Haivanjoe NG Cortiñas

Desde el punto vista antropo-social una persona entra a la ancianidad a partir de los 65 años de edad; sin embargo, más recientemente el concepto ha ido entrando en desuso y ahora a ese grupo de personas se le llama de la tercera edad, o bien personas mayores; pero sin importar la utilización del término, lo cierto es que este grupo de personas que tienen el privilegio de pasar de los 65 años de edad cada vez es más numerosa, gracias a la esperanza de vida que ha aumentado con el correr del tiempo.
Otro de los beneficios de la longevidad es que hoy día cada vez hay más personas de la tercera edad se mantienen en actividades productivas y hasta deportivas, para beneficio de ellos y de la sociedad en su conjunto.
En el campo de la religión el concepto de anciano es utilizado como sinónimo de respeto y sabiduría; de ahí el lugar privilegiado que se le asigna, así como también de la gran consideración que se les tiene, probablemente apoyado, al menos, en aquel pasaje bíblico del libro de Hechos 20:17, cuando Pablo pronuncio su discurso de partida.
En la política algunos partidos profesan gran admiración por las personas de la tercera edad o anciano, llamándole en ocasiones viejos robles, como expresión de respecto por su carrera política y de fortaleza y coherencia ideológica.
En su lado casi opuesto está la juventud, que conforme a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la conforma aquella población situada entre los 10 y 24 años, y conforme a la evidencia, esta población ha estado disminuyendo en el mundo; sin embargo, en términos laborales es el segmento más apetecible por las empresas, por estar más cerca del conocimiento actual, así como porque nacen con el “chip” que demandan estos tiempos.
Los organismos especializados en población ubican a la población adulta en el rango de 25 a 64 años de edad. Dentro de este segmento poblacional, un sub-grupo podríamos llamarle jóvenes viejos, están focalizado entre los que tienen 26 y 49 años, los cuales al lograr ponerse un chip, o bien han podido insertarse en el mundo digital, en adición, la acumulación de experiencia que no lo ofrece la juventud y han logrado hacerse competitivo por el mix alcanzado entre el conocimiento y la práctica.
En términos políticos tanto la juventud como el segmento de los jóvenes viejos han adquirido una notable importancia por las prendas que lo acompañan, y que bueno que sea así, pues aunque la población mundial cada vez se hace más vieja, la juvenil se hace más pequeña y por algún lado debe estar compensada.
En el caso particular del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), se advierte una situación a mi entender preocupante, pues aquel segmento de la población que supera los 50 años y llega hasta los 64, la cual podríamos llamarle la juventud de la vejez, se advierte cierto desprecio, o anulación, sin antes valorar su legado en la construcción del PLD.
Cuando el PLD se fundó y luego entró en la etapa de la construcción de ese partido, la población que tenía a cargo las tareas más difíciles en la parte organizativa era precisamente la que hoy denominamos la juventud de la vejez, esa población les tocó formar los círculos de estudios, multiplicar los comités de base y los intermedios, realizar los esfuerzos concentrados semanales, los planes de trabajo anual, la búsqueda de cotizantes, mantener los locales de los intermedios abiertos, hacer servicios en la casa nacional para que su puerta nunca se cerrara, evaluar los planes de trabajo, desarrollar tertulias, distribuir vanguardia del pueblo, conversar con frecuencia con los lectores del periódico acerca de algún tema publicado en el periódico.
Como si no fuera poco, la juventud de la vejez también hacia reuniones kilométricas, de hasta 5 horas, hacer servicio en la casa del líder y fundador, Juan Bosch, llevar campañas de recolección de fondos, realizar actividades hasta en la semana santa, escribir artículos en el periódico y la revista política, teoría y acción, promover el programa de radio, la voz del PLD, hacer marchas, pegar afiches, colocar cruza calles, participar en los frentes de masas, en los gremios y sindicatos, y hasta hacer o participar en huelgas.
Todo ello sin darnos medio peso, más bien tenía un costo económico y familiar para nosotros; solo los ideales nos movían.
Por su lado, los hoy ancianos del PLD también les tocaron tareas muy importantes, diseñar y dirigir la política nacional e internacional del partido, ser voceros, dar la cara pública, y ser sujeto referente para todo el partido y la sociedad, y naturalmente, también un poco de todo lo anterior.
Sin ánimos de menospreciar la sangre nueva, necesaria y conveniente para el partido, el liderazgo del partido debe propiciar el respeto y la consideración dentro de la organización y en el ejercicio del poder, de los hombres y mujeres que hoy pertenecen a la juventud de la vejez y a la ancianidad, antes que sea tarde y reprochable. No los pateen ahora.
Los compañeros de la juventud de la vejez y la ancianidad son útiles y lo seguirán siendo aun después que no pertenezcan al mundo de los vivos. Por el respeto y consideración a ellos, son estas líneas.