Humberto Almonte

En la era de la corrección política y de las comedias llenas de testosterona, de acción sin sentido o esos productos de autoayuda tan de moda, el aterrizaje de Kingsman es una bocanada de aire fresco, con una picardía y un ritmo que ya quisieran para sí otras obras que se presumen más profundas.
La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha sido una fuente de inspiración de la que beben, no solo la prensa sino esos cronistas de los acontecimientos cotidianos llamados guionistas. Si Trump fuese a cobrar derechos de autor por las ideas creativas que se extraen de sus acciones, su fortuna crecería mucho más.
Matthew Vaughn se anota un punto a su favor por hacernos reír de manera desaforada a costa de problemas tan serios como el mundo del espionaje, la alta política y los carteles de la droga. Dicha forma de mirar críticamente estos temas es apreciable frente a otros abordajes de docta y aburrida factura.
Kingsman: El Círculo Dorado (Kingsman: The Golden Circle) inicia cuando sus cuarteles son destruidos y descubren una organización espía gemela en Estados Unidos. Estos dos grupos deben trabajar juntos para derrotar al enemigo común que amenaza controlar el mundo de manera despótica.
El equipo actoral en que se apoya Vaughn está integrado por Taron Eggerton, Mark Strong, Edward Holgroft, Hanna Alström, Julianne Moore, Channing Tatum, Halle Berry, Jeff Bridges, Emily Watson, Colin Firth, y una participación especial de Elton John como si mismo que deleitará a muchos. La química actoral funciona correctamente por esta vez.
La película está inspirada como su antecesora Kingsman: El servicio Secreto, que procede de los libros de comics creados por Mark Millar y Dave Gibbons. Vaughn escribió el desternillante guión junto a Jane Goldman y los nombrados Millar y Gibbons, quizás sin lograr superar la versión anterior, pero si entreteniéndonos a carcajadas y eso es ya importante en un mundo tan gruñón.
Espías, epidemias y políticos
Taron Eggerton como Eggsy lidera el equipo de Kingsman y resuelve actoralmente el reto que se le presenta, esta vez con mucha gracia y minimalismo expresivo, junto a un grupo compuesto por Harry Hart (Colin Firth) y Merlin (Mark Strong). Las interpretaciones nivelan los altibajos apoyándose mutuamente.
Los primos americanos de la organización inglesa llamados los Stateman, son encabezados por Champ, que encarna con su habitual gracia el veterano Jeff Bridges y acompañado por Tequila (Channing Tatum), Ginger (Halle Berry), y Wiskey (Pedro Pascal). Salvo Bridges, que sobresale, el resto cumple sus funciones con un aprobado justo.
La Poppy, a la que da vida Julianne Moore, es la cabeza de un cartel que pretende inundar el mundo con sus drogas, además de hacerse conocidos. Poppy no es una villana de gustos usuales, como podemos ver en la decoración de su guarida. Moore derrocha talento al encarnar a esta simpática malvada.
El plus de Kingsman es la aparición de un Elton John interpretando a Elton John, con todo ese temperamento de la estrella musical que encaja con particular encanto en este filme, sorprendiendo al espectador con una habilidad en las artes marciales que desconocíamos. Elton es el “bonus track” con el que somos premiados.
La película balancea de forma muy competente las escenas de acción y el humor picante, un guiño a la situación política de Estados Unidos y a su atípico presidente. Vaughn no se muerde la lengua para burlarse de todo, sin resultar grosero ni querer darnos una lección de sociología.
Kingsman: El Círculo Dorado, es un ejemplo de que la incorrección política debe ser puesta en escena más frecuentemente en una sociedad que se autocensura en nombre del exceso al respeto de las creencias culturales particulares. El cine necesita otros Matthew Vaughn para demoler a carcajadas los prejuicios de mucha gente.