Opinión

En sus desvaríos, la humanidad juega en ocasiones a ser Dios con tan mala fortuna que sus éxitos la ponen en línea directa con la desaparición de todas las especies, o como en el caso de Frankenstein, enfrentarse a sus monstruosas creaciones con una ignorancia rayana en la perplejidad.

La mitología nos presenta a unos dioses con características sospechosamente humanas y sus defectos aumentados en virtud de un enorme poder absoluto que corrompe absolutamente, y más tratándose de seres divinos, esto se eleva hasta las potencias infinitas.

En el fondo, los mitos heroicos no son más que proyecciones de nuestros deseos, y de ahí la semejanza anteriormente descrita. A los superhéroes de los comics se les humanizó en adición a los avances científicos e ideas actualizadas, y así se dio vida a estas figuras de la cultura popular en los medios de masas.

Para actualizar a los superhéroes, los creadores repensaron sus características, pues la complejidad de la vida moderna les agrega traumas propios del stress a que están sometidos por sus labores titánicas. Esto, por un lado los acerca mucho más al hombre común sumergido en una vida que les pasa por el lado a velocidad supersónica.

Superman y Batman comparten ciertas diferencias, porque el “hombre de acero” goza de poderes casi ilimitados por la particularidad de la atmosfera terrestre, vulnerable solo a la kriptonita. El “hombre murciélago” al contrario, es un héroe a secas, que usa sus facultades analíticas y sus recursos financieros para combatir el crimen, a veces con métodos muy poco ortodoxos, pero alejado del extremismo de sus inicios.

En Batman Vs. Superman: El Amanecer de la Justicia, dirigida por el artesano visual Zack Snyder, los dos se enfrentan por los temores de Batman al observar el endiosamiento de Superman y sus acciones sin control. El orejudo y el de acero se embarcan en una guerra sin cuartel que solo se detiene cuando surge una amenaza de una potencia jamás conocida que pone en peligro a la humanidad.

A lo largo del film la animosidad de Batman (Ben Afleck) contra Superman (Henry Cavill), no para de crecer por las acciones diarias del hijo de Kriptón, entre ellas, el reconocimiento como forma de status, creando una sensación de estar más allá del bien y del mal, que es compartida por las autoridades norteamericanas alimentadas por las discusiones sobre el tema en los medios de comunicación.

Detrás de toda esta campaña está la mano negra de Lex Luthor (Jessie Eisenberg), el villano traumatizado cuyo odio contra el héroe de Metrópolis solo es superado por su nivel científico dirigido a finalizar con la existencia de este. Las obsesiones de Luthor son parecidas a las de cualquier monomaniaco al uso, gente de visión unilateral sin admitir desvíos.

El plan urdido por el desquiciado científico marcha sobre ruedas pero él no cuenta con la habilidad analítica de Batman, el periodismo cuasi- amarillista de Luisa Lane (Amy Adams), ni con el seguimiento que le está dando La Mujer Maravilla (Gal Gadot), quienes se dan cuenta, algunos más temprano y otros más tarde, de la trama de Luthor contra Superman.

Descrita así la historia, parecía que Snyder tenía entre manos una gran película, pues reunía a dos de los más emblemáticos superhéroes de todos los tiempos que con la inclusión de La mujer Maravilla podríamos haber estado seguros de un megahit de proporciones galácticas. Para más seguridad contaba en la producción con Christopher Nolan, por lo tanto, su calidad y éxito se suponían asegurados.

Batman Vs. Superman se centra temáticamente en la discusión del hombre con aspiraciones de Dios, y del héroe en su pedestal que se siente por encima de las leyes o reglas creadas por la sociedad para convivir de manera armoniosa, pero es mucho pedir el autocontrol de un poder desbordado que en ese proceso pierde la conexión con la realidad.

El problema es que Snyder no logra dotar de coherencia la narrativa de la película que más bien parece un film de sketches merced a un guion confuso que no logra hacer un balance entre los acontecimientos. Falla el guionista David Goyer en unificar las acciones, los pensamientos y los sentimientos de los personajes, parece un texto armado al azar por un neófito de la profesión.

Al inicio, el director intenta aturdimos con una introducción llena de acción que está supuesta a aclararnos lo que sucede más tarde con la evolución de la animosidad creciente entre los dos héroes. De repente pasa, con una ñoñísima explicación, remedo freudiano del culto a la madre, a combatir al monstruoso Doomsday.

Igual de trivial son las interacciones de Superman con Lois Lane o con su madre Martha, con unos diálogos dignos de un estudiante de primaria que Snyder intenta hacernos pasar como trascendentes pero que no nos convencen ni mucho menos nos emocionan por la sencilla razón de que carecen de sustancia.

Construir personajes creíbles es mucho más que poner diálogos insulsos en boca de los actores, o agregarles tics nerviosos, porque si no, el público cae en un estado de desorientación pues no cree lo que ve, y como sabemos, suspender la credibilidad de la audiencia es uno de los requisitos básicos de un arte llamado cine.

Es penoso observar las actuaciones del Sr. Cavill como Superman, casi tanto como la de Eisenberg como Luthor. Pero Cavill, con esa cara impasible, sin mover un solo musculo de ella, sin una mirada o un gesto que nos diga algo acerca de su angustia, del sufrimiento físico o del desconcierto, es la nada de la actuación, el vacío actoral absoluto.

Cuando pasamos al Batman de Afleck vemos como se llena pantalla con su figura, se siente una atmosfera de solidez y un personaje transmitiéndonos una enorme cantidad de sensaciones. El “hombre murciélago” se siente real, trascendente, tan sólido que casi podemos tocarlo, desmontando los prejuicios que se levantaron cuando le dieron el papel.

Parecería que Zack Snyder y el guionista Goyer construyeran dos films, uno para Superman y otro para Batman, pues de otra forma no se explica la distancia en el tratamiento de ambos. Cuando pasamos del uno al otro, el contraste es brutal. Batman es el todo y Superman la nada, el vacío hecho personaje y actuación.

La batalla épica que prometía Batman Vs. Superman, lo fue a medias, pues el “hombre de acero” nos quedó a deber al igual que el artesano Zack Snyder, un director con un sentido visual extraordinariamente desarrollado pero carente de un talento narrativo capaz de transmitirnos o de creernos las acciones de los personajes y de transportarnos al universo interior de estos.

Los héroes de la luz y la oscuridad han protagonizado una película en la que han jugado al aprendiz de Dios, pero nos dejan con la sensación muy clara de que su humanidad aun no trasciende el espacio físico de sus cuerpos, y de que sus almas vuelan a ras de tierra, poniendo en evidencias los pecados del director Snyder.

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