Contrario a la costumbre del autor de esta columna de expresar nuestras ideas en plural, en esta de hoy lo haremos en primera persona y tengo la obligación de hacerlo así, porque el 25 de abril de este año murió mi hermana mayor, Mercedes Virginia Gutiérrez, y apenas cuatro días después el 29, murió mi hermana Luz Mercedes García, que no era mi hermana genética, pero por espacio de treinta y cinco años fue mi asistente personal, compañera militante, aguerrida del PLD, y en los últimos diez años desempeñó las funciones de Encargada del Antedespacho de la Superintendencia de Seguros, la cual dirijo también desde hace muchos años. Mercedes Virginia, era llamada en nuestra familia con el diminutivo de “Merceditas”, conocida en el escenario artístico y literario porque además, de declamadora con extraordinaria sensibilidad, era poetisa y pintora.
Luz Mercedes, era realmente mi cuñada, hermana de Flavia Cristina, quien acompaña mi vida hace cuarenta años y era, al igual que Flavia, una militante aguerrida, coherente y cumplidora en las filas del PLD. Juan Bosch, El Maestro, que tenía una extraordinaria sensibilidad humana, apreciaba, admiraba y reconocía en Luz Mercedes, una militante permanente y cumplidora en la filas de nuestra organización; desde su vehículo que fue inventado por los peledeístas y diseñado por Joaquín Jerónimo y Hernán Espínola, llamado “Bosch Móvil”, y que fue copiado cuando uno de los Papas visitó nuestro país, Don Juan veía a Luz Mercedes, desfilando casi desde que fundamos el partido en todos los pueblos dominicanos.
Mercedes Virginia, “Merceditas”, que fue alumna en las lecciones de declamatoria que impartió Bertha Singerman, hace más de cincuenta años en unas de sus visitas a nuestra Patria, era también conocida y admirada por Don Juan, y fue siempre simpatizante de nuestra organización y recibió en su casa, aquella hermosa residencia que tenía en la Av. Abraham Lincoln, en varias ocasiones al Profesor y a otros compañeras y compañeros, miembros y dirigentes del PLD. Era madre de seis hijos, una hembra y cinco varones. De mis hermanas genéticas ella era la mayor y a mí me cuidaba, me bañaba y me cambiaba de ropa, cuando era un niño aproximadamente hasta los diez años de edad. A Merceditas en el orden de edad le seguía Martha Teresa, fallecida hace más de dos años, sintiendo en lo más profundo de mis sentimientos que de esa familia a la que pertenezco, ahora solamente quedamos Mario Cesar Augusto, que es el mayor de todos y quien escribe estas líneas, abrumado en una tristeza infinita.
¡Adiós!, a mis hermanas de siempre, que como dije en la despedida de una de ellas, que podía hablar de las mujeres dominicanas porque era nieto e hijo de dos mujeres valientes, amorosas, honestas, honradas, como son en su inmensa mayoría las mujeres dominicanas, ante quienes me inclino reverente porque estoy convencido que en esta sociedad nuestra, singular, en cuya génesis apareció este color de nuestra piel llamado el color dominicano, que no es mas en términos humanos, que la mezcla de la sangre de los blancos y de los negros, o si se quiere decir de una manera más clara, de los blancos y de las negras, y de las blancas y de los negros. Mercedes Virginia y Luz Mercedes, dejan en mi recuerdo, en el de sus hermanos y de sus hijos y nietos, la primera; y de sus hermanos, hermanas y sobrinos, la segunda, el recuerdo hermoso y perfumado de su existencia desde la cual prodigaron amor y solidaridad a todos sus familiares, compañeras y compañeros. ¡Descansen en Paz, hermanas por siempre!.