemas de crecimiento acelerados que permitan la redistribución necesaria de las riquezas, que a su vez coadyuve en elevar los niveles de vida de la sociedad.
Nuestro país se encuentra muy atrasado en esta competencia, tanto por su nivel de escolaridad, como por el deficiente nivel educativo de esos que asisten aescuelas. Por igual, la innovación, actividad que va de la mano con la investigación, ha estado carente en nuestro modelo de desarrollo. Por lo tanto, la globalización plantea al país desafíos más allá de una simple estructura productiva competitiva. Plantea desafíos que se inician en la formación de capital humano con los conocimientos necesarios, de manera que podamos explotar talentos, cuyos resultados sean puestos al servicio de la producción.
El tercer factor es el propio rol desempeñado por las Instituciones Financieras de Desarrollo (IFD) a lo largo de los últimos cuarenta años. La banca de desarrollo vio su nacimiento en momentos en que existía una política crediticia dirigida, selectiva en el destino del crédito y donde la actividad del financiamiento del consumo no tenia espacio. Se desarrolló a la sombra de la función de banca de segundo piso que ese entonces ejercía el Banco Central. Esa banca se transformó luego de la reforma monetaria y financiera iniciada hace una década, minimizada su accionar e impactos, por las consolidaciones que han conllevado diferentes procesos de fusiones y absorciones de una banca cada vez más orientada al consumo.
Hoy la banca de fomento se encuentra procurando un papel valedero, viendo la forma en que se convierte en un elemento más importante, pujante y valorizado, como sucede en otras latitudes, incluyendo nuestra propia esfera latina.
¿Y por qué este fenómeno de afianzamiento y crecimiento de la banca de desarrollo en otros países, mas en el nuestro acontece lo contrario? La respuesta la encontramos en la necesidad insatisfecha que tiene la República Dominicana de contar con IFD capaces de responder a los retos que ya hemos planteado. Una banca especializada que acompañe al desarrollo humano en el financiamiento de servicios de salud y de educación al más alto nivel.
En un país donde se ha instaurado un sistema de seguridad social contributivo, donde el beneficiario es el mayor contribuyente, no se explica como los servicios de salud no han contado con los financiamientos necesarios para su evolución técnica y expansión. Un país donde abundan los centros de enseñanza superior, pero la mayoría de sus egresados aun deambula por los peldaños más bajos de las escalas mundiales del conocimiento, requiere de urgentes financiamientos con los cuales poder elevar su nivel de enseñanza, modernización de sus facilidades y apoyo financiero a sus alumnos, de manera que lo económico no sea un factor limitante en la formación de profesionales a los más altos niveles competitivos mundiales.
Esas necesidades y oportunidades en los campos sociales, se deben acompañar con fondos especializados que permitan inversiones en investigación con fines productivos y en las innovaciones que hagan más eficientes los procesos productivos, dos actividades que tienen que ser de la más alta atención de las IFD.
El futuro nos requiere una banca de desarrollo comprometida con un mejor uso de los recursos naturales, tanto con fines agrícolas como pecuarios. Tanto el crecimiento de la poblacional nacional, como la extranjera, representado principalmente por el turismo, tienen cada vez mayores demandas alimentarias, que a su vez requiere una mayor producción base, competitivas mediante el uso tecnológico en manos de técnicos y productores capaces.
La producción industrial, optimizando la transformación de materia prima aun mayormente importada, representa oportunidades a todos los niveles, que requiere la atención de la banca de fomento. Ya el mercado interno del país es de más 10 millones de habitantes, y la privilegiada posición geográfica nos permite llegar a decenas de millones de consumidores adicionales. Las posibilidades en las diferentes actividades productivas, desde la producción de materias primas, hasta el transporte del producto final de manera eficiente y a costes competitivos, representan un abanico de oportunidades prácticamente inagotables.
Y producción, sea esta industrial, agropecuaria o mineral, requiere el apoyo del potencial que podemos alcanzar en un volumen exportable cuantioso en comparación del destinado al consumo nacional. En el campo de las exportaciones, hasta la fecha existen pocas oportunidades financieras de apoyo. Por ello, más que pensar en instituciones especializadas en el financiamiento de exportaciones, lo requerido es la implementación y desarrollo de mecanismos que permita la mayor cantidad de entidades, con el mayor volumen posible, estar a la disposición del exportador nacional.
Por último, está el papel en los procesos de construcción de viviendas, edificaciones comerciales y la infraestructura requerida para soportar estas actividades. Por muchos años, se vio la construcción como motor de la industrialización, lo cual en la medida que el país diversificaba su oferta, se venía reduciendo en importancia. Sin embargo las demandas de una población que cada vez más persigue su mejoría, y que va incesantemente aumentando sus capacidades económicas, definen una participación creciente de las IFD en el sector de la construcción, función esta que forma parte integral del desarrollo.
Todo lo anterior tiene sus precondiciones. La primera es la necesaria estabilidad macroeconómica que el país debe preservar de forma que la intermediación financiera continúe su viabilidad. Otra precondición es la formación de técnicos y cuadros gerenciales propios para la banca como elemento indispensable para ir definiendo el futuro de la banca de fomento. Por último, la actual legislación financiera y algunos de los reglamentos que el acompañen requieren de ajustes, de manera que la visión de largo plazo que requiere el desarrollo, pueda estar acompañado de una banca comprometido con esos horizontes, imbuida de un espíritu progresista, con vocación del riesgo apropiado, y esperanzadora para toda una nación.