Al inicio del presente análisis sobre el devenir de Somalia en las últimas décadas, tuvimos la oportunidad de abordar la desventura que ha padecido esta nación producto de décadas de conflictos internos, que incluyen factores como la ingobernabilidad y la amenaza constante del terrorismo. Quizás, el acontecimiento que puede ser referenciado como el principal detonante del actual contexto, sea la guerra civil acontecida entre 1987-1991, la cual terminó con la deposición del mandatario Siad Barre.
Tras aquel acontecimiento se libró una batalla campal entre el clan del ya exmandatario contra los seguidores de Mohamed Farrah Aidid, antiguo hombre de confianza de Barre, que tras haber caído en desgracia durante el régimen, conspiró para hacerse con el control del país apoyándose en el Congreso Unido Somalí. Lo interesante de esto, es que fue la lucha entre estas dos facciones lo que provocó la intervención de la ONU y la peculiar misión estadounidense en 1993 para capturar a la cúpula de Aidid, inmortalizada en la película “La caída del Halcón Negro”.
Sin embargo, más allá de aquellos momentos convulsos en los que se estima que murieron unos 19 soldados estadounidenses y unos 450 somalíes (entre civiles e insurrectos), nos abocamos en esta segunda parte a ponderar otra de las problemáticas somalí, una que también fue llevada a la gran pantalla en la película “El Capitán Phillips”, protagonizada por Tom Hanks. Nos referimos a la piratería.
Al igual que sucedió con la embarcación MV Maersk Alabama, capitaneada por Richard Phillips, entre los años 2008 y 2012 se produjeron numerosos ataques de piratas somalíes en el Océano Índico, haciendo de esta zona próxima al golfo de Adén, la más peligrosa del mundo. Internacionalmente esta práctica ha sido denunciada y contraatacada con especial vehemencia por las potencias que hacen uso de este estratégico paso marítimo, pero en escasas ocasiones nos hemos detenido a preguntarnos el por qué de la piratería en esta región. Somalia, al igual que otras naciones africanas, está compuesta por un territorio en gran medida árido, donde las fuentes de alimento primarias provienen de una precaria agricultura y el pastoreo. Sin embargo, en las últimas décadas los efectos de la guerra, el terrorismo y la debilidad gubernamental más allá de la capital, Mogadiscio, se han sumado a las sequías periódicas causadas por los efectos del “Niño”, dejando a su paso más de medio millón de muertos y unas 6 millones de personas en estado de hambruna actualmente. Al no poder contar con las fuentes necesarias de alimentos debido a las sequías, los somalíes han tenido como otro gran sustento en la zona, la pesca. Pero este recurso les estuvo siendo expropiado por las grandes potencias, a través de actividad pesquera no regulada, que según datos de la ONU del 2006, se han adjudicado anualmente unos 300 millones de dólares entre mariscos y pescados.
Lo grave de esto, es que además de la pesca ilegal en aguas somalíes, desde 1990 varias naciones occidentales como Italia, Francia, Alemania y Suiza han estado vertiendo desechos tóxicos en esta zona, tales como residuos de plantas nucleares y de hospitales, según hizo constar Greenpeace en 1997. Estas actividades irregulares, se hacían en convenio con señores de la guerra locales en las zonas costeras, quienes a cambio de permitir el vertido de desechos recibían armas y otras prebendas. Esta denunciada práctica, comprendía un buen negocio para las naciones implicadas, que pasaban de pagar unos 1,000.00 dólares por tonelada de basura desechada legalmente, a solo gastar unos 3 dólares por la misma cantidad de vertido en aguas somalíes, convirtiéndolo en el vertedero más barato del mundo para estos fines. Muchos de estos desechos no habían podido ser comprobados por las autoridades, hasta que de un modo natural fueron revelados en 2004, tras un Tsunami que arrojó a las costas contenedores de materiales tóxicos, incluyendo uranio radioactivo como denunciara la propia ONU. Como resultado de estas acciones, es decir, el vertido y la pesca no regulada, los pescadores de Somalia vieron cómo se perdía su principal fuente de subsistencia, tomando las armas y sus botes para evitar que se continuara con estas prácticas, convirtiéndose en lo que ellos han denominado como Guardia Costera Voluntaria. Conocidos ya como “piratas”, estos antiguos pescadores son ampliamente apoyados en sus localidades, debido a que son vistos como defensores.
No obstante, debido a la necesidad de resguardar los intereses mercantiles de las principales potencias, los piratas somalíes han sido ampliamente combatidos por buques militares que custodian desde el 2008 el tránsito y actividad de las embarcaciones en la zona. Cierto es que el disfrute de un derecho no puede justificar una ilegalidad, pero ante los trastornos económicos, sociales, políticos y naturales que padece Somalia, ¿qué le puede guardar el futuro como alternativa a esta nación?.
Por si no fuera suficiente, tras 10 años de presencia en el país, la misión regional de paz patrocinada por la Unión Africana, conocida como AMISON, prevén retirarse a partir de este 2018, planteando una incógnita en torno al futuro inmediato de Somalia. Estas tropas compuestas mayormente por efectivos de Kenia, Burundi, Yibuti, Uganda y Etiopía, han contribuido a debilitar a Al Shabaab durante su intervención, pero los esfuerzos y recursos no han sido suficientes para estabilizar el país y devolver la seguridad a los somalíes.
De manera paralela, el gobierno central ha dejado de recibir ayuda financiera de grandes acreedores como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, lo que ha imposibilitado al ejecutivo pagar a las fuerzas de seguridad y servicios de inteligencia. En efecto, el contexto actual pone la situación del gobierno en contrasentido a los avances que debía exhibir, a los fines de poder hacer frente a la seguridad de Somalia una vez se retiren las tropas del AMISON para inicios del 2019.
Sin lugar a dudas, el presidente Mohamed Abdullahi Farmajo tiene un gran reto por delante, sobre todo a la hora de brindar esperanzas a una nación marcada por división interna y el ostracismo internacional. A la fecha se pueden percibir ciertos avances, tomando de referencia la transición de un Estado regido por clanes y señores de la guerra, a un gobierno federal con capacidad de generar consenso, pero de cara al futuro solo el tiempo lo determinará.