Roberto Claudio

A la expresión popular de que “el dinero no da felicidad”, se le ha contrapuesto otra no menos axiomática: “Si no te da la felicidad, te deja muy cerca de ella”.
No es una herejía el símil de lo expresado, con el título de estas reflexiones. El Partido de la Liberación Dominicana, PLD, no es una organización perfecta, pero a la luz de las crisis que ha debido manejar desde su fundación en 1973, siempre ha salido más fortalecido de cada una de ella.
A propósito de la más reciente dificultad que vivió, y que sacudió las entrañas mismas de la entidad, todos los dirigentes de la base, de los intermedios y en las altas instancias, vieron y vivieron jugadas maestras de alta política (si se quiere), que han dejado una enseñanza valiosa para continuar en las lides de lo que alguna vez se ha llamado “la más noble de las ciencias”: La Política.
Y quiero señalar mi convicción de que lo más importante del partido fundado por Juan Bosch, fueron los métodos establecidos para cada una de las facetas que debía jugar la organización.
Los conceptos abrazados por Don Juan para esos métodos, fueron extraídos de la sabia experiencia que le confirieron sus vivencias políticas y sociales.
Todos los que de una forma u otra hemos estado vinculados al PLD desde que Bosch abandonó al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y explicó sus razones, hemos sido fiel y firmes seguidores de los principios enarbolados por el líder, y de esos métodos con que el veterano político quiso acorazar la organización.
Con plena conciencia de la tarea en que se embarcaba, cuando a sus 64 años iniciaba la formación de un partido de liberación nacional para buscar el poder, Bosch dijo que aunque fuera 20 años después de su muerte que el PLD lograra las riendas para dirigir el Estado, en ese entonces sus ideas estarían gobernando para bien del país.
Aunque no estuvo al frente del primer gobierno del PLD, Juan Bosch tuvo la oportunidad de ver a su Partido en el poder por primera vez, encabezado por Leonel Fernández, uno de sus mejores discípulos, y a quien personalmente se encargó de definir como “Una mina de oro”.
Hemos de creer y entender que a pesar de la cruel enfermedad que le afectó, tuvo momentos que le permitieron apreciar el esquema y estilo de gobierno que desarrollaba su Partido, y que tuvo además la oportunidad de externar su satisfacción.
El PLD no es una máquina perfecta. Lo perfecto es inhumano. Pero si las cosas se miden en términos de resultados, pronto tendremos la oportunidad de apreciar las conveniencias para el país implícitas en la unidad y solidez del Partido de la Liberación Dominicana.
Evaluar en su contexto esos resultados, será la misión de todos los miembros y dirigentes del PLD, junto a sus amigos, aliados y todo el pueblo dominicano.
El tiempo es de Dios, y es Dios quien decidirá cuándo habrá concluir la evaluación.